“La nana”: El determinismo como destino trágico
“El olor a pobre se lleva impregnado en ese rinconcito donde aún habita la dignidad y que algunos llaman alma. El olor a pobre se encuentra en Santiago, justo al oeste del paraíso. Olor a pobre es olor a mercado, pero jamás a supermercado”.
—”El olor a pobre”, Luis Barrales.
A algunos nos gustaría rechazar la idea de que nuestro destino está escrito gracias a la genética, para otros resulta lamentable comprender la doctrina del determinismo social, que plantea que ciertas conductas y valores se deben al entorno en el que uno se rodea. Por ejemplo, si un sujeto está inserto en un ambiente de drogas y alcohol, ese individuo terminará probablemente como drogadicto y alcohólico.
“La nana” (Sebastián Silva, 2009) es una película que indaga el determinismo social. Es sacada de la radiografía del Chile de los ochenta, año donde se gestó esta doctrina. El argumento narrativo de la película gira alrededor de Raquel (Catalina Saavedra), una nana que lleva veinte años trabajando para una familia acomodada. Ella se siente parte de ellos, tiene la confianza de sus patrones, e incluso se toma las atribuciones de hacer pataletas y ser odiosa con el fin de jamás ser reemplazada por otra nana. Al personaje se le ve cómodo con su realidad y piensa que tiene en sus manos a la familia que la adoptó.
Su determinismo social le arrebató su infancia, pero basta con poner peluches como decoración arriba de la cama para apaciguar ese dolor. Su biografía determinista le arrebató optar por una carrera profesional pero criar a hijos ajenos alivia un poco ese pensamiento recurrente en su cabeza. Su biografía determinista le arrebató el sueño de cambiar su estatus social, pero es imposible tener tiempo siquiera para pensar en ello mientras se plancha la ropa.
El director Sebastián Silva instala el recelo de Raquel hacia Camila (Andrea García-Huidobro), la hija mayor de este matrimonio; al verla a ella llena de oportunidades y de vivir la vida de una privilegiada, porque su biografía determinista, su entorno es diferente y ese es el destino. Y podría aparecer la rabia. ¿Por qué no? Al menos el sentimiento no cuesta nada.
Vemos a Raquel que evita de sobremanera a su madre porque le recuerda su origen o tal vez se avergüenza de sí misma por querer adoptar conductas que no le pertenecen. Sebastián Silva dibuja una puerta que está entre el salón y la cocina, como símbolo de distinción de las clases sociales en la casa de los Valdés, cerrando la puerta, dividiendo un mundo; como si los ricos tuvieran otro dialecto por sobre los demás. El director nos lanza en el rostro a Raquel frente al espejo posando la ropa de la patrona y nos demuestra que su único acercamiento de esa clase social, será sólo posar frente a ese espejo que ni siquiera es de ella, porque el sistema, quién nos clasificó y etiquetó ya nos marcó nuestro futuro.
Somos cada vez más conscientes de nuestra realidad social y esa conciencia se pega como un parásito en nuestra mente. El servicio de protección especializado en la niñez y la adolescencia o SENAME o cualquier nombre de turno, pareciera ser un invento social para una película distópica, pero no, es una realidad cruda y tan cercana que algunos ya la tienen normalizada.
Por otro lado, el ADN de la sociedad privilegiada tiene como prioridad tener absoluto control de todo, postura que se ve manifestada y desarrollada en los años ochenta por el dominio fascista que incurrió en la nación, haciéndonos ver, aún todavía, que todo lo que ellos plantean es natural y está bien y bajo cualquier intento de cambio es ir contra la naturaleza, teniendo como resultado la creación de una sociedad agresiva y temerosa; agresiva con las de nuestra mismas clases sociales, como Raquel y todas las nanas que huyeron de esa casa, porque le bastó tener un poco de poder en sus manos para aprovecharse y ejercer opresión en contra de los suyos: las mismas mujeres que perdieron la infancia y juventud gracias al determinismo social que así lo determinó.
Este comportamiento desviado de la sociedad implica utilizar métodos de condicionamiento de la psicología animal. ¿Se extrañan? Basta estar en el metro Baquedano para darse cuenta como la mayoría de la población actúa como rebaño y somos conscientes de ello.
“La nana” (Sebastián Silva, 2009) está disponible en OndaMedia.
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