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25 abril 2025, 00:20 AM | Actualizado | Chile
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Nosferatu

«Nosferatu» (2024) de Robert Eggers: Los buenos cuentos nunca mueren

A principios de enero llegó a las salas la nueva versión del vampiro más conocido del cine. «Nosferatu» volvió tras 46 años de la adaptación de Werner Herzog estrenada en 1979, y más de un siglo después de la versión original del genio alemán F.W. Murnau de 1922, ahora de la mano del hijo pródigo de A24, Robert Eggers.

Oriundo de New Hampshire, Eggers da sus primeros pasos como director de arte en producciones teatrales y publicidad tras estudiar artes escénicas en Nueva York. A mediados de los 2000 debuta tras cámaras como diseñador de producción y luego dirigiendo varios cortometrajes hasta su debut en largo, «La Bruja» (2015), que competiría en el Festival de Sundance, ganando el premio a mejor dirección en drama.

Esta nueva interpretación sigue a Ellen Hutter (Lily-Rose Depp), una joven recién casada perseguida por una visión de muerte desde sus pesadillas. Esta visión pronto se ve manifestada en forma de un monstruo que esparce la tragedia, sea por donde pase con tal de llegar a su objetivo, poseer el alma de Ellen. Si bien los elementos narrativos son básicamente los mismos que los de 1922 o 1979, las tres versiones encarnan con radicales diferencias a su vampiro y, por consecuencia, tienen aproximaciones bastante diferentes a cada tema que se aborda en la historia.

En 1922, Murnau y su guionista Henrik Galeen grandes conocedores sobre prácticas ocultistas y sobre el esoterismo en el contexto de la posguerra, aprovechan mitos y leyendas de la zona (Rumania, principios del siglo XIX) para moldear a un ser demoníaco, una criatura de las sombras que acecha sin sentimientos y esparce dolor y miseria a su paso. Murnau y Galeen hacen del conde Orlok, un símbolo de la muerte y la maldad. Trabajan el mundo de la historia a partir del efecto de estos símbolos en los demás personajes. Esta simbología se presenta a través de los decorados, la iluminación dura propia del expresionismo alemán y el uso estricto de planos fijos.

Werner Herzog, en su visión de 1979 se aleja del onirismo expresionista y opta por una teatralidad más cercana al melodrama histórico, sin dejar de lado los elementos puramente trágicos de la obra. Para él, la realidad social que convive con los personajes era lo fundamental a la hora de construirlos, es por esto que aprovecha las herramientas del Nuevo Cine Alemán, basadas en principio de planos largos con movimiento y libertad de improvisación, para sumergirse en cada escenario en su totalidad. Su vampiro pasa de ser un objeto satánico, a ser un reflejo de la realidad del mundo tras la guerra, es solitario, melancólico y autodestructivo, motivado por un deseo nacido de sus diferencias con los humanos, Herzog tiene así una manera de empatizar con este ser que es incapaz de encontrar la muerte que otorga a otros.

Llegando finalmente al Nosferatu que nos convoca, para Robert Eggers el conde Orlok (un irreconocible Bill Skarsgård) es planteado como un viejo monarca balcánico, fornido, de voz profunda y vestido en pieles que le asemejan bastante a Vlad III (también llamado Vlad el Empalador o Vlad Drăculea), histórico príncipe de Valaquia a mediados del siglo XV, que por su reputación de cruel y violento es considerado una de las principales inspiraciones para el Drácula del libro original de Bram Stoker, obra que luego sería adaptado de forma ilegal por Murnau y Galeen en la primera Nosferatu.

Nosferatu

Bill Skarsgård como el Conde Orlok en «Nosferatu» (2024). Fotografía: Screen Rant.

Si Murnau se iba por la tangente más primitiva del vampirismo, en un ser sin sentimientos que solo busca cazar y controlar a otros seres para poder alimentarse y diseminar su veneno en forma de peste letal, Eggers plantea una figura de poder que evidencia su dominancia a través de su corporalidad y su título o rango. No es gratuita la potente imagen de la mano del vampiro apoderándose de la ciudad desde la distancia.

A pesar de que su factura técnica sea más llamativa y plástica que las otras, el monstruo de Eggers es quizás el más humano de los tres. No por sus virtudes, sino por la naturaleza de su maldad. El director dota a la cacería de Orlok un tinte erótico, común en las historias de vampirismo moderno, pero aquí se hace especial énfasis en las connotaciones violentas de la relación entre él y su víctima (la protagonista, Ellen Hutter) y en sus semejanzas con una relación de control y abuso.

El relato se ve plagado de símbolos que remiten al posible significado real de la criatura en esta nueva adaptación, principalmente a través de la dirección de arte y fotografía. Como si de un cuento de hadas se tratase, la historia se desenvuelve como si todo fuese parte de una profecía inquebrantable. Los eternos desplazamientos de cámara muchas veces anticipan los movimientos de los actores o enfatizan elementos aparentemente irrelevantes en pos de cimentar la atmósfera, que es el elemento más relevante de la filmografía de este cineasta.

No es la primera vez que Eggers remite al expresionismo alemán como principal influencia. En su segundo filme, «El Faro» (2019), el director aprovecha las herramientas líricas desarrolladas en los años 20 y 30 para manifestar los delirios de la pareja protagonista (Pattinson y Dafoe) durante su estancia como cuidadores de un faro en una terrible tormenta. Filmada en vibrante blanco y negro, “El Faro” es un ascenso a la locura que funciona casi únicamente por su magistral diseño atmosférico a través de todos los medios audiovisuales.

Ahora en su última producción, explota al máximo los elementos narrativos del guion y los traduce en imágenes aún más concisas y potentes que las de sus anteriores trabajos, aunque prefiero en términos globales la mirada detrás de aquella odisea lovecraftiana que es “El Faro”, es imposible no apreciar que un movimiento que lleva casi un siglo en oscuridad es manifestado en un estreno tan relevante para cines.

“Nosferatu” es una historia simple que ha trascendido épocas y ha conseguido varias lecturas, hay que dar por hecho que habrá muchas más, tan diversas y con nombres tan importantes como los aquí mencionados. Queda claro que la frescura no es exclusiva de las historias originales, ya que, aún más de 100 años desde su primera versión, la cinta de Eggers fue la película de terror más interesante del 2024 y una de las mejores de lo que va de década.

“Nosferatu” de Robert Eggers tuvo su estreno en salas el 2 de enero y obtuvo 4 nominaciones al Óscar (Fotografía, Diseño de producción, Diseño de vestuario y Maquillaje).

¡Revisa el trailer de «Nosferatu»!

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