Ocho historias animadas para grandes y chicos
Agosto es un mes en donde se conmemoran muchas cosas: el Día de la Fotografía, el Día de la Solidaridad y, obviamente, el Día del Niño. El pasado 8 de agosto se compartieron muchísimas películas animadas para conmemorar este día, como si la animación fuese un género netamente infantil. Sin embargo, la animación no es un género, si no un medio en sí mismo. Y dicho medio no es exclusivo de los más pequeños del hogar. Para demostrar esto, en Bitácora de Cine les presentamos ocho historias animadas que pueden ser disfrutadas tanto por adultos como por niños; dos películas y seis cortometrajes. ¡Disfruten!
“Home Sweet Home” (Pierre Clenet, Alejandro Díaz y Romain Mazevet, Francia, 2013)
“Home Sweet Home” nos presenta las aventuras de un par de casas que escapan de los suburbios y emprenden diversas aventuras. Así es: casas que caminan. En algo que podría ser calificado como una road-movie en un mundo en donde la presencia humana es prácticamente nula, observamos cómo un elemento permea a la ausencia de “seres vivos”: el amor. Al igual algunos de los cortometrajes de esta lista, esta obra francesa no tiene diálogo alguno. Sin embargo, una pregunta atraviesa las aventuras de estas edificaciones antropomórficas: ¿qué convierte a una casa en un hogar?
“O menino e mundo” (Alê Abreu, Brasil, 2013)
“O menino e mundo” se traduce literalmente como “El niño y el mundo” y, en resumidas cuentas, eso es lo que encontrarás. Obviamente, la historia tiene muchos matices, pero no vale la pena adelantarlos del todo. Por medio de los ojos del niño protagonista y una ausencia total de diálogo, este largometraje brasileño está construido por trazos animados que a un inicio se presentan de una manera muy simplificada pero, a medida que el personaje titular comienza a descubrir y cuestionar su entorno, estos se complejizan de igual manera que todo lo que le rodea; desde reacciones a un simple eructo, hasta las destructivas consecuencias de la industrialización y el capitalismo en el mundo moderno. Y más no les diré. Simplemente, un deleite visual para grandes y chicos, por muy cliché que suene esa frase.
“Gusla ou les malins” (Adrienne Nowak, Francia, 2016)
“Gusla ou les malins” es un cortometraje documental animado, basado en una conversación que tuvo Adrienne, una mujer que volvió a su Polonia natal, luego de reencontrarse con su familia. Tras su largo viaje, la protagonista llega con una pregunta en mente para su abuela: ¿cómo se vívía bajo ideales comunistas? Por medio de técnicas tradicionales de animación en 2D —y algunos detalles tridimensionales—, este cortometraje francés convierte la intimidad familiar en un sentimiento colectivo, cuestionando qué hacer con las historias que nos contamos a nosotros mismos, teniendo en cuenta que los nombres de los muertos no deben ser tomados en vano.
“Negative Space” (Ru Kuwahata y Max Porter, Francia, 2017)
Basado en un poema de Ron Koertge, “Negative Space” cuenta la melancólica historia entre un hijo, su padre, y el vínculo que los une: el arte de empacar eficazmente. A través de técnicas de stop-motion, este imaginativo cortometraje transforma al broche de una maleta en una carretera y al interior de esta en un —literal— mar de ropa. Si bien la fortaleza principal de esta historia recae en su apartado visual, la voz en off de Albert Birney le añade una dimensión nostálgica a un relato marcado por el difuso recuerdo en torno a una figura paterna ausente.
“El ángel en el reloj” (Miguel Ángel Uriegas, México, 2018)
Así como se declara en la escena inicial de la película, “El ángel en el reloj” cuenta la historia de lo que le pasa a Amelia (Zoe Mora), una niña con leucemia, cuando intenta detener el tiempo. Encrucijadas temporales, mundos fantásticos, y una marcada estética steam-punk abundan en este largometraje mexicano que desarrolla una alegoría sobre qué hacer con tu tiempo cuando te avisan que, lamentablemente, no te queda mucho. Ideal para todos aquellos padres que buscan cómo introducir tópicos tan delicados como el cáncer, la muerte y el duelo en las mentes de los más pequeños del hogar.
“Je sors acheter des cigarettes” (Osman Cerfon, Francia, 2018)
Jonathan (Théo Van de Voorde) tiene doce años y vive con su hermana Louise (Manon Bresch), su madre (Delphine Rollin), y unos hombres misteriosos que abundan en distintos lugares del hogar. Acentuando la tensión entre estos residentes —¿imaginarios?— y el protagonista, “Je sors acheter des cigarettes” nos presenta la relación de dos hermanos, el trauma que cargan, y cómo este permea en la pubertad de Jonathan y en los líos amorosos de Louise. Si les interesan las historias en donde la línea entre lo cotidiano y lo surreal es sumamente delgada, este cortometraje es para ustedes. Es cosa de ver para creer.
“Esperança” (Cécil Rousset, Jeanne Paturle y Benjamin Serero, Francia, 2019)
Esperança tiene quince años y recién llegó a Angola con su madre. En la estación de Amiens buscan un lugar donde dormir y, por sobre todo, ayuda: su padre “desapareció” sin dejar rastro alguno. De una manera similar a “Gusla ou les malins”, “Esperança” es un cortometraje animado basado en hechos reales. Por medio de pincelazos —literales— a una vida marcada por la persecución política y la incertidumbre, el relato de Esperança sirve como guía para, eventualmente, graficar lo que su nombre representa. Una historia tan sencilla en su realización como poderosa en su relato.
“Leaf” (Aliona Baranova, República Checa, 2020)
En este cortometraje silente, un bondadoso marinero gigante llega a una aldea con su barco. De la nada, una niña le regala una hoja. Le recuerda a su casa. ¿Qué hacer cuando una vida de viajes y transportes te aleja de tu verdadero hogar? En poco más de cinco minutos, “Leaf” demuestra cómo ayudar a los demás puede ayudarte a encontrar la serenidad. Más que un cortometraje, un cariñito para el alma.