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23 noviembre 2024, 05:18 AM | Actualizado | Chile
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Diego Soto, director de Muertes y Maravillas

Diego Soto, director de “Muertes y Maravillas” (2023): “Las situaciones surgen por propuestas de los intérpretes y de observar sus personalidades”

  • La película chilena tuvo su estreno nacional en la 30º edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado Largometraje 2023. Recientemente, fue reconocida en la Competencia Nacional de FIDOCS con el Premio a la Mejor Película.

“Muertes y Maravillas” (2023) sigue a un grupo de adolescentes lidiando con la muerte de un amigo. Deambulando por Rancagua durante el caluroso verano (el primero después de salir del colegio), los chicos viven este duelo a través de sus conversaciones, la música y la literatura. Con una sensibilidad genuina y encariñada con el entorno y sus personajes, Diego Soto nos invita a sumergirnos en el tiempo de la película. Sin grandilocuencias ni pretensiones epopéyicas, el largometraje se concentra en un mundo donde, en palabras del director, todo se siente irrelevante. Sin embargo, a través del coming-of-age, la película lo observa todo con ojos curiosos que resignifican la pérdida y el abandono.

Tanto en “Un Fuego Lejano” (2019) como en “Muertes y Maravillas” (2023) hay una influencia neorrealista que se manifiesta en el deambular de los personajes, el uso de exteriores, de no actores, etc. Pero también hay algo muy latinoamericano que es la presencia de la rareza, de lo inexplicable. Cuéntame un poco sobre esta exploración en tu ciudad natal de Rancagua.

Empecé a grabar Rancagua cuando me alejé de Rancagua. Mis trabajos en la escuela estaban influenciados por asuntos surrealistas, sobre todo formalistas. Cuando me instalé en Santiago, Rancagua pasó a ser el lugar donde yo me iba en los veranos. Así, gradualmente pasó a ser un lugar de memoria. Volvía cada año y siempre estaba igual, es una ciudad bien estancada en el tiempo. En general se caracteriza por ser una ciudad bien muerta, la gente está encerrada en sus casas y son los jóvenes los que salen a webear.

En mi largometraje de tesis, estábamos obligados a usar el modelo de industria, el cual me parece bastante anticuado, fue una experiencia bien poco satisfactoria. Después con Manu Vlastelica (Director de Fotografía) decidimos hacer una película que nos gustara. En ese momento me di cuenta de que todas las historias que podía contar estaban en Rancagua.

Ya que trabajas con no actores, ¿Cómo se da esa construcción desde lo narrativo? ¿Cuánto de los personajes está guionizado y cuánto corresponde a los actores interactuando de manera natural?

En ninguna de mis películas he trabajado con guion en formato tradicional. Nunca he escrito diálogo. Hay unas escenas puntuales donde escribo diálogo pero solo para mí. Al actor nunca le digo lo que tiene que decir. Para mí era súper importante que las palabras las escojan los mismos intérpretes, y que las escojan en el momento en el que están, actuando y reaccionando frente al otro.

Los diálogos y las estructuras de las escenas son situaciones, pies forzados, ese tipo de lógica más relacionada al juego actoral que a lo previamente escrito. En “Muertes y Maravillas”, una de las primeras escenas que se me ocurrió fue la conversación entre la mamá y los amigos de su hijo, donde ella les pregunta los precios de las cosas y ellas no saben. Yo tenía la impresión de que ellos no iban a saber, así que les planteé el juego y les quité los celulares para que no se pusieran a buscar, porque les daba vergüenza no saber.

¿Hay algo de autobiográfico en tus películas?

Pese a que son películas bien personales para mí, casi ninguno de los acontecimientos es autobiográfico. En el caso de “Muertes y Maravillas”, el elemento autobiográfico tiene que ver con los lugares más que las situaciones. Llevé a los actores a lugares donde yo había pasado mi adolescencia. Para mí era una imagen autobiográfica ver a un grupo de cabros intentar conseguir que les compren copete en esa botillería. Pero lo que se desarrolla después narrativamente es más un espacio de imaginación que de reconstrucción de cosas que me hayan pasado.

Las situaciones surgen por propuestas de los intérpretes y de observar sus personalidades. Para ello, era muy importante para mí que el equipo de filmación fuera más pequeño que el grupo de amigos, para que no se cohiban. Como en el rodaje éramos tres (Diego, Manuel Vlastelica en foto y Alexis Donoso en sonido), el espacio era de ellos, no se sentía como que estábamos grabando una película. Yo no decía acción ni corte, sino que intercambiaba gestos con Manu para que se ponga a grabar, iba dirigiendo dentro de la toma, etc.

Sobre Teillier, su poemario homónimo habla mucho sobre las despedidas. En la película, se manifiesta en la enfermedad del protagonista pero también en algo más trascendental, de conservar un tiempo y un espacio que va desapareciendo. ¿Cómo fuiste incorporando los referentes literarios?

Para mí era importante ese tema. Cómo un cabro de región, sin ningún contacto con las artes, con la cultura; sin que nadie de su familia tuviera una relación con eso… cómo ese cabro llega interesarse en la poesía y quiere seguir ese camino. Sobre todo en un lugar como Rancagua donde las cosas que uno hace son súper irrelevantes.

Con mi grupo de amigos éramos todos raperos, en el rap fuimos encontrando referentes literarios, rap chileno del 2007 al 2010. Había una gran conexión entre el mundo de los raperos y el de la literatura que nos motivó a ponernos a leer y a buscar. Porque mi relación con la literatura cuando chico venía de la ausencia. En mi casa había dos libros: la Biblia y una enciclopedia de salud de los setenta. Para mí, la idea de los escritores era lo que veía en la tele. Supongo que me parecía fascinante poder inventar… hacer el mismo juego que yo hacía con plastilina o con legos, pero por escrito.

Un momento que me gustó mucho de “Muertes y Maravillas” fue cuando se explica el origen del nombre de los sauces llorones. De forma muy sutil, se exploran ciertos aspectos de la masculinidad, o el ideal masculino en el imaginario chileno, esta idea de resguardarse, no decirse las cosas a la cara…

Es un tema importante en la película, ver cómo un grupo de adolescentes hombres se tiene que enfrentar a sus sentimientos… frente a la muerte. En un grupo de hombres no se daría de manera tan directa, no está esa posibilidad para ellos, que exista ese espacio de apertura. Lo que buscaba es que esa vulnerabilidad se deslizara en la manera en que interactuaban: en la manera que se tocaban o no se tocaban. Y cómo en esa interacción se manifiesta la personalidad de cada uno.

En la primera visita, cuando Yanko juega a insultarse con el protagonista, a nivel textual es una escena hostil pero físicamente es cariñosa. Para ellos fue natural porque son cabros que eran compañeros de colegio desde cuarto básico, tienen un grupo bien “familia”. Algo que repliqué quizás inconscientemente en la película es que son cabros abandonados por sus padres. En un sentido no necesariamente negativo, sino de independencia. Eso es algo que he visto un montón en Rancagua. Esa autonomía implica un abandono que los lleva a buscar esa contención que no obtienen de sus papás.

Es una película muy rancagüina en ese sentido…

Sí, lo cual es bien impresionante para la gente de Rancagua. Cuando mostramos la película, una gran parte del atractivo es eso. Sobre todo me decían: “Oye, se ve bonito” y el hecho de encontrar bonito lo que normalmente no encuentras bonito es interesante, porque habla del acto de mirar las cosas con amor. Para mí era importante hacer la película con mucha conciencia de que tenía que mostrar un cariño hacia sus personajes, en ningún momento burlarse ni parodiarlos, ni menoscabarlos.

Prefiero mirar las cosas con una cierta amoralidad; yo no voy a establecer que lo que está ocurriendo en escena está bien o está mal. Me voy a sentar, ver esta situación suceder, con esa complejidad moral propia de la adolescencia. Es un terreno en que los cabros no han definido un código, o tienen uno bien laxo.

¿Siempre pensaste la película desde la adolescencia?

Creo que en general, los temas para mí aparecen después, cuando estoy montando. Al principio sólo hay decisiones muy concretas… e imágenes. Desde la primera escena se establece que está el mundo de los adultos y el mundo de los cabros. Y el mundo de los adultos tiene otras complejidades, otros problemas, otras preocupaciones. Y el mundo de los cabros, pienso como la mamá, que viven como pajaritos. Y creo que hay algo bello de observar eso, quizás no está mal que vivan de esa manera si existe esa oportunidad. En ese sentido, siempre fue pensada desde el punto de vista adolescente, pero cada cierto rato aparecen los adultos como contraste.

“Muertes y Maravillas” tuvo su estreno internacional en BAFICI 2023, nacional en FICV 2023 y seguirá participando de varios festivales nacionales durante el mes de noviembre.

¡Revisa el trailer de “Muertes y Maravillas!

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