El estimulante regreso de Cristián Sánchez
Como películas de clausura del 27ª FICValdivia, uno de los realizadores más reconocidos -y a la vez probablemente de los menos “conocidos”- del cine chileno estrena mundialmente en un mismo día dos nuevos largometrajes: Date una vuelta en el aire y La promesa del retorno.
Si bien a pesar de cultivar un bajo perfil ya contaba con la admiración previa de unos cuantos cinéfilos locales que lo reconocían como un verdadero director de culto y un autor fundamental en la cinematografía chilena, ha sido a lo largo de los últimos 15 años que el cine de Cristián Sánchez ha conseguido afianzarse aún más en el interés de las nuevas generaciones, no sólo en nuestro país, sino además a nivel internacional, como lo demostraron en 2006 y 2007 muestras y retrospectivas de su filmografía en festivales como BAFICI (Buenos Aires) o Toulouse (Francia), además de la publicación del libro de Jorge Ruffinelli El cine nómada de Cristián Sánchez.
Próximo a cumplir 70 años y a casi medio siglo de su debut fílmico -el cortometraje Cosita, de 1971, que a lo largo de nueve minutos se centra en una estudiante universitaria que está embarazada y enfrenta la posibilidad de un aborto-, el cineasta está de regreso, y no sólo con uno, sino con dos largometrajes: Date una vuelta en el aire y La promesa del retorno, que tendrán su estreno mundial este miércoles 14 de octubre como películas de clausura de la 27a edición de FICValdivia, ambas disponibles durante 24 horas desde el horario de su estreno hasta agotar localidades.
Mostrar por primera vez ambas producciones en el tradicional certamen sureño -que en esta ocasión por la pandemia se ha estado realizando de manera online, lo que le ha permitido llegar a público de las más diversas zonas del país- lo confirma como uno de los espacios que más han apoyado a la difusión del cine de Sánchez en los años recientes: antes de este estreno por partida doble, fue ahí donde debutó su anterior incursión en la ficción, Tiempos malos, primero ganando en el work in progress de 2008 y luego al año siguiente ya terminada, y ahí también se exhibió en 2011 El paso del héroe y el círculo de los deseos, documental en el que el propio realizador recorría las claves y elementos en común de su filmografía.
Desde sus inicios la obra del cineasta ha estado ajena a los circuitos comerciales –Tiempos malos al menos tuvo funciones de estreno en la Sala Cine UC, pero por lo general sus películas están restringidas a muestras en festivales o espacios como la Cineteca Nacional, que desde fines de mayo pasado le dedicó un ciclo online y en cuya plataforma actualmente se pueden ver casi todos sus trabajos-, y en ese sentido es muy válido este regreso, que al ser por partida doble y al tratarse de Sánchez no sólo es un verdadero acontecimiento en el contexto cinéfilo local, sino además probablemente será recibido por muchos como una de las pocas buenas noticias culturales en este enrarecido año pandémico.
Y lo mejor es que luego de verlas, es posible confirmar que sus admiradores no saldrán defraudados: el tan particular cine que el realizador ha desplegado a lo largo de más de cuatro décadas con títulos emblemáticos como El zapato chino y El cumplimiento del deseo, se mantiene intacto y al tiempo que ofrece nuevas ramificaciones, es posible reconocer en ambas múltiples elementos comunes que se conectan con sus trabajos anteriores. Partiendo por sus tan especiales tramas: en Date una vuelta en el aire, tres hombres se conocen por casualidad en un centro cultural, por cuyo edificio también deambulan dos posibles directores de la institución, un inquisitivo e intruso individuo que al parecer está haciendo aseo pero podría esconder secretas intenciones, y una enigmática mujer que podría ser una vidente y les cuenta que el recinto está construido en un antiguo centro ceremonial indígena; y en La promesa del retorno, tras encontrar en el incinerador de su departamento el libro La inmaculada concepción (publicado en 1930 y escrito por los poetas surrealistas franceses André Breton y Paul Éluard), una joven estudiante que parece atravesar un permanente estado de inquietud con su entorno y su realidad comienza a sentirse atraída y fascinada por las obras y la historia de un museo, donde se cruza con distintos personajes, que podrían ser reales o ficticios, vivos o difuntos, del pasado o el presente.
Así como quienes siguen y admiran el cine de Sánchez se deleitarán con esta nueva muestra de su creatividad e ingenio y con los muchos guiños y conexiones que se pueden establecer con sus títulos previos, es probable que quienes no estén familiarizados con sus películas encuentren muy extraño e inclasificable lo que vean en pantalla: Date una vuelta en el aire puede parecer una comedia absurda y juguetona que en lo formal, por la manera en que está filmada, como se suceden las situaciones que muestra y la forma en que interactúan sus personajes, hasta podría recordar a algún programa de humor televisivo de los años 80 o 90; y con las enrevesadas reflexiones que surgen de algunas conversaciones y sus alusiones culturales e intelectuales, la trama de La promesa del retorno podría parecer pretenciosa y lejana al espectador promedio o a un público más masivo, aunque su puesta en escena da la impresión de ser mucho más cuidada y detallista.
Pero por muy válidas y comprensibles que fueran esas reacciones, indudablemente si se conoce su trayectoria, hay que reconocer que acá estamos ante dos largometrajes que nos muestran a un Sánchez tremendamente coherente con su filmografía. De hecho, en ambos o al menos en uno de los dos es posible encontrar algunas de las constantes que el mismo realizador nos detalló en el ya mencionado documental El paso del héroe y el círculo de los deseos: desde las errancias y vagabundeos de sus protagonistas que atraviesan un desasosiego interior, así como la aparición del deseo y la seducción, hasta la posibilidad de ver muertos, los dormitorios que son invadidos y, quizás más que nunca, las anomalías y extrañezas que se entrecruzan con lo cotidiano.
Hilos que conectan una filmografía.
Si es por encontrar rasgos reconocibles, a modo de ejemplo, una vez más acá están presentes las citas que dan comienzo a las películas, algo que se ha podido encontrar en diversas ocasiones en el cine de Sánchez. Pudo ser un refrán mapuche -“El que está dormido no sabe de sí”, muy adecuado para casi todos los protagonistas de su filmografía- en Cautiverio feliz o un refrán popular en Camino de sangre, pero la mayoría de las veces ha sido una reflexión de algún pensador, filósofo o escritor: Bataille en Los deseos concebidos, Espinosa en El cumplimiento del deseo, Cioran en Cuídate del agua mansa y Kafka en Tiempos malos, e incluso en el ya mencionado documental que reflexionaba sobre su filmografía, lo iniciaba con Hofmannsthal y lo cerraba con una cita de Borges mencionando un laberinto griego. En estas dos nuevas películas las citas son de dos poetas franceses, el Premio Nobel de Literatura Saint-John Perse y René Char, pero en otro giro que puede alojar distintos significados, ambas aparecen en los dos filmes, una al comienzo y otra al final, y viceversa. Además, a lo largo de Date una vuelta en el aire aparecen distintas citas, casi a modo de división por episodios, tanto de Char como también de la selk’nam Lola Kiepja y el poeta alemán Friedrich Hölderlin.
Dedicada a la memoria de Juan Carlos Ramírez, rostro habitual del cine del realizador (entre otros roles, fue El Canario en Los deseos concebidos, el Huaso José Santos en Camino de sangre y el Burro Chico en Tiempos malos), Date una vuelta en el aire se extiende por 79 minutos, y luego de su título a modo de subtítulo aparece Cuentos del aire, así como hace un cuarto de siglo en Cuídate del agua mansa tras el título en la pantalla se leía Cuentos del agua. Los nombres de ambas películas son los únicos de su filmografía donde se nos da una indicación, interpelándonos. ¿Otro enigma escondido? Sea como sea, lo que sigue es un largometraje fresco y juguetón, que incluye algunos de los diálogos más chispeantes y delirantes surgidos del cine de Sánchez, en especial cuando interviene el divertido personaje que encarna el actor Cristóbal Bascuñán, parte de un elenco que también incluye entre otros a Rodrigo González Larrondo, director y protagonista de la comedia Mejor estar solo (2014), y a intérpretes que aparecen en las dos películas: José Ignacio Díez, Beatriz Carrillo y otro veterano de las cintas del realizador, Daniel Pérez.
Con la variedad de registros actorales que probablemente depende de las distintas capacidades de improvisación y matices, sumado a un final algo abrupto -como también era el de Cuídate del agua mansa, por cierto-, Date una vuelta en el aire podría sentirse casi como un divertimento, quizás un poco más errática y de formato más libre y “experimental” que la otra película. Y no por eso La promesa del retorno podría ser considerada “tradicional” o “convencional”, menos aún en el contexto habitual del cine chileno. De hecho, para alguien que ha reconocido a Ruiz entre sus principales referentes junto a otros autores con los que se pueden establecer lazos en su filmografía -de Godard, Buñuel y Rohmer hasta Bresson y Dreyer, entre otros-, por diversas razones este nuevo trabajo califica entre los más “ruizianos” que ha filmado. Y no deja de ser significativo y una gran coincidencia, que el debut local de El tango del viudo y su espejo deformante, dirigida por Ruiz y finalizada por Valeria Sarmiento, fuera el largometraje inaugural en FICValdivia, y que ahora la clausura del certamen sea con estas dos nuevas películas de un cineasta tan emparentado con la filmografía “ruiziana”.
Por la relevancia que tiene el deambular en el Museo de Arte Colonial de la protagonista que encarna Natalia Martínez (con sus diversos espacios, incluyendo el hermoso jardín interior, cuyos pavos reales también tienen escenas de lucimiento), es inevitable que los más cinéfilos recuerden cintas que tienen escenas en museos, desde clásicos como Vértigo y Vestida para matar hasta trabajos de las últimas dos décadas que se ambientan en esos espacios, como El arca rusa y Francofonía, de Sokurov, Museum Hours de Jem Cohen o National Gallery, de Frederick Wiseman. Y, cómo no, también es posible evocar una obra de Ruiz, la notable Hipótesis del cuadro robado, de 1978, con recursos como sus estilizados “tableaux vivants”.
“El mundo real me parecía entregado a una existencia utilitaria difícil de sobrellevar”, nos cuenta la protagonista al inicio de La promesa del retorno, quien lleva un tiempo sin dormir y como ya antes lo hicieran Marlene en El zapato chino, Erre en Los deseos concebidos y Manuela en El cumplimiento del deseo, dan la partida al relato informándonos de su situación y estado de ánimo, recurriendo a la voz en off, como también lo haría en determinadas ocasiones el adolescente Ángel de Tiempos malos (pareciera que este recurso en el cine de Sánchez estuviera más reservado para los protagonistas más jóvenes…). Pero lo que a lo largo de 69 minutos nos cuenta y muestra La promesa del retorno no es sólo lo que surge en la protagonista a través de las pinturas coloniales -en especial con las obras de Juan Zapata Inca, pintor de la escuela cusqueña del siglo XVII-, porque también es una mirada a todo lo que va encontrando en los espacios y personas del museo. Cual enésima encarnación de la Alicia de Lewis Carroll, la joven tendrá un viaje interno que quizás le puede ayudar a liberarse, al tiempo que transita entre personajes muy especiales y desde las conversaciones más terrenales con trabajadores y gente que encuentra en el museo, hasta eruditos diálogos que se establecen entre expertos en arte o elevadas conversaciones teológicas entre personajes históricos como Buenaventura, Duns Scotus, Gioacchino da Fiore y Tomás de Aquino, que debaten sobre términos como la exégesis concordística.
Si se han visto las películas previas de este cineasta, se irán encontrando diversos puntos en común en estas dos nuevas realizaciones. Escolares, apariciones fantasmales o misteriosas, videntes, hilos rojos como posibles símbolos, alusiones a lo indígena, audios del mundo salvaje en lugares impensados (si antes fueron el mono en Los deseos concebidos o los balidos de ovejas y el aullido del lobo en Tiempos malos, ahora serán águilas, felinos y abejas o moscas), entre muchas más. Y por supuesto, lugares de Santiago, que en esta ocasión además del Museo Colonial incluyen la Quinta Normal y el puente Loreto, en el sector de Bellas Artes. También se hace notorio que las realidades abordadas tienen en cuenta la reciente actualidad, con elementos como la presencia inmigrante -en este caso, venezolanas y haitianos- o una alusión a las protestas en las calles.
Afortunadamente, todo esto no significa que estos dos nuevos trabajos de Cristián Sánchez sean una suerte de “grandes éxitos” que se conformen con resumir elementos característicos de su filmografía, como a veces les ocurre a otros cineastas cuya creatividad parece estancarse y luego de un tiempo se vuelven reiterativos, denotando agotamiento y repetición. Quien para muchos durante un largo tiempo fue casi como “el secreto mejor guardado” del cine chileno, que puede citar a Deleuze y a la vez conseguir que sus personajes hablen de lo más prosaico, que suele deconstruir la realidad a partir de lo que cuenta, que entremezcla lo cotidiano con el absurdo y lo rutinario con lo más extraordinario y que como su maestro Ruiz asigna una gran importancia al habla y a esos diálogos desbordantes, sigue siendo estimulante, sorprendente e inclasificable dentro del panorama del cine nacional. Sin duda no es para todos los gustos y tal vez nunca llegará a ser un nombre masivo, pero eso no es lo principal acá. Tampoco intentar buscar todos los aparentes significados ocultos o comprender todo lo que nos muestra o dice. Probablemente ni siquiera es necesario. Pero sí está claro que tenerlo de vuelta, por partida doble, inspirado y con la libertad formal de siempre, con Date una vuelta en el aire y La promesa del retorno -muy distintas entre sí, pero que a la vez se complementan y dialogan entre ellas- merece figurar por estos lados entre los grandes acontecimientos positivos de este 2020.
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