“Bestia” (2021): Nuevos lenguajes para el horror
El último cortometraje animado del realizador Hugo Covarrubias se basa en la historia de Íngrid Olderöck, una de las figuras más espeluznantes de la dictadura chilena de Augusto Pinochet. Hoy en la lista corta para los Oscars como mejor cortometraje animado, “Bestia” (2021) cuenta cómo una agente de la DINA en los años setenta utiliza a su perro para cometer vejaciones en contra de los detenidos del centro de detención y torturas Venda Sexy, mientras explora su mundo interior, la relación con su mascota y sus traumas.
No es sorprendente que la película de Covarrubias se construya en primera instancia en base a las posibilidades sensuales que ofrece el stop motion. La vida y el entorno físico inmediato de Ingrid aparecen como un mundo de juguete, con bordes suaves, que invitan al tacto. Así, cuando en general la animación tiende a abrirse a otros mundos, las texturas en “Bestia” refuerzan lo banal: Íngrid se viste, toma desayuno, alimenta a su perro y camina a su trabajo como torturadora a diario en un mundo que pareciera estar hecho casi completamente de fieltro y papel. En medio de esta rutina, la protagonista es una figura de porcelana fracturada y al mismo tiempo impenetrable, que recuerda con amargura el fin de sus días como agente de la policía secreta.
En este sentido, el juego sensorial es la base de la disyunción de mundos que propone el cortometraje. Pues en “Bestia” lo cotidiano y lo íntimo no necesariamente son lo mismo. La rigidez de la protagonista esconde un mundo interno tortuoso. Es aquí donde las capacidades expresivas de la animación llevan los gestos al mundo de lo pesadillesco y horroroso. La tranquilidad de la vida de Íngrid se constituye a expensas de su degradación moral, encarnada en las noches de bestialismo con su perro y en las escenas de paranoia que proyectan en su psiquis los efectos de su trabajo como torturadora.
Como su protagonista, “Bestia” es un cortometraje fisurado, o más bien, con tensiones internas en pugna para dominar el relato. La última escena, con Íngrid en el avión, es clave: cuando pareciera haber certidumbre en comprender la historia como un recuerdo de la protagonista, las apariciones espectrales que divisa por la ventana la asaltan aún en el terreno de lo cierto. Esta ambigüedad narrativa es un audaz paso de la película de Covarrubias, pues donde “Historia de un oso” (Gabriel Osorio, 2014) utilizó la alegoría como medio para vincularse con la realidad, la presente echa mano a recursos menos concretos y camina por derroteros más escabrosos.
En cierto modo, “Bestia” confirma el inamovible interés narrativo en los fantasmas de nuestra memoria histórica reciente, no desde su planteamiento temático —que aunque idiosincrático, es a la vez abstracto— sino desde sus posibilidades formales y sensitivas. Pero por sobre todo, el cortometraje habla de un medio que ha ido encontrando la madurez para elegir sus relatos y los lenguajes para contarlos.
“Bestia” (Hugo Covarrubias, 2021) tuvo su premiere nacional el 09 de julio de 2021 en el 10º Festival Internacional de Animación Chilemonos.
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