“El lugar de la otra” (2024): A veces es tan confuso ser una chica
“El lugar de la otra” (2024) arribó con la natural expectación que portaría el primer largometraje de ficción de la exitosa documentalista nacional y dos veces nominada al Óscar, Maite Alberdi. La película, adaptación de un capítulo de “Las homicidas” (2019) de Alia Trabucco Zerán, obra que relata cuatro sucesos verídicos de homicidios cometidos por mujeres en Chile, transporta a la pantalla el asesinato a quemarropa cometido por la escritora María Carolina Geel —seudónimo de Georgina Silva Jiménez— contra su amante Roberto Pumarino Valenzuela en el extinto Hotel Crillón, en pleno centro de Santiago en 1955. Pero la trama no es esa. En cambio, es la experiencia paralela de una mujer que, ajena al crimen, acaba agradeciendo que ocurriera en primer lugar.
Como ya manifestara Virginia Woolf en “Una habitación propia” (1929), lo que necesita Mercedes (Elisa Zulueta) es un espacio físico a solas que le conceda el espacio mental y emocional para dedicarse solamente a ella misma. Semejante aspiración es obstruida por el detalle mayor que conforma la combinación de ser mujer, esposa, madre y sin privilegios. Los avatares del destino, no obstante, conspiran a su favor cuando Geel (Francisca Lewin), dama de alta sociedad, comete un crimen que deja deshabitado su departamento, lugar al que Mercedes de pronto tiene libre acceso por ser la secretaria del juez que lleva el caso. Con las llaves del sueño en su poder, Mercedes no dejará ni un día esa puerta sin abrir. Literalmente.
Aunque la protagonista tiene conciencia de esta necesidad, cuestión que se muestra tempranamente en su actitud de añoranza contenida durante el quehacer doméstico, el hecho de que su existencia se reduzca a estar en constante función de sus deberes, cual aparato de pilas inagotables, hace que ella recién se permita el atrevimiento de reconocerla una vez enfrentada a ese espejo opuesto que personifica Geel. Es el punto de una obra bastante directa, exponiendo dicho contraste; en lo visual, con una fotografía que incorpora a la narrativa los reflejos, y en el guion que se nutre del vaivén entre la rutina en casa y la fantasía a la que entra Mercedes cada vez que cruza ese umbral.
Una arista compleja que surge de esta dinámica de juego de rol, que sí se delinea mas no alcanza a consumarse bajo la estructurada y sucinta visión de Alberdi, es que, en el fondo, lo que hace el personaje de Zulueta es proyectar su propia subjetividad en el de Lewin, en las luces y sombras, como una niña jugando a la muñeca en tamaño real. La interrogante que aflora es, qué pasa verdaderamente con Geel. Con el crimen ya queda claro que esa vida ideal de libros, arte, bohemia, pasión, refinamiento, trajes de diseñador, perfumes y baños de tina apenas se sostiene encima de un fangoso terreno de aflicciones, pero estas, que incluyen la nostalgia de un hijo y su aversión a adherir a las expectativas patriarcales, no logran escapar el sesgo romántico de Mercedes.
Sin querer, y producto de esa mirada ingenua y anhelosa que cree conocer a una persona que en realidad se ha inventado en base a testimonios ajenos, escritos y plantas, la protagonista, desde su cajón de ama de casa tradicional, condensa la humanidad de la escritora en otro de los cajones en los que se almacena a su género: la loca incomprendida. En consecuencia, la figura de Geel con quien el filme promulga solidarizar desde los ojos de Mercedes, no existe.
Al desaprovechar la exploración de esta sororidad involuntariamente inexacta, así como soslayar que el tener la suficiente formación para estar inserta en el mundo laboral nada menos que en tribunales en el Chile de mediados del siglo XX añade una capa de clase que aventaja a Mercedes respecto a sus pares que busca representar, “El lugar de la otra” es más una maqueta de empatía feminista congruente con el discurso de los tiempos que corren que un proyecto erguido sobre su propio peso.
No particularmente novedoso, el último trabajo de Alberdi es una propuesta que se pierde en un universo de títulos de temática adyacente; piénsese en “Parásitos” (2019) desde el comentario social, en “Passing” (2021) desde el identitario, o en el modelo cumbre del ensayo psicológico que es “Persona” (1966). De todos modos, la película está pulcramente montada y exuda ese aire de cordialidad y empatía que su directora tiene trayectoria desplegando en cintas como “La once” (2014) y “El agente topo” (2020), cualidades que, sin sobresalir, articulan un producto redondo en el molde sus intereses y funcional como experiencia cinematográfica.
“El lugar de la otra” (2024) de Maite Alberdi se encuentra disponible en el streaming Netflix.