“Robot Salvaje” (2024): Aprender a querer
Llegados a este punto, parece que solo hay dos formas de entender la inteligencia artificial en el marco de las ficciones: o nos destruyen o nos hacen preguntas. En el primer caso, es muy simple y es la peor de todas, porque la humanidad rara vez sobrevive. Al contrario, la rebelión de las máquinas suele terminar con la especie tal y como la conocemos. En cuanto al segundo, tenemos una pequeña puerta a un futuro más optimista.
Las máquinas acaban por redefinir nuestra comprensión de lo humano y estos seres artificiales, terminan por amar y llorar al igual que nosotros; se convierten en amigos, familia o amantes mientras una pregunta pende sobre nuestra imaginación ¿Qué significa estar vivo? “Robot Salvaje” (2024) no es exactamente esa película, pero está guiada por una de sus respuestas.
Roz (Lupita Nyong’o), es un robot hiperavanzado extraviado en una isla habitada por diferentes animales salvajes. Tras varios intentos de comunicación y violentos rechazos por parte de sus habitantes, ocurre un fatal accidente que obliga al robot a cuidar de un pequeño ganso al que llama Brillitos (Kit Conor). Junto a un cínico zorro de nombre Fink (Pedro Pascal), se avocan a la tarea de proteger al animal hasta que crezca y pueda emprender el viaje de migración junto al resto de su especie. Pero sorpresa-sorpresa: la maternidad no es sencilla y el trío debe lidiar con dudas, agobios y la conformación de una identidad en un mundo que parece definido y cerrado a cualquier posibilidad de cambio.
Esto es, más o menos, el punto de base de la película: la conformación de una familia y el descubrimiento del amor entre seres diferentes y opuestos. Por un lado, un robot sin emociones, por otro, un zorro que es despreciativo y despreciado por todos, y un ganso, que debería haber muerto.
Al igual que la extraña comunión que conforman los personajes de la original “Era del hielo” (2002), la película dirigida por Chris Sanders, se estructura sobre todo a partir de la enseñanza y la supervivencia en conjunto. Y tanto así, que parece que estamos viendo una reversión contemporánea de esa película, pues el desarrollo de los protagonistas es casi idéntico a la que tienen Manny, Diego y Sid.
Pero no solo aparecen reminiscencias de “La era del hielo” (y sus diferentes secuelas), sino que “Robot Salvaje” parece ser el catalizador de otras cintas, con sus personajes, temáticas o situaciones. La relación filial entre un robot y un ser vivo como en “Big Hero 6” (2014); la batalla final entre unos invasores y unos habitantes que buscan proteger a un amigo recién llegado a la comunidad vista en “Open Season” (2006). Incluso, el compañero zorro de actitud cínica y sarcástica viene prestado de Zootopia (2016) con Nick Wilde.
En la película es posible encontrar un reciclaje de técnicas: el gag que interrumpe la contemplación de una escena emotiva o el montaje musical que busca condensar el crecimiento de un personaje. La ralentización del movimiento previo a un chiste; que parece detener la velocidad de los objetos para luego dispararlos con rapidez hacia el humor y en general, una imagen que puede ser bella, pero que está construida de forma clásica y canónica. Guiando la mirada del espectador con sutileza y sin quiebres en la perspectiva.
Ante una ausencia de originalidad en la trama, resulta extraño constatar que lo más novedoso sea la violencia, pues la película no tiene problemas en hacer referencias explícitas a la muerte, tanto así, que algunas escenas son impactantes por su brutalidad lúdica: animales fallecen y otros personajes son golpeados en un juego extraño entre comedia liviana y cinismo. Sin ir más lejos, la secuencia introductoria es un largo recorrido de ataques virulentos contra la protagonista, al punto en que pareciera no tener final y cuando llega, viene de la mano de la tragedia.
El mundo de “Robot Salvaje” es cruel y sombrío; solo los fuertes sobreviven y el amor es visto como un obstáculo en el ejercicio de la supervivencia. Sin embargo, a medida que nos acercamos a la recta final, se hace evidente que el sentimiento es lo único que puede garantizar la vida. Tanto así que un robot se convierte en madre y un marginado, aprende a querer y preocuparse por otros. El amor salva a todos, incluso a aquellos que parecen completamente perdidos en la soledad y el egoísmo. Esta es la respuesta a la gran pregunta, que cimenta nuestra condición de seres vivos: el amor es el motor que da fuerza a toda la existencia.
“Robot Salvaje” (2024) se estrenó el pasado 26 de septiembre en salas de cine nacionales.