“El Agente Topo” (2020): La sensibilidad de la realidad

Una compañía de detectives privados publica un aviso en el periódico buscando a varones de entre ochenta y noventa años, que tengan cierta experiencia con el uso de teléfonos celulares y que estén dispuestos a estar tres meses fuera de sus casas. Tal como los postulantes lo indican, ofrecer un trabajo a personas que ya nadie acepta por su edad, es algo maravilloso. Hasta que queda el seleccionado: Don Sergio, de 83 años. ¿Su misión? Entrar a un asilo de ancianos en la comuna de El Monte para hacer seguimiento a una abuelita de quien la familia sospecha que no la tratan bien en el lugar. Es decir, Don Sergio será un agente topo y deberá dar reportes diarios, a quien lo contrató, vía WhatsApp. También contará con dos cámaras escondidas, una en los anteojos y la otra en un lápiz que lleva en la solapa de su chaqueta. Todo un James Bond.

Así comienza el nuevo documental de la directora chilena Maite Alberdi, quien ha gozado de buena salud cinematográfica con sus anteriores trabajos más vistos y premiados, “La Once” (2014) y “Los Niños” (2016). En esta película, nuevamente los protagonistas son personas comunes sin bagaje actoral y es precisamente ahí donde radica el mérito de la obra. ¿Por qué? Bueno, no se trata de un documental tendencioso que desea mostrar por medio de generalizaciones la realidad de los hogares de ancianos de Chile. De hecho, Alberdi plantea el título o solo el subtítulo de algunos aspectos que se pueden visualizar a lo largo de la película. No busca ahondar más allá porque no es el ánimo de su historia transformarse en una digna de un programa de televisión que busca criticar al sistema. Acá se plantea una historia que tiene como base una trama detectivesca y son personas reales quienes hacen lo suyo mientras se desarrolla el relato frente a la mirada de las cámaras. El resultado es todo lo que podemos esperar: espontaneidad y realidad.

Los recursos técnicos de Alberdi son los acostumbrados. Utiliza colores pasteles para resaltar la luz y con eso dar una sensación cómoda al espectador. Entre secuencias que involucran a los residentes del asilo, las cámaras se enfocan además en árboles, flores, gatos, agua… todo aquello que logre transmitir serenidad. Quizás la discrepancia que en forma personal tengo con su acercamiento al documental, es el uso de la cámara quieta que utiliza en muchas de sus escenas. La cámara tiene que ser protagonista, debe involucrarse en las tomas y ser los ojos del espectador. Puede que en los documentales en general se abuse de la cámara fija con el pretexto de retratar y perpetuar un momento de la realidad, pero en este caso existe una trama delimitada y una historia, con un objetivo, que mostrar. Sin embargo, Alberdi sabe cómo filmar lo que quiere filmar y esto se ve reflejado en muchas de sus tomas a los abuelitos, sin abusar de primeros planos o secuencias de relleno que los involucren. Si hasta se dio el lujo de mostrar al equipo de producción en cámara, ella misma incluida.

Don Sergio se transforma en todo un personaje sin tener la intención de serlo. Se nota que es un hombre culto. Resulta inevitable que ponga su corazón en el lugar, ya que su personalidad y la atención que entrega a sus congéneres hace que reciba de vuelta el cariño y amor de los residentes del lugar. Si bien fue con una misión, de a poco se hace más dueño de la situación, informando de muchas más cosas del lugar que solo el estado anímico y de salud del “objetivo” y lo delimitado por la historia. De esta manera, la obra avanza, con esa particular mezcla de película y documental que derrocha espontaneidad y emociones varias. Al momento de escribir este artículo, “El Agente Topo” está nominada a los premios Goya y pre-seleccionada en los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera y Mejor Largometraje documental. Todo el éxito del mundo.