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| 28/09/2024 | Actualizado 2:35 am
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Una retrospectiva a la filmografía de Patrick Wang

Un día como hoy nació en el estado de Texas, Estados Unidos, el cineasta Patrick Wang. Con una carrera que incluye cargos como el de director, guionista, dramaturgo, actor e incluso economista, este multifacético realizador taiwanés-americano se ha consolidado como una de las voces más interesantes de la última década en el circuito norteamericano de festivales de cine, siendo destacado por su manejo entremezclando temáticas como el duelo, la burocracia y los choques socio-culturales. Con motivo de celebrar su nacimiento, en Bitácora de Cine les presentamos una retrospectiva que incluye las cuatro películas que conforman su filmografía: “In the Family” (2011), “The Grief of Others” (2015), y las dos partes que componen el díptico “A Bread Factory” (2018).

“In the Family” (Patrick Wang, Estados Unidos, 2011)

Durante toda su vida, el pequeño Chip Himes (Sebastian Brodziak) ha vivido junto a sus dos papás: Cody Hines (Trevor St. John) y Joey Williams (Patrick Wang). Cuando Cody muere repentinamente por un accidente de tráfico, Joey y Chip intentan sobrellevar el duelo. En medio del dolor, ambos se dan cuenta que Cody no había actualizado su testamento, dejandolo a cargo de su hermana. Marcando casi tres horas de duración, “In the Family” es un drama cotidiano que se enfoca en los cruces familiares que surgen en torno a la custodia de un infante, detallando cómo este tipo de procesos burocráticos suelen opacar la atemporalidad que marca el proceso de un duelo. La ópera prima de Patrick Wang evoca la obra de autores como Chantal Akerman o Theo Angelopoulos, dejando la cámara reposar hasta en los momentos más mundanos de la relación padre-hijo, remarcando la importancia de aquellos momentos que, ante una eventual batalla legal, podrían irse para siempre; un duelo que no termina.

 

“The Grief of Others” (Patrick Wang, Estados Unidos, 2015)

Basada en la novela homónima de Leah Hager Cohen, “The Grief of Others” retrata las consecuencias que genera en una pareja el fallecimiento de su bebé, tan sólo 57 horas después de su nacimiento. Con esta simple —pero igualmente dura— premisa, Patrick Wang retrata la rutina de los protagonistas como una lucha diaria, alejándose de la estaticidad que caracterizaba a su ópera prima y, así, adentrarse en un modelo narrativo en donde la inestabilidad del lente representa la incertidumbre del panorama que atraviesan los personajes principales. Nuevamente, el director se acerca al luto como motor principal de una historia, aunque esta vez se aleja del aspecto invasivo de la burocracia, para dar rienda suelta a la intimidad que surge ante una nueva normalidad.

 

“A Bread Factory, Part One: For the Sake of Gold” (Patrick Wang, Estados Unidos, 2018)

Luego de 40 años a cargo del espacio de arte comunitario The Bread Factory, Dorothea (Tyne Daly) y Greta (Elisabeth Henry) deberán combatir contra May Ray (Janet Hsieh y George Young), una pareja de artistas performáticos de China que busca construir un edificio que podría poner en jaque la continuidad de su salón de eventos. Si se piensa a cada obra de arte como el inicio de un diálogo, “A Bread Factory, Part One: For the Sake of Gold” retrata todas las conversaciones previas y posteriores a la charla que plantea una producción artística. La manera en que sus escenas dialogan entre sí bordean una línea muy delgada entre ser catalogada como una antología o una película coral. Sin embargo, la primera parte de este díptico puede ser simplificada como una sensible oda al arte comunitario.

 

“A Bread Factory, Part Two: Walk With Me a While” (Patrick Wang, Estados Unidos, 2018)

Si la primera película era una exploración a los diferentes alcances estéticos y narrativos del arte comunitario, “A Bread Factory, Part Two: Walk With Me a While” es una verdadera celebración de la performance como recurso comunicativo-expresivo. Esta vez, los integrantes de The Bread Factory buscan ensayar la obra de teatro “Hecuba”, mientras la ciudad se llena de turistas que, por alguna razón inexplicable, no paran de cantar; los bares son sus tribunas para bailar tap y los palos selfies son el mejor instrumento de baile del lugar. Así como la primera parte del díptico se enfocaba en la gentrificación generada por artistas extranjeros, acá se aborda cómo la momentánea visita de una serie de personas que, literalmente, no quieren dialogar, genera un impacto en la comunidad artística de un lugar en donde el arte no deja de fluir.

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