Luis Bernardez director de Los Corroboradores “¿cuál es nuestra pertenencia e identidad?”
La película “Los Corroboradores” de Luis Bernardez fue la encargada de inaugurar la última edición del festival ArqFilmFest en el Centro Cultural GAM. Esta cinta híbrida, que dialoga con elementos de la no-ficción, el cine ensayo y la ficción, muestra la historia de Suzanne, periodista francesa que investiga una sociedad secreta que a finales del siglo XIX buscó establecer a través de la arquitectura e ideas políticas una copia de la ciudad de París en Buenos Aires, exhibiendo referencias directas de edificios construidos en Europa que son ahora parte de la ciudad porteña. Una especie de duplicación de su cultura e ideología que este grupo secreto buscó infiltrar.
Este mito de la construcción de la ciudad es contado por medio de un trabajo de archivos exhaustivo realizado el director y su equipo. Bitácora de Cine conversó con Luis, quien nos contó detalles de su proceso de producción y punto de vista sobre este interesante film.
En la película se muestra la construcción de una ciudad por parte de una élite. ¿Cuál es la crítica que haces tú respecto de las ciudades modernas?
LUIS BERNARDEZ – No creo que la película haga una crítica de las ciudades modernas. Pero es una crítica sobre la ciudad que se construyó. Por muy bella que sea Buenos Aires, fue un modelo que cumplía varias funciones. Una de esas funciones es la de proyectar qué país se quería ser: uno europeo. La otra función fue la pedagógica: la ciudad debía inculcar y proponer un modelo que representaba la ideología que los inmigrantes y la sociedad en general debía incorporar.
La película no es un canto de amor a la ciudad que se construyó y que se perdió con la modernización. No soy arquitecto ni historiador, por lo cual no podría hacer una crítica a la ciudad moderna. Si pudiera pensar alguna, creo que la ciudad es una consecuencia de un modelo económico-político que instaura un modelo de país en función de la circulación del capital y del Mercado. Y en función de eso se desarrolla. Y los bienes culturales que en ella circulan (en el caso de la película, la arquitectura francesa) son expropiados o traficados dónde supongo que la nueva élite necesita tenerlo para mostrar su diferencia.
La película da la impresión de que finalmente las ciudades son ideas que pueden ser transformadas y trasplantadas de cultura en cultura. ¿Lo ves así?
LUIS BERNARDEZ – Sí, se llama colonialismo cultural. Buenos Aires, no se si la Argentina toda, quiso ser Europa. Quiso darse una identidad antes de saber cuál era la suya. Las ciudades mutan. Las ideas también. Hoy claramente el modelo no es más París sino Miami. El caso particular e increíble de Buenos Aires es que buscó ese transplante. Que no le fue impuesto. Que quienes crearon la ciudad buscaron un modelo que copiar para ser. Y la paradoja es: si la ciudad es una copia; si uno ama su ciudad, ama una copia. Y ésto lleva a pensar en quienes somos los porteños: ¿cuál es nuestra pertenencia e identidad? ¿La de una copia?
¿Cómo fue el trabajo de archivo que realizaron y su proceso de producción?
LUIS BERNARDEZ – El proceso fue largo. Trabajamos con 3 archivistas distintos. El proceso comenzó antes del rodaje, durante la preproducción, para tener la mayor cantidad de material, seleccionarlo y tener las imágenes de los edificios que íbamos a filmar 100 años después, replicando el encuadre y la posición de cámara.
El material no está intervenido. Está usado tal cual lo encontramos en el Archivo General de la Nación. Tan sólo mejoramos su calidad en algunos fragmentos. Pero el objetivo era ser lo más fiel a la documentación que había sobre la ciudad y los edificios.
El proceso de búsqueda y selección continuó hasta el último momento. Durante el montaje rehicimos algunas secuencias que requerían ciertas imágenes. Así que hubo que buscarlas por 4 años de trabajo seguido, hasta el último momento.
¿Podrías ahondar más en la idea del cine y arquitectura como construcciones? ¿Qué tan similares pueden llegar a ser?
LUIS BERNARDEZ – Hablo desde el cine. Soy un neófito respecto de la arquitectura. Pero en ambos casos se podría tratar un paralelismo sobre lo “material” y lo “conceptual” de cada uno. Un edificio se construye desde un plano. En cine hay, generalmente, un guión, una guía de cómo se estructura el relato. La arquitectura también instala un relato: de cómo debe ser recorrido o visto un espacio, fachada o ciudad.
Un edificio es una suma de decisiones. El cine también. A varios niveles conviven en ambos elementos disímiles que crean un todo. En esa sumatoria, se crea un sentido, un estilo y un fin. En ambos casos se parte de una idea y, tras materializarse, si uno las contempla, se llega a una idea. Tal vez distinta, inesperada u opuesta a la original. Durante este tránsito, la materia se vuelve idea. Y por lo tanto, ideología.
Creo que todos necesitan relatos. A todos los niveles y sentidos. La arquitectura da un sentido a la cotidianidad, al habitar; el cine, a una forma de entender el mundo, las relaciones y los imaginarios.
Cada ser humano o sociedad tiene su imaginario, y esos imaginarios se encarnan en construcciones. Esas construcciones pueden ser tanto arquitectura como películas. Ellos hablan de lo que fuimos, queremos ser o de cómo nos percibimos. Son representaciones ideológicas. Y esos imaginarios entran en conflicto. Nos representamos y nos representan imaginarios distintos dentro de una misma ciudad. Pero también esos imaginarios colectivos se intentan imponer y dar sentido.
La diferencia radica en que, para el cine, ser es ser percibido; si no se proyecta (o emite), no está. La ciudad está ahí, siempre. A pesar de sus zonas vedadas, de sus zonas de privilegio.