“Cómo tener sexo” (2023): Heridas compartidas
“Cómo tener sexo” (2023) es una película sobre rituales. Tara, Skye y Em son tres amigas que emprenden un viaje a Malia, Grecia el último verano antes de comenzar sus nuevas vidas post escuela secundaria. En este destino vacacional, nuestra protagonista (Tara) tiene el objetivo de perder su virginidad, la cual le avergüenza profundamente. Sin tiempo que perder, las chicas se zambullen en un ambiente de desenfreno, euforia, drogas y alcohol.
El primer largometraje de Molly Manning Walker, osadamente explora un complejo tejido social, regido por un modelo heteropatriarcal y las nebulosas dinámicas sociales y sexuales en juego bajo dicho paradigma. La joven Tara, interpretada por Mia McKenna-Bruce, cree que perder su virginidad es un paso necesario para cruzar el umbral hacia la adultez, espera que este momento sea una experiencia trascendental. Utilizando esta ingenuidad como punto de partida, la directora utiliza distintas variaciones en el lenguaje cinematográfico para establecer un gradual cambio de tono: de una ligereza atribuible a la ilusión juvenil, al suspenso dictado por una serie de conductas masculinas violentas altamente normalizadas, las cuales Tara está experimentando por primera vez.
Esta creciente tensión es efectiva en la medida que el espectador no tiene cómo intervenir en lo que hoy en día, sería coloquialmente calificado como un “evento canónico”. Esta es la gran tragedia de la película; más que un manual, como sugiere su título, la frase “Cómo tener sexo” es un ingenioso y deprimente guiño a una realidad poco cuestionada dentro de la cultura heterosexual: bajo el alero del patriarcado, para muchas mujeres, tener sexo o perder la virginidad tiende a ser una experiencia decepcionante en el mejor de los casos y profundamente traumática en el peor.
El contexto en que se desarrolla la historia no es coincidencia: a través del énfasis narrativo puesto en el excesivo consumo de alcohol sin supervisión alguna y el acto de beber como una forma de participar activamente en esta cultura, las líneas del consentimiento se desdibujan aún más.
Sin embargo, la delicada sensibilidad de Manning Walker permite acceder a este mundo sin castigar ni culpar a sus protagonistas de los eventos ocurridos en su paso por el balneario griego. Su retrato del hedonismo y libertinaje de la juventud británica evidencia una vasta melancolía, un cinismo que se cuela sutilmente a través del diálogo, pequeños momentos de vacilación y actos autodestructivos sintomáticos de una herida generacional palpitante. Sin educación sexual, consensos ni un léxico que permita a los personajes comunicarse y adquirir conciencia de su derecho a consentir, la trama se desenvuelve a través de adolescentes confundidas, avergonzadas e intoxicadas.
Manifestando un emocionante crecimiento en la apropiación del lenguaje audiovisual respecto de sus cortometrajes anteriores —The Forgotten C (2020) y Good, thanks, you? (2020)— para explorar fallas sistémicas en instituciones sociales, la directora critica la falta de información y conversación en torno a la actividad sexual como un perpetrador del desbalance de poder exhibido en la película. La nocividad de estas estructuras es urdida con bromas aparentemente inocuas, exasperantes insistencias o derechamente acoso sexual de parte de los hombres y aceptada con resignación por las chicas inexpertas, como parte de la etiqueta social.
Tara justifica la anticlimática e incómoda pérdida de su virginidad y una posterior violación por parte del mismo individuo como una derrota personal, una manifestación de su continuo fracaso en un mundo en el que jamás logra encajar del todo. Por ello, conteniendo las lágrimas, su reacción inmediata es bajarle el perfil a esta agresión sexual, internalizando una supuesta incompetencia de su parte. Tiene sentido que Em, la única amiga lesbiana —quien en consecuencia transita por este ecosistema sin participar directamente de las dinámicas sexoafectivas tan normalizadas por el paradigma social heteropatriarcal— sea la que finalmente valide aquella indescriptible sensación de malestar y reconozca la violencia ejercida sobre su mejor amiga.
Con un final tierno pero desgarrador, “Cómo tener sexo se sumerge” en una particular etapa formativa que para muchas mujeres se convertirá en recuerdos lacerantes y experiencias compartidas. El consentimiento es mucho más complejo que un simple “sí” o “no”. Molly Manning Walker trabaja esta ambivalencia desde el naturalismo, presentando al espectador en 1 hora y 38 minutos, la claustrofóbica experiencia de crecer siendo mujer.
“Cómo tener sexo” tuvo su estreno en el Festival de Cannes, obteniendo el premio Un Certain Regard. Actualmente, se encuentra disponible en salas de cine y posteriormente será exhibida en la plataforma MUBI.