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| 15/09/2024 | Actualizado 11:54 pm
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Beetlejuice

Retrospectiva “Beetlejuice” (1988): Los vivos, los muertos y el fantasma

En mi cabeza, “Beetlejuice” (1988) siempre se trató de un solo personaje: el fantasma que da nombre a la película, y que es interpretado por Michael Keaton antes de ser Batman, y mucho antes de estar en “Birdman”, las únicas dos actuaciones por la cual me era conocido. ¿Qué sabia de esta película? Sabía que era un clásico, que el fantasma se llamaba Beetlejuice y que estaba dirigida por Tim Burton y, por tanto, también sabía que estilo tendría si alguna vez me detenía a mirarla. Ese día llegó con una sorpresa y una confirmación: para empezar, el estilo de Burton impregna cada esquina del filme, y por otro, Beetlejuice se trata menos de Beetlejuice y más de una simpática pareja en una cruzada espectral contra los vivos.

Bárbara (Geena Davis) y Adam Maitland (Alec Baldwin) han muerto en un accidente, y a cambio, se han convertido en fantasmas. Obligados a habitar su antiguo hogar y sin poder escapar del mismo, comienzan una guerra secreta contra los recientes ocupantes de su casa: la familia Deetz, cuya hija, Lydia (Winona Ryder) es la única consciente de las presencias fantasmales que intentan asolar el lugar. Los Maitlands lo intentan; ponen a prueba sus recién descubiertos poderes para asustar a los vivos, pero es evidente que no logran ningún resultado. Solo en su máxima desesperación, es que deciden recurrir al fantasma Beetlejuice para sacar a los Deetz de su hogar. Pero el fantasma empeora las cosas y el caos se desata.

Son los Maitlands los que mueven la trama, los principales actores de los sucesos y cuyos problemas ocupan gran parte de la película. Los vemos en vida, los vemos en la muerte, en los problemas burocráticos que incordian y estructuran el mundo del “más allá”, en sus pobres estrategias para asustar a los Deetz, y en esos tiempos muertos donde las ideas y las esperanzas se acaban diluyendo. Beetlejuice, quien recién se introduce a la narración pasada la hora de película, es un personaje secundario, y solo al final, un antagonista. La película no cierra con él prometiendo un regreso, sino con Lydia y los Maitlands; cierra con los vivos y los que quieren-estar-vivos.

Aun así, en tan poco tiempo ¿Cómo es que su carácter genero una impresión tan contundente? No es que la película tuviese una ausencia de extrañeza, o que esta misma condición se nos presentara por medios ambiguos y desconcertantes. Muy al contrario, somos muy conscientes de lo raro y fantástico de este mundo: fantasmas, apariciones repentinas, dislocaciones temporales y espaciales, luces intensas que inundan habitaciones, magia, sociedades secretas, cuerpos deformados y mucho, mucho más.

Tim Burton maneja una puesta en escena desbordada; su imaginación impregna cada esquina. Sus actuaciones son exageradas y sus personajes revelan actitudes extrañas, dominadas por tics, y caracteres inusuales. Sus espacios se ven transformados por una textura tenebrosa y distorsionada, y al igual que su maquillaje, con influencias directas de los grandes clásicos del expresionismo alemán como “El gabinete del Dr. Caligari” (1920). Unas intensas luces pueden inundar una habitación como manifestación del “más allá” y en otras ocasiones, la animación stop-motion, irrumpirá ante nuestros ojos para dotar de vida a lo más extraño de esa dimensión pesadillesca, en aproximaciones que, a veces, pueden recordar al body horror, sobre todo si tenemos en cuenta las desagradables formas que pueden adoptar ciertos cuerpos. Incluso el montaje se permitió realizar dislocaciones temporales y espaciales, arrastrándonos a entornos cambiantes y modificando nuestra situación temporal de manera contundente.

Y ante todo eso, Beetlejuice se ubica un paso más allá.

El fantasma es un ser estrambótico dominado por movimientos erráticos y disparatados, palabras incoherentes y una voz carrasposa que agrava su comprensión. En una apariencia que es repulsiva: rostro sucio, pelo enmarañado, ropas feas y de mal gusto. Con un carácter terriblemente desvergonzado: de risa perversa, comentarios soeces y alusiones sexuales que son todo, menos sutiles.

En su introducción, la imagen pasa a la agitación de la cámara en mano para canalizar estas expresiones de lo impredecible y el montaje se acelera, reduciendo el tiempo de los planos en pantalla. Lo caótico es maximizado por la técnica de la película; con él sabemos que el mundo de los muertos puede estar exento de reglas. Peor aún, un mundo mágico y sobrenatural con un ser capaz de alterar y derrumbarlo todo ¿Qué puede salir mal? Cualquier cosa.

Beetlejuice es, en suma, una caricatura; tiene la flexibilidad de los dibujos animados clásicos, de Mickey Mouse en sus inicios o los años dorados de los Looney Tunes, donde las formas de los animales se retorcían, estiraban y compungían en nuevas figuras para construir el humor y aumentar el desdén a lo real y lo cotidiano, estirando el espacio y sus cuerpos. Así es como somos empujados, más y más, a los límites de lo surreal y lo absurdo, incluso si ya lo habíamos experimentado previamente. El fantasma es el corazón de la película: es lo raro personificado, lo que es igual a decir que es el fondo que Tim Burton siempre busca, y encuentra en sus películas.

Quizá esto suene más a una condena que a un halago, pues sometido a repetir fórmulas y principios, pareciera que la condición de “autor” se mide en la manera en que repite su misma suerte. Antes incluso de mirar un plano, ya esperaba ciertas cuestiones y la experiencia no tuvo a bien de mostrarme lo contrario, sino de confirmar mis prejuicios en todo salvo, en el uso y tiempo de un personaje, que en la secuela, vistos los trailers, parecería reparar parte de mi memoria al entregarle un aparente protagonismo.

Qué cruel es pararse frente a ella tras años de películas similares en estilo y temáticas, casi pronosticamos punto a punto lo que puede ser. Eliminada la sorpresa, la propia experiencia de lo raro se convierte en una normalidad y, en pleno 2024, es plausible pensar que el encanto caótico de Beetlejuice no resulte nada “extraño”. Me pregunto qué se recordará de la secuela pasado el hype de estreno. Por mi parte, no olvidaré esto: que en esta primera película, los personajes principales son los Maitlands, y no ese extravagante y payasesco fantasma.

“Beetlejuice” (1988) de Tim Burton se encuentra disponible en el streaming MAX y en estos días su secuela “Beetlejuice Beetlejuice” se estrena en cines nacionales.

¡Revisa el trailer de “Beetlejuice”!

 

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