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24 noviembre 2024, 15:09 PM | Actualizado | Chile
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“Licorice Pizza” (2021): La desnudez homónima

Varios suspiros se nos escapan durante la proyección de “Licorice Pizza” (Paul Thomas Anderson, 2021). Esto podría ser solo una reacción personalísima si no fuera porque estamos ante un homenaje a la vez adolescente y adulto¹ al cine. Y quienes asistimos a ver esta obra inevitablemente somos partícipes de tal acto.

El diseño de vestuario de Mark Bridges y los travellings laterales ejemplifican desde la primera escena la vital madurez de esta obra. Ahí se ve cómo Paul Thomas Anderson reelabora las inquietudes amorosas y laborales en el mundo de sus protagonistas poniendo a un lado los engaños cinematográficos que nos invitan a suspirar dichosos.

Aquí el amor casi no pasa por el terreno genital ni la desnudez si bien está ambientada en la década de la liberación sexual. El mismo Anderson se interesó en la industria pornográfica de los setenta y ochenta con “Boogie Nights” (1997), más gráfica en la sexualidad de sus personajes.

Si consideramos paralelismos entre esa y esta obra, la escasa desnudez presente ahora está solo sugerida. Por ello el diseño de vestuario tiene un valor diferente con respecto a aquella. Un detalle de esto se encuentra en la manera como se marcan bajo sus ropas los bultos y los pezones de quienes protagonizan.

Recordemos, en contraste, que Dirk Diggler (Mark Wahlberg) ve frente al espejo su alabado miembro en la escena final. Otra diferencia es el uso de los rojos en los vestuarios de cada personaje en la obra de 1997. Los únicos tonos similares vestidos por Alana están en las pequeñas flores de uno de sus vestidos.

Aquel gesto narcisista frente al espejo nunca ocurre en “Licorice Pizza”, si bien Alana (Alana Haim) y Gary (Cooper Hoffman) se desean y él le pide a ella ver sus senos. Cuando se los muestra, la actriz —y cantante— está de espaldas a nosotros. Qué mayor ejemplo de que como amantes del cine podemos ‘tener algo’ a través de la sugerencia de lo que no se ve.

Por otro lado, Gary fascina como improvisador laboral. Su carrera actoral promete, también su negocio de camas de agua y el de las máquinas pinball. En el vestuario, las rayas verticales de muchas de sus camisas dan la impresión de su encierro o su inestabilidad en este tipo de decisiones laborales. Su única certeza es el cambio y esto también lo representa la contextura gruesa de Hoffman², hijo de quien ha inspirado tanto a Anderson en su carrera: Philip Seymour Hoffman.

La contextura significaría una mera reflexión budista, geométrica o siquiera de apariencia ajena a la obra si no fuera por un detalle. Las camisas a raya y manga corta vestidas por Gary son recurrentes excepto en dos ocasiones. Las camisas ocre y mostaza, en las primeras escenas, o blanco y negro cambian cuando hacen la inauguración de sus negocios. Ahí el vestuario formal y monocromático indica la expectativa pura de Gary por prosperar cueste lo que cueste.

En contraste, la propuesta de vestuario para Alana, la co-protagonista, suele ser de vestidos floridos y hasta las piernas. Su vestuario desparpajado y la homonimia entre actriz y personaje, quien también pasa por un proceso de casting más exitoso que el de su ‘pareja’; sugiere soltura entre el mundo narrativo y el audiovisual. Luego ambos se distancian ya que los protagonistas se alejan finalmente del cine y del partidismo político. Antes en su filmografía Anderson ha sugerido las complejidades entre realidad y ficción con la homonimia de sus personajes. Lo hizo en “Hard Eight” (1996) con John C. Reilly interpretando a John, y con ambos protagonistas de “There Will Be Blood” (2007).

Esta decisión de la trama ahonda en lo desolador de su contexto. Profundizar en los éxitos, fracasos y patetismos de estos personajes, homónimos a sus intérpretes, daría para ensayar sobre cómo dialogan vida y obra más allá de la inspiración mutua. Digamos apenas y por ahora que la diferencia en la reciente nominada al Óscar está en la cualidad flexible de su homonimia. Alana es la más adulta, la más dispuesta y resolutiva, y la más autocrítica en un grupo de juguetones inmaduros³. Y aun así es ella quien sabe desnudarse verbalmente para decir te amo. Así el autor sostiene, con la firme recurrencia de sus travellings laterales y gracias a Alana, la habilidosa alianza que significa el cine, lejísimos de los excesos de otro homenaje reciente y nostálgico como lo es su hermana “Once Upon a Time in Hollywood” (Quentin Tarantino, 2019).

 

¹ Así lo señala Hernán Schell en su crítica.
² Leer y releer la entrada sobre el círculo del “Diccionario de símbolos” de Jean Chevalier puede ser un punto de partida para ahondar en esto, teniendo claro que del cuerpo humano, solo la cabeza y la boca pueden formar una variación del círculo ocasionalmente.
³ Esto se puede decir de su entorno inmediato en “Licorice Pizza” y también observarse con los protagonistas de las otras obras mencionadas.

 

 

“Licorice Pizza” (Paul Thomas Anderson, 2021) se estrenó en salas de cines chilenas el 27 de enero de 2022.

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