Cine en línea: Grandes westerns latinoamericanos de ayer y hoy
En el texto “El ‘western’ o el cine americano por excelencia” (J,L. Rieupeyrout, 1957), el crítico de cine francés André Bazin se pregunta “¿qué hay en las poblaciones árabes, hindúes, latinas, germánicas o anglosajonas, entre las que el western no ha cesado de cosechar éxitos; qué les hace interesarse por la evocación del nacimiento de los Estados Unidos de América, las luchas de Buffalo Bill contra los indios, el trazado de las líneas de ferrocarril o la guerra de Secesión?”, teorizando respecto al atractivo que generan las películas de vaqueros enfocadas en la historia estadounidense y destacando la fuerte conexión del género con la esencia misma del cine: el movimiento. Desde cabalgatas a persecusiones varias, la poética visual que acompaña al western clásico suele estar asociada al aspecto más kinético de la comunicación audiovisual. Obviamente, dependiendo de la locación, la historia puede variar. Gracias a nuestros amigos de Eyelet Media, en Bitácora de Cine les presentamos una muestra de cinco películas alejadas de las pampas estadounidense, que nos acercan a las tierras de nuestros países vecinos; grandes westerns latinoamericanos de ayer y hoy.
“Pampa Bárbara” (Lucas Demare y Hugo Fregonese, Argentina, 1945)
Situada en 1833, en un fortín en medio de la provincia argentina de La Pampa, la historia de “Pampa Bárbara” comienza cuando el comandante Hilario Castro (Francisco Petrone) —cuyos ideales se pueden resumir en la frase “la guerra hay que hacerla de frente”— decide traer mujeres desde Buenos Aires con el fin de que los soldados no deserten. Al conocer a Camila Montes (Luisa Vehil), una de las recién llegadas, Castro se enfrenta por primera vez a una serie de críticas a su manera de liderar y al verdadero enemigo de esta historia, descrito por el narrador de este relato (Enrique Muiño) como “el vértigo del amor al cual ningún corazón humano es ajeno”. Teniendo como base aquél puntapié argumental, la dupla conformada por el realizador argentino Lucas Demare y un debutante Hugo Fregonese recaptura la epopeya del gaucho argentino y el racismo tras los ideales de “poblar la tierra y exterminar a indio” para desarrollar una interesante postal argentina que transita temáticamente entre rivalidades de pueblos originarios y soldados blancos, visiones paternalistas en torno a la familia como núcleo social, y el rol que la mujer suponía en la vida de un forajido. En términos técnicos, el largometraje no teme en desplegar diversas escenas musicales en bares, elaboradas secuencias de cabalgatas al aire libre, y una pomposa banda sonora que, si bien le dan espacio a diálogos definitorios de personajes y situaciones tomar el ritmo de esta narrativa orientada al drama y el romance, explotan en la última media hora de metraje en un espectáculo de flechas, cañones y persecusiones que no tienen nada que envidiarle a los westerns contemporáneos. Con respecto al presente visionado, cabe mencionar que no existe una versión restaurada de este largometraje; esta copia presenta saltos, granos y rayas. Para bien o para mal, es lo más cercano a presenciar una exhibición en fílmico en la era del streaming.
“Juan Moreira” (Leonardo Favio, Argentina, 1973)
En el Chile del siglo pasado, Leonardo Favio se convirtió en una figura mayormente conocida por su faceta de cantautor. En retrospectiva, esto no debería causar mayor sorpresa: la presencia del artista cantando “Ella… ella ya me olvidó, yo la recuerdo ahora” en la transmisión televisiva del 38° Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar es algo difícil de olvidar. Sin embargo, su rol como director de cine es algo a lo que no hay que hacerle vista gorda. “Juan Moreira”, su primera película a color, es un gran punto de partida para descubrir su notable faceta cinematográfica. La historia nos presenta a Juan Moreira (Rodolfo Bebán), un gaucho que es encarcelado por reclamar algo que le correspondía. Luego de ser liberado, busca tomar justicia por cuenta propia. Como la misma película aclara en su inicio, “el protagonista de nuestra historia es la triste síntesis de la época”. Basándose en la novela de Eduardo Gutiérrez, Favio utiliza al personaje que le da nombre a la historia para simbolizar las desdichas que, históricamente, han acompañado a la figura del gaucho argentino que, haga lo que haga, es visto como un sospechoso ante la mirada de las autoridades. El actor argentino Rodolfo Bebán brinda uno de los papeles más representativos de su trayectoria trayendo a la vida a un Juan Moreira agobiado por su lucha interna; un hombre que siendo un símbolo reivindicativo de las nociones de venganza que surgen en sectores populares debido a las injusticias de las fuerzas de mandato imperantes. Más que un reflejo de la realidad con tintes de fantasía, “Juan Moreira” es una fantasía demasiado real, y la prueba de que Leonardo Favio es uno de los directores de cine argentinos más importantes de la historia.
“Río de Oro” (Pablo Alderete, México, 2010)
“Río de Oro” es la única película latinoamericana de esta muestra con una fuerte presencia estadounidense aunque, en este caso, los norteamericanos no son quienes producen o protagonizan el relato. Situada en 1852, en plena invasión norteamericana, este western mexicano se presenta inicialmente como una serie de viñetas —vagamente— interconectadas que reflejan las luchas de poder entre tres grupos radicalmente distintos: los criollos hispanoamericanos que no saben bien en quién confiar, los colonos norteamericanos que buscan conquistar y regocijarse con mujeres y whisky, y la tribu de los apaches que, simplemente, buscan defender su territorio. Las historias convergen en un climax que, en una interesante cita a “Fight Club” (David Fincher, 1999), decide concluir el relato con aquella canción de Pixies. Ustedes saben a cuál me refiero. Si bien las historias que reflejan choques fronterizos entre estadounidenses y mexicanos resultan bastante comunes en los westerns norteamericanos, es bastante interesante el enfoque que el realizador Pablo Alderete pone en tópicos clásicos como “la ley del más fuerte”, el colonialismo, y el racismo sistémico, aplicadas al otro lado de la frontera.
“Cuates de Australia” (Everardo González, México, 2011)
¿Puede un documental ser considerado parte del género western? Si crees que es así, no puedes dejar de ver “Cuates de Australia”, un acercamiento etnográfico a vidas —aparentemente— secas. Desarrollado bajo la mirada y cámara en mano de Everardo González, este interesante ejemplo de no-ficción retrata los rituales que realiza la comunidad de Coahuila —ubicada al noreste de México— con el fin de encontrar agua en tiempos de sequía. Como si se tratara de un exilio, hombres y mujeres de todas las edades esperan la llegada de las primeras gotas de lluvia para, recién ahí, regresar a sus tierras. Los protagonistas tienen los sombreros característicos de un vaquero, se transportan a caballo como un clásico vaquero, y deambulan en paisajes dignos de una historia de ficción amparada por John Ford o Sam Peckinpah. Sin embargo, todo es real. Este largometraje documental exhibe la triste realidad de una comunidad que oscila su andar entre la supervivencia y el escondite de la muerte, equilibrando iconografía digna del lejano oeste para evidenciar una realidad en donde, a pesar de un árido futuro, el cauce natural de la vida continúa.
“Pueblo Viejo” (Hans Matos Camac, Perú, 2015)
Así como “Per un pugno di dollari” (Sergio Leone, 1964) es el referente por excelencia del spaghetti western y “Amukan” (Francisco Toro Lessen, 2019) es un gran ejemplo del merkén western, “Pueblo Viejo” es un largometraje peruano que, fácilmente, podría considerarse uno de los primeros westerns andinos. Situada en un lugar de la serranía del Perú, “Pueblo Viejo” narra la historia de la localidad homónima. Comandada por el Principal (Juan Manuel Ochoa), el mayor terrateniente de la zona, la antigua localidad de Pueblo Viejo se presenta de manera muy metafórica como un lugar donde el constante abuso y violencia que sufren sus habitantes por sus gobernantes evidencia las estructuras de poder que lo permiten. Tratando de sortear el crudo destino de muerte que envuelve a su entorno, el misti Eduardo Camac (Christian Esquivel) intenta acabar con la tiranía del Principal con una clásica —pero poderosa— motivación: la venganza. ¿Correrá sangre en Pueblo Viejo? A pesar de su evidente inclinación a elementos narrativos clásicos del género —como historias de abigeato, adueñarse de un territorio como símbolo de poder y ajustes de cuenta por medio de tiroteos—, la dirección de Hans Matos Camac se inclina a desarrollar las conductas abusivas de un patrón acaudalado y la clase trabajadora abusada por este, encaminando el relato a un notable duelo final musicalizado por una banda sonora que varía desde tranquilos sonidos andinos a estruendosas guitarras eléctricas, intensificando las escenas de acción, sin alejarse de sus raíces latinoamericanas.