Los Espíritus de la Isla (2022): las eternas desgracias de la amistad
Desde hace algún tiempo que Martin McDonagh viene certificando una filmografía que se dice “de autor”. En 2005 cuando estrena el cortometraje “Six Shooters” que aborda, entre muchas cosas, la repentina amistad que se forja entre un antipático jovencito y un deprimido cuarentón mientras viajan en tren a lo que bien puede ser su hogar o el infierno. Desde ahí, ha dado tres películas que lo han posicionado como una especie de Tarantino a la inglesa, con guiones cuya fuerza reside en los diálogos, con una amplia referencialidad a los productos culturales de su tiempo, una irradiada estructura postmoderna y juegos formales que anticipan temas trascendentes escondidos en la visceralidad de la violencia.
En Los Espíritus de la Isla (2022), su más reciente largometraje, viene a hacerse cargo de un tema que el director angloirlandés ya había trabajado en las esquinas de su narrativa. Básicamente, desde el mismísimo inicio que tuvo en el cine: la amistad. La amistad como motor de complicidad, como personificación de las desgracias o como duelo: con rechazo, duda, confrontación y aceptación de las almas perdidas que se encuentran en la vida.
En este caso, la amistad se envuelve dentro de la Guerra Civil Irlandesa de 1923, pero no en las batallas, sino en un lejano pueblito llamado Inisherin donde la violencia bélica, las explosiones y las matanzas son distantes. En ella, Pádraic Súilleabháin, un granjero amigable pero aburrido, sufre la soledad y desesperación al ver que su amistad con el músico Colm Doherty ha acabado sin una razón aparente, y peor aún, existe la promesa de tomar medidas drásticas si no se aleja definitivamente. Servida la separación, comienza un ida y vuelta constante y sin fin entre Colm, Pádraic, su hermana Siobhán, un desagradable muchacho llamado Dominic y la isla en su conjunto, mientras el fantasma de la desolación pulula alrededor de todos en forma de una vieja señora que observa las desgracias tragicómicas de sus personajes.
Pádraic y Colm, interpretados por Colin Farrell y Brendan Gleeson, son el paradigma de compañeros opuestos: uno es inmaduro y amigable, aburrido y banal; el otro es serio y callado, una extensión del estereotipo del artista atormentado. Pareja dispareja que se aleja solo para juntarse a los pocos minutos. Diferente, opuesta pero complementaria, ridículamente atrayente en su propia individualidad y toxicidad. Pádraic y Colm son amigos, pero se comportan como un matrimonio en pleno divorcio. Roles similares a los que ambos actores establecieron en la cinta “En Brujas” (2008) también de Martin McDonagh, cuyo humor se sustentaba en gran parte por los intercambios generacionales de los dos complicados sicarios.
Esos mismos intercambios establecen la estructura del humor en esta película, uno que es negrísimo pero simpático, que tiende hacia lo verbal, conjugando oraciones largas, torpes e irónicas que inevitablemente llevan a discusiones estrambóticas con un constante parafraseo y ataques tanto virulentos como sarcásticos.
Se deja de lado el slapstick característico del humor americano, así como también, los juegos visuales, sonoros y de montaje que puso en práctica el propio McDonagh en “Seven Psychopaths” (2012), donde, igualmente, la enrarecida personificación de los personajes batalla constantemente contra el otro.
La fotografía, más preciosista y embellecedora que nunca en toda la filmografía del director, aprovecha el esclarecido paisaje irlandés para establecer amplias tomas que abarcan los terrenos límpidos y llanos de la isla. Con una cierta tendencia a buscar planos y encuadres de una composición más compleja, tal como se había visto en su anterior obra, “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri” (2017). Aun así, la mayor parte de la película se ve y establece desde una cámara funcional al diálogo entre los personajes.
El sonido, en cambio, sigue la lógica habitual del cine narrativo como mero soporte de las verbalizaciones realizadas por los personajes. De igual forma, el montaje se conjuga para favorecer la verosimilitud del raccord, con breves instantes que combinan tomas panorámicas para funcionar a modo de paréntesis o punto aparte entre distintas secuencias. En ellas, no se prescinde del enlace musical para acompañar el visionado mismo de las imágenes, solo que acá, no se emplean tonadas populares que desencajen con el contexto histórico de principios del siglo XX, utilizando, en cambio, las composiciones originales de Carter Burwell.
A pesar de sus virtudes, existe en la cinta la constante sensación que su guion no ha trabajado tanto los detalles como las dos primeras películas del director: “En Brujas” y “Seven Psychopaths”, donde todas las pequeñas menciones, acciones, movimientos, deseos y breves visualizaciones que tengan sus personajes o escenas acaban regresando, convertidos en una expresión irónica que tanto trae el humor como el drama. Conformando un universo perfectamente caótico y ordenado.
En “Los Espíritus de la Isla”, esa fuerza de construir un mundo interconectado con los detalles de su relato se ha evaporado casi en su totalidad. Hay, por supuesto, uno que otro guiño que carece de la genialidad y sorpresa de las cintas anteriormente mencionadas. Aun así, no hay que confundir esto con predictibilidad, ya que McDonagh se esfuerza por hacer navegar a su obra en derroteros particulares, y la mayor parte del tiempo, sus personajes actúan y personifican fuerzas diferentes a lo acostumbrado, aunque hay varias escenas perfectamente reconocibles en un sinfín de diferentes películas cuya sensación a regusto es inevitable.
Con todo, las tonadas de violín que enarbola Colm, las agitaciones etílicas de Pádraic, la continua desgracia que encierra Dominic y la inmensa soledad de Siobhán, encuentran un foco común a la hora de examinarse en la angustia de una vida monótona a punto de cambiar. De vivir siempre en la isla, con los mismos amigos, con los mismos conocidos, ejecutando día tras día las mismas acciones, hasta que de repente, todo cambia y desaparece. La amistad se esfuma abriendo paso al abandono figurado y literal. Un tiempo perdido que se rearticula para una fila de personajes desafortunados que, más temprano que tarde, encontraran su final a las orillas del mar tormentoso.
“Los Espíritus de la Isla” fue estrenada en salas el 2 de febrero y se encuentra compitiendo en 9 categorías para los Premios Óscar 2023. Incluyendo Mejor Película y Mejor Director.