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Vincent Moon: “El cine de hoy es extremadamente conservador”

Vincent Moon (París, 1979), seudónimo de Mathieu Saura, llegó a lo que muchos cineastas musicales considerarían la cima de su trayectoria artística. Con los Take Away Shows de La Blogothèque –una serie de videos de bandas tocando en directo en espacios informales, sin artificios técnicos y con un tono intimista– trabajó con grupos como REM, Bon Iver o Arcade Fire, y el New York Times dijo de él que había “reinventado el video musical”, porque su propuesta ha inspirado a muchos videoclips alrededor del mundo.

Pero todo eso quedó atrás cuando el realizador francés decidió en 2008 lanzarse a viajar por el mundo, con una mochila y una cámara a sus espaldas, para explorar el aspecto espiritual de la música. Desde entonces ha retratado escenas de música local y diversos rituales religiosos en países como Perú, Filipinas, Chechenia o Vietnam, y sus films, que realiza para su sello Collection Petites Planètes, que se encuentran online y de forma gratuita.

Moon llegó a Chile por primera vez en 2009, invitado por el Festival de cine y documental musical IN-EDIT y grabó Temporary Valparaíso. Fascinado por la cueca, decidió volver al país en el año 2013 para hacer La cueca Antes de Dios, documental filmado entre Valparaíso y Santiago en el que aparecen grandes nombres del género como Margot Loyola, El Baucha, María Esther Zamora o Pepe Fuentes.

La cueca antes de Dios tuvo su premier oficial el pasado 25 de enero en el Centro Arte Alameda, en el marco del lanzamiento de las actividades del Festival IN-EDIT 2019, donde Moon acudió para presentar el proyecto y responder a las preguntas del público.

Entusiasta defensor de las nuevas tecnologías, pudimos entrevistarlo por WhatsApp, donde nos contestó las preguntas con notas de voz. Con una mirada filosófica y crítica nos habló de La Cueca antes de Dios, de música, de cine, de la libertad creativa y del momento en el que nos encontramos, donde dice, es imprescindible encontrar nuevas formas de relación humana, de creación artística y de conocimiento compartido. 

¿Cómo surgió el proyecto de “La cueca antes de Dios”?

En 2010 hicimos Temporary Valparaíso, y entonces fue cuando descubrí la cueca. Una noche fui a Comercio Atlético con mi amiga Natalia Arcos [productora], y me dijo: ‘’Quiero enseñarte algo muy especial, muy chileno, pero que mucha gente, especialmente joven, no te van a mostrar porque no están muy orgullosos de ella’’. Y cuando me llevó a ese lugar legendario de cueca fue amor a primera vista. La cueca expresaba toda la musicalidad, la energía y la locura que estaba buscando en la música popular, así que esa noche le dije que quería volver a Chile a hacer una película sobre la cueca. Y eso fue lo que hice años después, en 2013.

Pero no fue estrenada hasta el año pasado. ¿Por qué?

La edición del proyecto se complicó porque hubo algunos problemas con la gente que nos ayudaba, Natalia tuvo que irse a vivir fuera de Chile, yo traté de trabajar con algunos editores pero no funcionó, y además estaba viajando constantemente y trabajando en otros proyectos, así que pasó un tiempo hasta que finalmente pude centrarme en el film y acabarlo.

Durante ese tiempo algunos de los personajes que aparecen nos dejaron, como Margot Loyola o El Baucha, pero ahora por fin se estrenó y estoy muy emocionado. Es una película muy bonita, un homenaje precioso a esa gente.

Has estado filmando música tradicional alrededor de todo el mundo durante años. ¿Qué te fascinó de la cueca?

En general evito utilizar el término música tradicional porque creo en el movimiento, en que las cosas cambian y en que no hay nada detenido en el tiempo, y el término tradicional se utiliza para referirse a algo de otro tiempo, para mirar al pasado, pero no en el buen sentido, sino con nostalgia, y eso me parece peligroso. Así que digamos que he filmado música local.

Después de grabar música pop melódica basada en el ego [ríe], me empecé a interesar por los rituales y las ceremonias, porque en esos espacios hay mucho más. En la cueca no encuentro solo música, encuentro espacio, liberación, olores, movimientos, y todos esos elementos combinados entregan un tipo de energía mucho más poderosa. Para mí es una danza cósmica, una muy hermosa, y desde el primer segundo en que participé en una noche de cueca pensé: ‘’Esta es una manera maravillosa de estar juntos’’.

En el documental aparecen grandes de la cueca como Margot Loyola o El Baucha. ¿Cómo fue trabajar con ellos?

Fue muy simple, todo es muy simple con mi forma de trabajar porque intento que el proceso creativo no sea embarazoso ni algo demasiado complicado, como todo lo que habitualmente te enseñan en las escuelas de cine. Es muy DIY, casi amateur, y de hecho en mi cine reivindico el término amateur en el sentido de que hay una relación preciosa con la gente. Con El Baucha, especialmente, él fue muy divertido y pasamos una tarde maravillosa.

Utilizas muchos primeros planos. ¿Eso te permite capturar mejor su intimidad?

No es una idea preconcebida que tenga antes de filmar. Esa es la forma en la que filmo, del mismo modo en que podrías preguntarle a alguien: ‘’¿Por qué andas así?, ‘’¿qué significa?’’. No tiene que significar nada necesariamente. Puedes darle significado después, pero en un inicio no lo tiene, porque solo hay acción, el momento que está pasando.

Creo que esta es mi forma de grabar porque es la forma en la que utilizo la cámara como mi propio instrumento. Intentar aproximarme a los cuerpos es algo muy importante para mí. Acercarse a la gente, y no solo en el cine, en general. Es una forma de vivir.

También grabas mucho fuera de foco.

Tampoco trato necesariamente de estar fuera de foco, pero hay algo que me interesa en eso, y es que estamos obsesionados con la información y los detalles, con tener la capacidad de ver las cosas con claridad, pero cuando no ves las cosas claras tienes algo en la mente que empieza a trabajar, se presiona un botón misterioso y es como: ‘’¿Qué mierda estoy viendo?’’. Esa pregunta es muy importante. No tenemos suficientes oportunidades para preguntarnos qué estamos viendo, pero si abrimos ese espacio, para que el espectador o quien sea pueda cuestionárselo, ahí empieza el diálogo creativo, y eso me parece fascinante.

La cueca ha sido criticada por su carácter machista y por ser símbolo del nacionalismo chileno. ¿Lo ves así? En el film no se ve reflejado.

Sí, mucha gente critica la cueca porque la ve como algo machista y nacionalista, pero yo no lo creo en absoluto, y no necesariamente quiero mostrar eso, porque yo no hago películas que traten de cubrir todos los ángulos del tema, no quiero hacerlo, no es mi rol. Por ejemplo, no hablo de la demarcación del territorio indígena cuando hago filmes sobre gente indígena porque creo que ya hay otra gente que hace ese trabajo. Así que creo que se trata más sobre cómo captar una idea de realidad enfocándose en un ángulo, y haciéndolo jodidamente bien en ese ángulo [ríe], y otros ya cubrirán el otro lado. Creo que deberíamos ser un poco escépticos en intentar cubrir y poner todo en contexto, porque no creo que podamos hacer eso. Necesitamos combinar varias tomas de la realidad.

Pero en cuanto a las críticas, creo que vienen especialmente del hecho de que la cueca fue instrumentalizada durante los años de Pinochet, en que fue despojada de su locura y puesta en esta visión idiota, estúpida y limitada de la representación folclórica en su peor forma. Pero yo nunca he visto esa cueca. La cueca en la que he participado es extraordinariamente sensorial y nunca la sentí machista, al contrario. Vi que la mujer era mucho más poderosa en ese contexto, incluso que lideraba, que estaba en el centro de la realidad mientras que el hombre, de alguna forma, iba transitando a su alrededor. Así que no cubro eso porque básicamente yo no lo veo. Esa visión viene de gente que realmente no conoce los espacios de la cueca.

Trabajas sin guion ni estructura. ¿Qué te permite esta libertad?

Sí, trabajo sin guion e improvisando porque creo que los guiones están fuera de la realidad, que el hecho de poner en nuestra mente algo en un guion es una forma que tiene el ser humano de intentar elevarse a sí mismo por encima de la realidad, y no creo que eso se pueda hacer. Yo encuentro mucho más interesante improvisar y sumergirme en el momento sin tener que formular ideas en mi mente, porque eso me da una libertad extraordinaria para vivir lo que pasa en el momento, que es exactamente lo que tiene que pasar.

Es una filosofía de vida muy simple que se basa en la idea de que todo está bien, de que todo está pasando, y de que lo único que tienes que hacer es abrir los ojos y quizás, bailar. No hay pasado ni futuro, solo este momento de ahora mismo, juntos, y cuando lo disfruto más es cuando estoy fuera de mi relación mental con la realidad.

Supongo que solo estoy tratando de hacer un tipo de cine anti intelectual. Creo que lo mental está matando a nuestra sociedad y yo prefiero confiar en los cuerpos, en la verdad ancestral del alma.

Tus films apenas contienen información o contexto de fondo. ¿Pretendes mostrar qué sienten los que hacen la música, más que la música en sí?

Me interesa ver cómo podemos empujar el lenguaje hasta su límite. El lenguaje del cine tiene esa posibilidad extraordinaria de trascender, de alcanzar algo más profundo que el cerebro y de llegar a los cuerpos de la gente. Creo que el cine es mucho más cercano a la música que a la literatura, pero desafortunadamente la mayoría del cine que se hace hoy en día se ha ido reduciendo hasta una forma muy simple, con casi siempre la misma narrativa de inicio, nudo y desenlace, y dándole al cerebro información de contexto para hacer que la gente comprenda algo, un mensaje. Pero yo no quiero que la gente entienda, no quiero dar un mensaje específico. En lo que estoy interesado es en abrir un espacio musical y sensorial, pero si das información mental, este se vuelve frágil. Es como llegar a un lugar donde están pasando cosas maravillosas y dices ‘’¡wow!’’, pero entonces tienes información como ‘’estamos en la casa de la cueca…’’ y ¡bing!, se reactiva el cerebro y se rompe el trance.

Estoy interesado en el trance, y voy a utilizar esta palabra aunque no sea exacta, porque trabajo mucho con Internet y ahí tienes la capacidad de dar información fuera del film. En YouTube o Vimeo puedes poner la información debajo para que la gente la lea después. Cada cosa a su tiempo. Y además, no creo que el contexto sea el punto. El punto en la música o en los rituales es que no hay punto, es solo movimiento, y ese movimiento queda reducido si hay contexto.

Lo que trato es de entender cómo la visión occidental de la realidad está limitando nuestra concepción de esa realidad, y cómo podemos abarcar otra forma de bailar con la realidad, por ejemplo siguiendo las líneas de la cosmología indígena. Sé que es una alternativa, comparado con la mayoría del cine que se hace, pero creo que ahora es cuando necesitamos inventar nuevos caminos, crear nuevas formas de abordar la realidad, y ser conscientes de que estamos limitando la realidad a una, cuando en realidad son muchas. Quizás hay solo una verdad, pero realidades hay muchas.

Trabajaste con bandas de la talla de REM, Bon Iver o Arcade Fire y luego lo dejaste todo y empezaste a viajar y a grabar a la gente local que te ibas encontrando en el camino. ¿Qué significó ese cambio?

Trabajé con pocas bandas grandes, fue más con músicos alternativos, un tipo de música súper lo-fi, DIY, y me encantó. Siempre me ha encantado trabajar con músicos porque creo que tienen esa habilidad de estar en sus cuerpos la mayor parte del tiempo, no en una proyección mental, como la gente del cine. Pero entonces me vi enfrentado con el planteamiento general de la industria, y eso no me gustaba tanto. No me gustaba trabajar con managers y no encontré una forma de mantener la libertad creativa trabajando en la industria, así que dejé ese mundo y me fui a viajar y a grabar.

A partir de eso creo que tenemos que transformar el conocimiento ancestral en conocimiento futuro, porque ese puente es muy importante, mucho más que grabar una canción de X, que ¿a quién le importa? Eso es lo que llamaría mi misión: solo quiero contrarrestar la globalización representando la música local de algunas comunidades.

¿Has encontrado muchas diferencias en la forma en que unos y otros hacen música?

Sí y no, porque creo que la música occidental aún sigue siendo muy ritualística, que tiene mucha espiritualidad dentro, pero que se está siendo engullida por los juegos de marketing y toda esa mierda, que hace difícil, a veces, sentir el extraordinario poder cosmológico. Así que obviamente prefiero trabajar con músicos no profesionales, y sueño en un futuro en el que todos seremos amateurs y haremos películas y bailaremos este baile creativo que nuestra sociedad debiera ser.

Has criticado la concepción capitalista del arte, que lo concibe como una profesión más a través de la cual se genera dinero, cuando en realidad es algo comunitario en lo que todos participamos.

No creo que sea tan simple, o quizás fui demasiado simple, pero básicamente estoy interesado en cómo podemos imaginar una sociedad post capitalista, en cómo podemos comprometernos con otra forma de compartir la vida. En los últimos 15 años he estado haciendo películas sin cobrar, y obviamente que cobré en algunos proyectos, pero la mayoría del tiempo lo hago gratis, porque creo que tenemos que reconectar con otra forma de compartir, y para hacer esto tenemos que probar nuevos caminos, desarrollar una sociedad alternativa. Es un proceso lento y difícil pero creo que es la única dirección que podemos tomar.

Así que mi crítica viene mucho más desde una perspectiva anarquista de la realidad sobre cómo podemos restablecer la sociedad de forma que no haya líderes, y especialmente en las artes, que no haya egos. Parece muy difícil de imaginar, pero es volver a esa idea de que todos compartimos un conocimiento común que no pertenece a nadie. Y mi crítica es mucho más sobre los derechos de propiedad que estamos aplicando a las formas de arte, lo cual es extremadamente problemático. Creo que tenemos que volver a las licencias libres, las formas gratis de compartir, para reconectar con el núcleo de la realidad, que es simplemente un flujo de energía, información y conocimiento. Es como un río que no podemos parar, y tenemos que ir con ese flujo.

Este uno de los grandes temas para nuestra generación, cómo volver a la no propiedad, cómo compartir este potlach para encontrar alternativas que obviamente no encuentro en el cine, que hoy es extremadamente conservador, más que hace 50 años. Así que es muy interesante que surjan creadores jóvenes, teniendo tantas herramientas a nuestras manos y sin tener mucho dinero. Es un momento precioso.

¿Por esto tus documentales son abiertos al público?

Sí, siempre se han podido ver gratis. Creo que la era digital ha llegado y no hemos sido capaces de comprender enteramente qué significa. No creo que las herramientas digitales estén aquí para crear una forma nueva de la visión capitalista, donde los viejos actores vayan encontrando nuevas formas de privatizar, pero desafortunadamente esto es lo que está pasando ahora. Las viejas instituciones han encontrado maneras de controlar la forma digital de intercambio, pero en el núcleo de la era digital hay algo muy espiritual, que es la multiplicación del conocimiento y la extensión de las culturas, y esta es la primera semilla del nacimiento de una nueva humanidad. Tenemos esta habilidad, estas herramientas extraordinarias en nuestras manos, y se trata sobre cómo usarlas para lentamente construir otra forma de vivir juntos.

Entonces, ¿cómo se financian tus proyectos?

No tengo una solución, pero básicamente he reducido mucho mi estilo de vida de forma que no tenga que gastar mucho dinero cada mes. No poseo nada, no tengo casa, y viajo de vez en cuando, cuando me invitan. La gente me invita a sus casas a cambio de, probablemente, el trabajo que hago. Y saco un poco de dinero con las conferencias y las performances de cine en vivo que hago, porque a diferencia del mundo de la música, que se paga al artista cuando actúa, en el cine no es así porque cuando te invitan a un festival vas a hacer promoción de tu trabajo, y por tanto no te van a pagar.

Ha sido difícil porque me quedé “muy pelado” y aún lo estoy [ríe], pero al mismo tiempo tengo el privilegio de ser francés, lo que me ha permitido viajar mucho.  Creo que se trata de cómo usar los privilegios que tienes de la mejor forma, cómo encontrar la manera. No estoy defendiendo un camino, solo intento hacerlo a mi manera y seguir así, ir plantando algunas semillas aquí y allá.

¿Tienes en mente realizar algún otro proyecto en Chile?

Sí, probablemente, pero será en los próximos años, espero. Seguramente con los mapuches, porque creo que nuestra misión es poner sobre la mesa el conocimiento indígena del mundo, y que además es algo fantástico que podemos celebrar. Y me interesan también los bailes chinos, que son una forma muy interesante y extraña de trance, y me interesa mucho el estado de trance: ¿Cómo salimos de nuestro cerebro? ¿Cómo podemos dejar de pensar por un rato y simplemente vivir la experiencia?

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Fotografías colaboración de:

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