Cine en línea: Tres alternativas rítmicas para celebrar el Día Internacional de la Danza
Desde 1982, y por iniciativa de la UNESCO, cada 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza. La fecha —elegida por ser el natalicio de Jean-Georges Noverre, bailarín francés considerado el creador del ballet moderno— busca fomentar el desarrollo de actividades por la expresión corporal. Con motivo de festejar el arte del movimiento, en Bitácora de Cine —y con el apoyo de Eyelet Media— les presentamos tres películas en donde, de una u otra manera, el motor principal resulta ser el baile: un documental sobre el mundo del flamenco, la historia coming-of-age de una joven bailarina rusa, y una atípica aproximación a una revuelta industrial.
“Iberia” (Carlos Saura, España, 2005)
Dirigido por Carlos Saura —cineasta reconocido por obras como “Cría cuervos” (1975) y “¡Ay, Carmela!” (1990)— y basada en la suite homónima del compositor español Isaac Albéniz, “Iberia” es un acercamiento documental al mundo del flamenco. Gracias a una aproximación fotográfica en donde la cámara pareciera bailar en todo momento junto a los intérpretes de turno, la mirada de Saura hace relucir a artistas consagrados de la escena española, como lo son Sara Baras, Antonio Canales, Manolo Sanlúcar, Miguel Ángel Berna, José Antonio Ruiz, entre otros. El enfoque principal de los registros audiovisuales busca demostrar el proceso creativo en torno a la creación artística de una pieza de flamenco y su eventual ejecución, retratando cómo dicha actividad no es tan lineal como se podría pensar, evidenciando la fusión de elementos del ballet clásico, el baile contemporáneo, y la danza española. Si bien el peso de la narrativa recae en los músicos y bailarines que interpretan —y reinterpretan— “Iberia”, Saura no descuida el apartado visual del relato; cuando el ritmo se intensifica, el espacio cinematográfico se reordena, la iluminación cambia, y, a la par con la música, la danza invade cada centímetro de la pantalla.
“Polina, danser sa vie” (Angelin Preljocaj y Valérie Müller, Francia, 2016)
Basada en la novela gráfica “Polina” de Bastien Vivès, “Polina, danser sa vie” cuenta la historia de —adivinaron— Polina (Anastasia Shevtsova), una bailarina que viaja a Moscú para integrarse al prestigioso Ballet Bolshoi, el eterno sueño de sus profesores y su familia. Una vez ahí, la joven intérprete encontrará el amor, el ambiente de la danza contemporánea, y un cambio de actitud que la motivará a explorar nuevas aristas de su sensibilidad artística, pero ¿a qué costo? Gracias a la delicada dirección de la dupla conformada por el coreógrafo Angelin Preljocaj y la realizadora Valérie Müller, este curioso drama coming-of-age logra superar algunos problemas de guión ligados a las obsesiones y ambiciones de la protagonista, potenciando diversas rutinas de baile que destacan tanto el desplante de Anastasia Shevtsova en su rol protagonico como la destreza de quienes la acompañan en el camino de la expresión corporal; la secuencia final es algo difícil de olvidar. Además, este largometraje cuenta con la presencia de la gran Juliette Binoche como una intrigante coreógrafa. ¿Qué mejor?
“A Fábrica de Nada” (Pedro Pinho, Portugal, 2017)
La que pareciera ser la entrada mas atípica de esta lista, no se aleja de la temática que la convoca: la expresión corporal como liberación ante un clima adverso. Al inicio de esta historia, un grupo de trabajadores en Lisboa se da cuenta de que la administración de la fábrica en que trabajan está robando su propia maquinaria. Cuando se preparan para organizar el equipo y los medios de producción, se les obliga a no hacer nada, mientras las negociaciones para eventuales despidos masivos siguen en marcha. En palabras de uno de los superiores, “todo el mundo tiene derecho a huelga, pero no es lo que la fábrica necesita”. La presión del suceso desencadena una revuelta entre los trabajadores que decanta en… ¿baile? En comparación a las otras películas de esta lista, “A Fábrica de Nada” reúne una serie de características bastante particulares: su elenco está compuesto por actores no-profesionales, gran parte de la narrativa transcurre en un mismo espacio y, sorpresivamente, presenta una interesante reflexión sobre la —aparente— muerte del capitalismo en la sociedad europea. Con casi tres horas de duración, y una bellísima dirección de fotografía en formato fílmico, este no es el típico relato musical al que estamos acostumbrados. Sin embargo, lo que a momentos se asemeja al clásico “Modern Times” (Charles Chaplin, 1936), se revela como uno de los largometrajes contemporáneos más honestos, reveladores, y originales al momento de abordar cómo la clase trabajadora dialoga, internaliza y critica el sistema capitalista que nos rige hasta el día de hoy.