“Hojas de otoño” (2023): El sublime lenguaje del amor
En febrero de 1990 se estrena La chica de la fábrica de fósforos -quinto largometraje del realizador finés Aki Kaurismäki– en el Foro internacional del nuevo cine del Festival Internacional de Cine de Berlín. El filme se enmarca en una zona obrera empobrecida de la capital finesa a mediados de los años 80 y desvela el funcionamiento de una población y sus individuos a través de la exploración de sus hábitos, costumbres, comportamientos y recorridos. Aquella mítica cinta es además la tercera parte de su “Trilogía del Proletariado”, serie fílmica que se establece alrededor de las consecuencias sociopolíticas y económicas de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría en Finlandia.
33 años después de su última instalación, el veterano director vuelve a abrir las puertas de la trilogía -ahora tetralogía- con “Hojas de otoño” (2023), un mágnum opus estilístico que amalgama elementos de las entregas anteriores y les combina con la experiencia técnica perfeccionada con el paso de los años para lograr su película más pulcra. Los personajes de Sombras en el paraíso (1986) pasean por los bares y fábricas de La chica de la fábrica de fósforos (1990) en una desventura con las inteligentes vueltas argumentales de Ariel (1988), sin perder la gracia sobria y el encanto melómano que caracteriza cada obra con el sello del finés.
En una forma de realidad alternativa donde la invasión rusa a Ucrania sucede en 2024 y los celulares inteligentes no existen, Ansa (Alma Pöysti) se cruza con Holappa (Jussi Vatanen) durante una noche de karaoke, un par de miradas furtivas son necesarias para comenzar una historia de búsqueda y desencuentro de coloridas pinceladas entre estas almas ambulantes que parecen tener mucho más que una conexión fugaz. Se construye un ir y venir de malentendidos entre nombres nunca dichos y direcciones perdidas que pondrán a prueba las intenciones de estos seres solitarios deseosos de compañía.
En una narración tan escueta y minimalista, el tiempo es lo que más vale y en lo que más se invierte, con una aproximación lingüística que da para un estudio más extenso que cualquier reseña -Aki es un maestro en la lengua finesa y en las costumbres de la cultura en la que se crió, comprendiendo la raíz del comportamiento de sus personajes con incomparable detalle- se arma de texto, contexto y subtexto poderosamente a cada escena. Lo que en otras películas ayudaría a esconder errores en actuación, ritmo o tono, aquí -al no haberlos- acaba potenciando una narración pulida hasta la brillantez en fondo y forma.
La cámara pasea por avenidas transitadas, callejones inhóspitos y cines míticos para que Kaurismäki encuentre a sus personajes en los entresijos más recónditos de la Helsinki proletaria. Entre conversaciones triviales en bares deteriorados y el encierro en compactas fábricas metalúrgicas, aparece la desdicha que destiñe los días de sus protagonistas, con lágrimas ocultas por la lluvia o pensamientos disueltos en canciones de radio.
El seguimiento a los sentimientos provocados hacia y desde los personajes es un pacto desde el corazón del lenguaje cinematográfico que alcanza la sublimación estética cuando los protagonistas toman su decisión final cueste lo que cueste. Cada situación se describe desde el detalle ínfimo, el gesto imperceptible y la palabra acallada, esta disolución del efectismo nos hace dialogar con nuestras expectativas, abre la mente a las posibilidades y da paso al desarrollo del sentimiento concentrado por sobre la emoción instantánea.
Se revelan los pliegues desprolijos de una sociedad sumida en el tiempo perdido. Estas personas a la deriva son islas ambulantes que cruzan caminos entre azules melancólicos y verdes vivaces. Evocando la delicadeza seductora de Wong Kar-wai, el ingenio desenfrenado de Jarmusch y un lenguaje único de Kaurismäki se dibuja un romance suspendido que, con la elegancia del plano fijo, encuentra el amor en los movimientos más inesperados.
“Hojas de otoño” (2023) de Aki Kaurismäki está disponible en MUBI.