“CODA” (2021): La necesidad de un lenguaje propio
Para Tony Area.
“Other kids that are afraid of singing don’t sign up for choir”.
La primera imagen de “CODA” (Sian Heder, 2021) indica cierta anomalía en su simpleza. La escena transcurre en el mar y el cielo está parcialmente nublado. Los tonos plomizos del agua y el cielo en este plano se diferencian levemente de la típica toma del azul marino y el cielo despejado.
Después, mientras Ruby (Emilia Jones) canta “Something’s Got a Hold on Me” de Christina Aguilera bajo un cielo celeste, conocemos a la familia Rossi. Trabaja en un bote pesquero y son un grupo con limitaciones sensoriales si bien ella no las tiene.
Para su beneficio y su perjuicio, decisiones simples como ese comienzo hacen que, paradójicamente, la premiada obra pase casi desapercibida más allá de sus momentos genuinos. La llaneza visual fluye gracias al guion observador de Sian Heder y un elenco confiable.
Además, los azules, grises, rojos y verdes en el diseño visual de la producción están atentamente trabajados. Mientras la furgoneta de la familia tiene un azul claro, Ruby viste un suéter azul Oxford como si ella buscara su propio tono. En otra escena, los verdes en el vestuario y el contenedor aluden unidad orgánica cuando discuten decisiones sobre el negocio familiar en el muelle.
Por su parte, el diseño sonoro usa muy poca música fuera de plano para subrayar el dramatismo. Si bien el interés de la protagonista es musical, Heder aprovecha más bien las escenas íntimas y la lengua de señas. Así libera a sus personajes de los roles familiares donde ella misma los mete partiendo del guion de “La Famille Bélier” (Éric Lartigau, 2014), obra descuidada en su dirección actoral y su propuesta cromática.
De esa manera, las escenas familiares enclavan momentos importantes. Ruby reconoce que ha sido la intérprete de ellos durante toda la vida. Su madre (Marlee Matlin) confiesa la alegría de que su hija sepa quién es. Su hermano (Daniel Durant) la empuja a que siga el canto. Y el padre (Troy Kotsur) siente el cantar de su hija palpando su garganta. Es el mismo hombre que reconoce ante su esposa que Ruby nunca fue una bebé. Estos detalles ejemplifican una obra aguda frente a cómo funcionan ciertos vicios del núcleo familiar y cuánto cuesta cambiarlos.
En este sentido, el hallazgo de Victoria Bedos, la guionista de la verdión francesa, es valioso. La audición como cantante es múltiple y revitalizante en sus sentidos. Es una prueba para escucharse y afianzarse a ella misma, no solo una evaluación ante otros.
De vuelta a la versión de Heder, cuando Bernardo Villalobos (Eugenio Derbez), el profesor de música, le pide a Ruby que exprese lo que siente cuando canta, es la mejor muestra de los ambiguos logros de la obra. Así como la expresión corporal de Jones intenta manifestar qué siente, la película esboza el rol de la protagonista. Y a su vez la vaguedad expresiva de la actriz, que de todas maneras se compensa en escenas previas y posteriores, ejemplifica una narrativa de giros poco genuinos donde la agudeza de ciertos diálogos generan el anhelo de una historia más genuina en sus búsquedas.
Surge entonces la pregunta sin respuesta inmediata: ¿Cómo una obra desapercibida en su recepción, con apenas un millón de dólares recaudados en taquilla, gana tres de las estatuillas principales en el premio más longevo en la historia del cine?
Quizás parte de la respuesta está en los límites fijados por la protagonista frente a su entorno familiar después de haber sido quien los integró a la comunidad por su impedimento de audición. Tienta comparar a esta protagonista con el de “Sound of Metal” (Darius Marder, 2020), una obra más observadora estéticamente hablando. Ambos personajes terminan aislándose de sus entornos problemáticos.
Otra posible respuesta surja del hecho de que ninguna película sobre dificultades sensoriales ni físicas había ganado el Óscar hasta ahora. Y que si mucho se había justificado que todos los seres humanos tenemos discapacidades, Heder refuerza esto con una decisión que aventaja su obra por encima de la historia original y otras películas sobre discapacidad: incluir las necesidades sexuales de la familia Rossi con gracia incluso visual y algo de semidesnudez.
Al final, así como señala Chuck Bowen, cuando Sian Heder no tiende a lo que dicta la fórmula y se dispone a explorar los contornos de lo que significa pertenecer a una familia sorda, “CODA” puede ser conmovedora. Porque quién no ha pertenecido a alguna variante anatómica, perceptiva o social de la sordera antes de independizarse de la verdadera discapacidad: hallar una manera auténtica de expresarse.
“CODA” (Sian Heder, 2021) se estrenó en salas de cines chilenas el 31 de marzo de 2022.
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