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03 diciembre 2024, 14:23 PM | Actualizado | Chile
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Antares, documental Netflix

“Antares de la Luz: La secta del fin del mundo” (2024): Macabra ideología

Ramón Castillo Gaete era un muchacho normal en su niñez y juventud. Contaba con muchos amigos, pertenecía a un grupo de música folclórica, y también tenía novia. Ciertamente, nada traumático gatilló para que un joven aparentemente normal comenzara a transformar su alma y apariencia en lo que él denominaba un ser de luz, manifestando que él no era Jesucristo, pero sí que era Dios. Quizás el alto consumo del alucinante conocido como ayahuasca pudo haber incidido e inducido a esta maquiavélica mala jugada de su razón.

Conocido es también que leía mucho, se ilustró de bastante literatura espiritual que hablan sobre el karma, el yo interior, y sobre todo de los libros publicados por Carlos Castaneda. Puede ser, y esto es solo conjetura personal, que esa mezcla alucinógena más textos de espiritualidad comienzan a torcer la razón de “Antares”, el nuevo nombre con el que pide que se le llame. Así, el joven Ramón Castillo dejaba de existir.

¿Por qué hablamos de fatalidades ante la descripción de un hombre que pudo haber pasado apenas por “loco”? ¿Apenas uno más de los miles esparcidos por el planeta que gritan a todos los vientos que ellos son los elegidos, los hijos de Dios, o, incluso, Dios mismo? Porque el desenlace de su existencia y lo que propició ese abrupto final fue uno de los casos más bullados que sacudió a Chile y también al mundo entero en el año 2013: el sacrificio de un menor de solo tres días de nacido, al asegurar que el bebé era nada más y nada menos que el anticristo.

Esta es una nueva colaboración de series y largometrajes chilenos con Netflix, esta vez de la productora Fábula, con Juan de Dios y Pablo Larraín como sus dueños y principales gestores de esta exitosa compañía nacional. El documental, de poco más de 100 minutos de duración, es dirigido por el cineasta Santiago Correa, quien cuenta con otro largometraje realizado en el año 2006 titulado “Los Bastardos”. En esta oportunidad, logra una historia con un hilo conductual casi perfecto, contando una historia desde la juventud del protagonista hasta el macabro desenlace.

Se sustenta de varios recursos al mejor estilo de los documentales que se realizan hoy en día: entrevistas a las personas que tuvieron directa relación con los hechos ocurridos en esos años, imágenes de archivo recogidas de noticieros nacionales e internacionales, y recreaciones realizadas con mucha técnica y originalidad para graficar sucesos que no están documentados o grabados en audio o video.

De esta manera, el pilar fundamental del relato lo hace Pablo Undurraga, uno de los miembros de confianza de Antares durante el periodo de existencia de la “secta de Colliguay”. También participa de forma activa la periodista investigativa Verónica Foxley, quien comienza a indagar en el caso apenas sale a la luz pública en esos años. Aparte de la documentación y sapiencia que ella tiene sobre el caso, el documental se apoya también en los testimonios de investigadores, fiscales, policías, sicólogos y de otros miembros de la secta. Con todo este conglomerado de opiniones y de imágenes elegidas y ordenadas de excelente manera, se tiene una obra redonda, que es fácil de llevar, interesante por el contenido y atrapante por su luz, montaje y sonido.

Al estar basada en una historia real, el relato juega con susceptibilidades, creencias, y con el poder de decisión de cada uno. Y eso es lo que ocurrió con los miembros de la secta. Al verse hipnotizados por la figura magnánima de Antares, su individualidad fue profundamente dañada, perdiendo con ello todo poder de decisión quedando entregados a un sometimiento voluntario -pero sometimiento al fin y al cabo- a los deseos de esta “figura divina”. Por eso es bueno el debate, y esta obra invita a conversar en familia, hablar de las primeras situaciones, comenzar a indagar y tratar de explicar los hechos que se van sucediendo uno tras otro, casi como un juego de rol, para estar atentos y saber avisar a tiempo.

La cinta en ningún caso es morbosa o busca espectacularidad. La narrativa tiene una rica mezcla en que no se apresura en contar los hechos y tampoco aburre. Es casi disciplinaria y educativa en el relato, por lo que al espectador no le queda faltando nada y queda con la grata impresión de haber visto un buen trabajo, aunque el contenido pueda resultar bastante incómodo.

Mención aparte para la música incidental y canción principal del documental, la que está a cargo del gran Carlos Cabezas.

“Antares de la Luz: La secta al fin del mundo” se puede ver en Netflix desde el 25 de abril y no quedará indiferente para la audiencia.

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