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30 enero 2025, 15:22 PM | Actualizado | Chile
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Los años salvajes

«Los años salvajes» (2024): La desintegración del ego

Hay varios conceptos e ideas preconcebidas cuando hablamos de Valparaíso. Una ciudad con identidad que sufre con el paso del tiempo y la nostalgia de sus años dorados. Más allá de esos tópicos repetidos o estereotipados, este territorio ofrece la oportunidad para pensar histórica y personalmente, sobre el paso del tiempo y si logramos adaptarnos.

“Los años salvajes” (2024) del director, escritor y crítico de cine Andrés Nazarala, nos presenta al rockero Ricky Palace (Daniel Antivilo), quien enfrenta serios problemas económicos cuando cierra el bar Cochrane, emblemático ícono de la bohemia porteña. Misma época en que es declarado muerto por error en un diario local. A este escenario, se suma una lucha con un ex-colega, Tommy Wolf, por los derechos de un hit que le robó. De este modo, la estrella deberá decidir si suelta definitivamente su antigua gloria o resiste en una ciudad en decadencia.

Como habitante de la ciudad, el visionado deja la sensación de que Ricky Palace, no solo vive en el puerto, más bien su historia funciona como metáfora de Valparaíso. Este rockero nos presenta un personaje subterráneo, con su ego desintegrándose. Derrotado y ya sin gloria, su antigua fama y popularidad, hoy es un lastre que no le permite avanzar. La noticia de su muerte en el diario local, pasa casi desapercibida. El único que sufre esa muerte, es el propio Ricky Palace. Una señal contundente, porque incluso rectificando esa información falsa y volviendo a la vida de manera oficial, al parecer nada va a cambiar en su destino.

“Los años salvajes” ofrece varias aristas de reflexión. Por una parte, el cierre del emblemático bar, Ricky Palace o con Tomy Wolf, vemos la situación de las personas mayores ante el paso del tiempo y cómo enfrentan esa parte final de sus vidas. Más allá de que sean, protagonistas de la bohemia porteña o de la nueva ola, la cinta los presenta menos como estrellas y más como personas de carne y hueso. En esta dimensión, la cinta es genuinamente incómoda en este sufrir.

Los cameos de José Alfredo Fuentes, Lucy Briceño o el Elvis Porteño, le otorgan realidad a la cinta, su presencia no resulta gratuita o anecdótica, más bien otorgan vitalidad y credibilidad desde la ficción para reflexionar en torno a las vidas de rockeros, estrellas de la nueva ola o la ciudad y sus personajes. Y esto, además, puede extrapolarse a las personas mayores comunes y corrientes ¿Qué me queda a mí si esto es lo que enfrenta un ídolo del rock?

En una historia de este estilo, la música juega un rol clave y acá encontramos una de sus principales fortalezas. A cargo de Sebastián Orellana en la composición e interpretación, la banda sonora en todo momento nos recuerda la fuerza del rock de esos años, pero con frescura y originalidad de una producción diseñada para la película. Es grata la sorpresa de encontrar música que no solo descansa en el homenaje, sino que se gana un espacio propio en nuestros favoritos de Spotify. 

Así mismo, otro de los pilares destacados es la tremenda interpretación de Ricky Palace, a cargo de Daniel Antivilo. El actor le da vida a un personaje protopunk, perdido en el tiempo, que responde a otra época y que resiste en la actual. Una cinta en que el ego se desintegra, requiere fuerza y vulnerabilidad, algo que acá se logra de manera hermosa y convincente. Un protagónico que nos permite empatizar con un personaje complejo, que sufre (literalmente se entera de su muerte en el diario), que carga culpa y donde no podemos hacer juicios superficiales a su realidad. Es más, la dupla y relación que forja con José Soza (como dueño del bar), escapa de la representación clásica de masculinidad, otorgando ternura y calidez a la bohemia y al rock. Elementos que inciden en el desarrollo y el final de la historia.

La cinta en todo momento nos entrega pistas y construye una atmósfera emotiva y reflexiva, por ejemplo, con la dualidad campo – ciudad o guitarra – motosierra. Incluso la fotografía, no muestra la belleza de postal turística de Valparaíso, sino que aporta imágenes de los vestigios de su antigua gloria en el plan, donde se materializa la decadencia porteña. De esta manera, el guion y la dirección nos llevan a enfrentar que Ricky Palace ya no es dueño de su destino ni de su pasado, que ahora es propiedad de la memoria colectiva de su público. Al parecer, solo queda una última decisión, elegir donde morir.

“Los años salvajes” de Andrés Nazarala fue estrenada en el FIC Valdivia 2024 y es parte de la competencia de la 6° del Festival de Cine de Ñuble.

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