“La bestia” (2023): El amor y los miedos del futuro
Bertrand Bonello junto a Benjamin Charbit y Guillaume Bréaud adaptan libremente la novela corta “La bestia en la jungla”, del escritor neoyorquino Henry James. La obra original trata temas sobre el significado de la vida, el destino, la soledad y los miedos del ser humano moderno. Aun siendo un trabajo de 1903, sus cuestionamientos son evocados con intensidad en esta nueva versión y resuenan acorde a nuestra época.
En ambas historias se trata el concepto de “la bestia” como la idea irracional de que algo (un suceso que nunca es precisado) llegará para destruir todo lo que el protagonista conoce y aprecia. Tanto en el escrito de James, como en la película de Bonello, esta idea irracional termina apartando a sus víctimas del bienestar, la felicidad y el amor. Aislando a John Marcher durante los mejores años de su vida en la novela, y evitando el encuentro de Gabrielle (Léa Seydoux) con Louis (George MacKay) en la película.
El filme inicia con una secuencia tan desconcertante como su premisa, un fondo verde infinito (un set) en el que aparece Gabrielle siguiendo las instrucciones de su fantasmal director (la voz del propio Bonello fuera de cuadro). El director explica la escena y luego ella la interpreta. En un juego de metalenguaje que ya es clásico del cine contemporáneo más audaz, el director muestra las piezas de su puzzle y comienza a armarlo bajo nuestra atenta mirada. En cuanto la actriz entra en papel, la cámara comienza su desplazamiento y el sonido nos transporta a la escena en cuestión. No sabemos cómo se ve el lugar, sin embargo, la densa atmósfera nos permite saber cómo se siente estar ahí.
Una presencia se aproxima para destruir todo a su paso. Aún no sabemos cómo ni por qué, pero somos plenamente conscientes de su existencia. Esta presencia misteriosa, la sensación de inminente caos, nos acompañará durante el resto de la historia. He ahí la bestia acechándonos.
Este pequeño prefacio nos introduce en la temática principal de la cinta, el miedo, cuyas razones y consecuencias se harán presentes a lo largo del metraje, en la odisea de Gabrielle por encontrar la raíz de sus emociones más profundas. La película se desarrolla a través de una línea argumental que diverge en múltiples décadas, cuando ella se somete a una “purificación de ADN” el año 2044, un proceso que limitará la intensidad de sus emociones para permitirle encontrar un mejor empleo. Este proceso la lleva a experimentar sus vidas pasadas en pos de encontrar solución a sus traumas.
El director francés retoma ideas sobre el tiempo que ya ha acariciado en trabajos previos: el segmento situado en 1910 remite automáticamente a su “Casa de tolerancia” (2011) tanto en la aproximación al diseño artístico de principios de siglo XX, las múltiples referencias pictóricas, el manejo del color y las emociones (siempre conectados simbólicamente) ahora son usados de forma más implícita.
La premisa mitológica del protagonista condenado, a lo largo de cuya aventura es dotado de una habilidad sobrenatural también encuentra ecos en una de las primeras producciones del realizador, “Tiresia” (2003), en donde una mujer transgénero, obtiene el don de ver el futuro luego de ser secuestrada y abandonada en un bosque. Como escribe Bernard Stiegler, la “Miseria simbólica”, da a Gabrielle la posibilidad de revivir sus vidas pasadas a cambio de confrontar a la bestia.
En “La bestia”, los personajes son los causantes de sus propias desgracias y por ello deberán hacerse cargo de sus decisiones. La sensación irracional de muerte, pronto, se revela como una metáfora sobre la pérdida del sentido de la existencia. Miedo a la tranquilidad, la felicidad y al amor. El temor a perder lo que más aman es lo que terminó aislando y condenando a los protagonistas finalmente.
El miedo al amor es otro concepto que se traslada desde el material original y se moldea para nuestros tiempos, ahora relacionado con el auge de las inteligencias artificiales y la hipermecanización del trabajo. La presencia de sentimientos fuertes es considerada una debilidad (improductividad) y, por tanto, Gabrielle es vista como un organismo frágil (inútil).
La última película de Bonello nos sumerge en la jungla existencial que se yergue con el desarrollo de las nuevas tecnologías. Contada en tres tiempos distintos, esta salvaje propuesta confronta los límites de la experimentación narrativa en una épica sobre lo mínimo, donde los cataclismos que abaten el mundo dan paso al diálogo con lo interior.
Todo lo anterior da forma a una tragedia posmoderna en la que florecen inquietudes de la actualidad, y donde el género de ciencia ficción sirve de lazo dramático para amarrar todos los hilos narrativos que cuelgan del ambicioso guion. Un melodrama de tintes cósmicos, que viaja por tantas esquinas del suburbio cinematográfico, que te hace sentir que ya lo has visto todo, justo antes de volver a sorprenderte con un nuevo artilugio.
El miedo a amar es el castigo máximo en un mundo sin sentimientos. En 145 minutos de duración, esta obra magna del futurismo minimalista cuece a fuego lento uno de los romances más poderosos del siglo XXI.
“La bestia” (2023) de Bertrand Bonello fue proyectada en SANFIC20, como parte de la sección “Maestros del cine” y tuvo su estreno en salas chilenas el 26 de septiembre, gracias a Centro Arte Alameda Distribución.