“Inocencia” (2004): El espectáculo de la obediencia
- “El tiempo es uno, no bueno, no malo, sino ese que sólo mide, pasa, en instantes fragmentado. No hay tiempo propio, sino enajenado. El tiempo es físico, real, perdido, imaginario, imprevisible, encadenado”. (Cynthia Pech, Andamios vol.2 no.3 Ciudad de México dic. 2005, Tiempo y destino: La fragilidad del bien en los olvidados).
Basada en la novela de Frank Wedekind y dirigida por Lucile Hadzihalilovic, “Inocencia” (2004) es un film francés cargado de simbolismos y deseos. Esa corriente de la vida que nos muestra un horizonte despejado, pero que en sus manos carga un látigo.
La historia transcurre en un extraño internado en medio del bosque donde sólo reciben niñas que aparecen dentro de un ataúd: pero el uso que se le da al cajón, más que preservar el cuerpo del fallecido, pareciera que preserva la vida. Pero rápidamente esa idea se borra. Preserva la inocencia. Volvemos a la muerte, pero no como lo tangible del cuerpo que se pudre, que está enterrado y que se le adora post mortem. Si no una muerte como recordatorio que siempre está presente a pesar de la juventud.
El tiempo es implacable y macabro nos susurra el subtexto. Hadzhalilovic instala el féretro en medio de un grupo de niñas que rebosan en vida.
¿Qué más despiadado que aquello? ¿Qué más terrible que el tiempo?
La directora con elegancia nos narra el viaje de la sexualidad de la mujer en sus tres etapas antes de llegar a la pubertad. Y comienza con el inicio de un nacimiento. Iris, la pequeña que aún se chupa el dedo, llega desnuda adentro del ataúd. Siendo recibida por las demás con un ritual de cintas de distintos colores: las cuales sirven para identificar las edades de cada una. Iris es nuestra visión de la inocencia, el miedo, la ingenuidad. Es el cordero que destetan de la madre para ser vendida y comida.
Luego la sigue en edad y en deseos, Alice. La niña que está terminando su etapa fálica. Ella es la que añora y sueña en ser la elegida por la directora para abandonar antes el internado. El juego para conseguir la salida consiste en danzar, tener el cuerpo ideal. La competencia despiadada es notoria. La decepción es más grande.
Y finalmente está Bianca. La mayor de todas las niñas del lugar. Escuchamos en ella, el sonido del reloj que va en cuenta regresiva. Bianca junto con otras bailan arriba de un escenario en un teatro subterráneo. El suspenso aumenta.
La presencia del público sin rostro es extraña. Padres de ellas quienes las observan o depredadores que se divierten al ver a niñas danzando con alas de mariposas en sus espaldas. La primera opción es injusta, la segunda es macabra. Bianca tiene miedo, pero el despertar sexual tarde o temprano va a germinar, es el curso de la vida, continúa Hadzhalilovic.
El bosque con una muralla que rodea el internado, convierte a estas internas en reclusas, siendo engañadas desde que son sacadas del ataúd y obligadas a seguir reglas estrictas para una sola finalidad, que lleguen a su maduración adolescente. Pero bajo sus propias reglas.
Mostrándonos, por un lado, un paisaje infantil lleno de juegos, diversión y sororidad entre ellas a pesar de la envidia que se pueda generar en el ambiente y, por otra parte, la sexualidad, el deseo y la perturbación de que estas niñas están siendo educadas para que luego sean expulsadas a la vida real. A la desconocida e inquietante siguiente etapa.
“Inocencia” (2004) es un film original que no pasa desapercibido. Hay atributos como la ausencia masculina en la narrativa, el espectáculo de la naturaleza humana visto sin un juicio valórico, el exceso de símbolos que aluden al cambio, a la transformación inevitable. Lo que una mujer debe ser y seguir, fantasear con la perfección y lograr alcanzarla. Más que un ticket al éxito, “Inocencia” es un castigo que conmueve.
“Inocencia” (2004) de Lucile Hadzihalilovic está disponible en MUBI.