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19 febrero 2025, 17:41 PM | Actualizado | Chile
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Mi Vecino Adolf

«Mi vecino Adolf» (2022) de Leon Prudovski: Los viejos y la historia

Vi «Mi Vecino Adolf» (2022) sin tener alguna idea de su trama o su director, Leon Prudovski, y teniendo como única pista el origen del filme, Israel, y el nombre en su título: Adolf, imposible perderse en el tema. Y cualquier película que involucre a un vecino ya en el título, indefectiblemente apelará a una historia de amistad, por lo que, de algún modo, se desplegaba como un ejercicio algo previsible, pero de un modo familiar, en que vuelve una y otra vez a plantearnos escenarios conocidos que se sienten cercanos, coleccionables por decirlo de una manera, y que también tienden a guardar un secreto, a veces pequeño, casi absurdo, a veces terrible, o quizá si hay suerte, valeroso.

Uno bien podría pensar que la idea de un par de europeos ya envejecidos viviendo solos, muro contra muro en casas aledañas e igualmente aisladas de cualquier otra, en el campo de un país latinoamericano en 1960, y lo más importante, sin conocerse ni hablarse mutuamente, es una idea de lo más absurda que pueda haber. Y sin duda que lo es, solo que, y esta es una de las gracias del cine, el carisma en el rostro de ambos actores y la misma puesta en escena, que sobre todo hacia el último tramo de la película sitúa ambas casas casi “flotando” en la niebla, logran que la activación del mecanismo narrativo pueda guardar fielmente en su interior ambas condiciones antes descritas: lo cercano y lo secreto.

La paradoja y el horror

El señor Polsky (David Hayman) vive retirado del mundo tras haber perdido a toda su familia en el holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Su vecino, el señor Herzog (espero que esto no tenga ninguna relación irónica con el cineasta), quien es interpretado por Udo Kier, es un hombre de edad similar y origen alemán, comienza a recibir las visitas de Frau (Olivia Silhavy) una mujer también alemana de mediana edad, que primero intercede para que Herzog consiga un pedazo más de terreno a costa de Polsky, y luego va tornando su presencia cada vez más amenazante y misteriosa. Y un detalle no menor: Polsky se ha convencido de que su vecino es Hitler en persona. Sus ojos, que dice no olvidar tras haberlos visto en Munich en su juventud, lo llevan a obsesionarse y espiar cada movimiento de su extraño (para él) vecino.

La perspectiva de toda la historia se desarrolla desde el punto de vista extrañado, huraño pero afable en el fondo, de Polsky. El tono permanentemente oscila entre la comedia y lo agridulce, y la idea o tensión para salir de ello radica en el tipo secreto que nos esperaría más adelante.

La puesta en escena resulta más interesante que el desarrollo de ese humor que abunda sobre todo, en los primeros tres cuartos de la película. Las dos casas unidas en medio del campo, tan lejos del hogar de cada uno, son una metáfora de dos hombres viejos, sin una patria auténtica, sin tener donde ir más allá de mirar hacia el otro lado de la verja, donde por lo demás nunca han puesto los ojos.

Los puntos de vista

Es en ese territorio tan típico de la nueva amistad que parecería “imposible” entre viudos o “solterones” malhumorados que “Mi vecino Adolf” desarrolla al menos en un momento, interregno de la narración entre la desconfianza y la revelación sobre Herzog, una de sus ideas más locas, trascendiendo la comedia amable en la tercera edad. Polsky, creyendo aún, quizá ya más débilmente, que su vecino es el Fuhrer, es, sin embargo, capaz de gestos humanos, espontáneos, con ese hombre del otro lado que en pequeñas actitudes ha ido acercándose a su vecino, buscando su amistad. El motor de “Mi vecino Adolf” no es el perdón, sino la paradoja y el horror, y nuevamente, la amistad.

El punto de vista de Polsky para espiar a su vecino es como el de un cineasta improvisado o muy precoz, encerrado en una obsesión que lo lleve a descubrir o sanar algo de sí mismo, y el vehículo la soledad de ambos mediada por el humor. A medida que Herzog va instalándose en la escena a la par de Polsky, la película cobra más fuerza dramática a pesar de que paradójicamente, el gran Udo Kier personifica una ironía y humor apoyado en el misterio y en el talento del actor alemán que resulta mucho más interesante que la comedia de situaciones en que navega Hayman.

Una metáfora querible

En tiempos de genocidio y horror, esos que vivimos hoy, una comedia dramática como esta puede parecer insuficiente para contener una idea y sentimiento humanista poderoso, a modo de espejo o mínima esperanza compartida desde algo frágil como es el cine, y más aún en sus condiciones sociales contemporáneas.

Sin embargo, una metáfora más querible que olvidable puede surgir cuando se piensa en mirar hacia el otro lado del muro, de la verja, allí donde los seres periféricos que pululan parecen (o son) amenazantes, pero Herzog, el centro, no solo puede no ser lo que se cree, sino más bien un agente que sin buscarlo, literalmente logre volver a hacerte sentir como un ser humano. Pero para eso no solo hay que volver una y otra vez a las propias memorias, las de Polski, sino también a las del vecino del otro lado.

Pese a ser una cinta de 2022, «Mi Vecino Adolf» tuvo su estreno comercial en Chile recién en noviembre de 2024.

¡Revisa el trailer de «Mi Vecino Adolf»!

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