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21 noviembre 2024, 12:48 PM | Actualizado | Chile
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“Green grass” (2022): Sanar y dejar de existir

“Green Grass” (2022) se presenta al mundo como la primera producción chilena-japonesa de la historia, la cual cuenta con luces y virtudes que se pueden suponer de inmediato. Así mismo, asume la responsabilidad de estar a la altura de cualquier suposición, representando lo mejor de ambos mundos, cuando se trata de cine.

“Green Grass” (2022) dirigida por Ignacio Ruiz, narra la historia de Kondo, empresario japonés de 30 años que despierta en una playa desierta, sin saber dónde está exactamente, ni por qué está ahí. Poco a poco, al interactuar con los misteriosos e inexpresivos habitantes del lugar, comienza a entender que no hay vuelta atrás.

Con el transcurso de la película, logramos entender que su pasado es conflictivo, aquello es evidenciado por el eje narrativo de su padre, con quien asumimos un quiebre, y vemos cómo ambos intentarán reconectar espiritualmente desde dos realidades distintas.

La película exhibe un ritmo parsimonioso y paciente, que nos conecta al ejercicio de observación más puro del cine japonés, los elementos son entregados y el trabajo interpretativo pertenece al espectador. El estar atento al movimiento y al sonido detallista de los elementos naturales presentes en la historia, nos adentra en un desafiante ejercicio de inmersión.

El apuntar a esconder información importante para el protagonista y, por lo tanto, al espectador, genera un visionado que mantiene al público aferrado a la historia en todo momento. Es quizás ahí, donde “Green Grass” no conversa lo suficiente con la persona en el asiento, como lo hace consigo misma.

La noción de belleza de Ruiz es prometedora y estimulante. Podemos mirar cada plano eternamente y disfrutarlo por lo que causa en nuestros ojos. Quizás es esa dimensión la que hace parecer innecesario o incluso accesorio, otorgar a los personajes más elementos dentro del plano. Pero la espiritualidad del viaje de cada personaje, pudo ser nutrida de más sutilezas, en virtud de engrosar la narrativa.

“Green Grass” habla por el cine chileno y el japonés con la misma propiedad, con el mismo cariño y con sensibilidades muy compatibles. Es esperanzador ver, que la autoría puede nutrirse de otras formas de trabajar y de ejecutar.

En Chile, cargamos con una culpa, por dejar de producir para sentarnos a contemplar. Pareciera que Japón se enfrenta a similares dicotomías. De ser así, este tipo de películas pueden encontrar una trascendencia cultural que les permita encontrar una identidad sólida para sus creadores, además del favor de todos los que buscan escapar de la vida o de la muerte.

“Green Grass” (2022) participó en la última edición de SANFIC 19 y se estrenó el 22 de septiembre en cines de Japón.

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