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Tarde para Morir Joven (2018) de Dominga Sotomayor

Un filme coral no convencional que marca su ritmo con los detalles, los diálogos y entornos en los que se desenvuelven los personajes al punto de activarlos y hacerlos tomar acción.

“Yo me siento en el pasillo, no importa” dice Demian Hernández, el actor que cede su asiento interpretaría el rol protagónico de Sofía en la primera exhibición de Tarde para morir joven en Chile. Una sala llena, varias personas reclaman con tickets en mano las butacas de al medio, están ocupadas y dicen “reservado”. Son las 7:55pm, 25 minutos después de la hora programada para la histórica película de Dominga Sotomayor, el filme más esperado en Sanfic14 se presenta a través de la sección no competitiva en Función Especial.

Abajo de la pantalla, un escenario improvisado en la sala 10 del Cine Hoyts Mall Plaza Egaña, las luces apuntan hacia Joel Poblete, programador de Sanfic que sostiene el micrófono:“Es un largometraje muy especial por haber sido merecedor de un premio que se convierte en un hito histórico, uno de los principales festivales del mundo, el festival de Locarno durante sus más de siete décadas ha entregado el premio a directores, y por primera vez en la historia una mujer se hizo acreedora a la Mejor Dirección, justamente la directora de esta película”.

Los aplausos dan pie para la presentación de Omar Zúñiga, productor del filme, y Dominga Sotomayor su directora quien comenta: ”Es muy raro. Es sólo una película, siento que hay expectativas muy grandes, pero también es más que una película, siento que el cine transforma cosas, a mí me transformó, y creo que a muchos de los que participaron también. Se me amplió un poco la familia”.

“Quiero que venga todo el equipo para acá”. 8:05 pm del miércoles 22 de agosto de 2018, y entre los aplausos dirigidos hacia un gran número de personas que participaron de alguna manera en la película, se enciende el proyector.

Sofía (Demian Hernández), Clara (Magdalena Totoro) y Lucas (Antar Machado), viven en una Comunidad Ecológica de Peñalolén en plena construcción, no hay luz, y escasea el agua. Un momento en el verano en un lugar aislado de la ciudad, que nos permite observar la relación entre los protagonistas con sus familias y amigos, mientras se alistan para la fiesta de año nuevo, periodo en el que los personajes enfrentarían el amor y también el miedo que conlleva tomar las primeras grandes decisiones.

Si bien la película se centra en Sofía, su primer amor y la ausencia de una madre en uno de los momentos más significativos de su adolescencia, le sigue en relevancia la historia de Clara quien pierde a su perra Frida. Entre el polvo del camino de tierra, el sonido de los largos pasos de la perra y su respiración agitada, el fuego en la película se hace presente ya en una de sus personajes.

La historia trata sobre un “momento autobiográfico” según su propia directora, que nos transporta hacia el crecimiento y corrosión de acuerdo a las tentaciones en las distintas etapas de la vida. Pese a que el filme se enfoca mayormente en la historia de las y los personajes más jóvenes de la comunidad, el ojo de la realizadora también está presente en lo que sucede con personajes que superan en edad a Sofía, pero a modo de testigo, mostrándolos de una manera más sutil para dar cuenta de que está, y estuvo presente, que ve sus vidas, pero no las vive.

El primer viaje en moto, una de las portadas de la película, es filmada en movimiento, con una cámara que a través de un desplazamiento delicado y tambaleante rebasa en velocidad al vehículo que compartía Sofía. Un recurso similar al utilizado en la grabación de Frida que baja la colina por el camino de tierra, y que la película destaca en su narrativa como puntos álgidos; como momentos en los que se libera el fuego al interior de los personajes, y en el exterior en su modo de relacionarse con su entorno.

Una situación que se va reforzando con la acción del personaje que interpreta Matías Oviedo, -el hombre en moto del cual Sofía siente esta atracción amorosa-, que conduce velozmente al salir de la comunidad, esta vez solo. Sofía lo observa desde el auto que maneja, con su padre que va de copiloto: “Este hueón se va a terminar matando siendo así de rápido. Es cosa de segundos”, le dice a su hija.

La directora logra recrear un pasado natural y llevarlo al cine entrelazando fragmentos de tiempos proyectados desde la memoria, mostrándola como un espejo de nuestra cultura en las relaciones fraternales, la naturaleza de los géneros y los primeros encontrones y saltos de la inocencia a la realidad. Un largometraje que a primera vista pareciera ser una mirada etnográfica de un periodo en el tiempo, pero que oculta bajo la ficción ciertos secretos que estamos constantemente presenciando.

Tarde para morir joven aborda temas de humanidad como conceptos llevados a la práctica; la inocencia, lo corrompido, la resistencia, el dejar ir, el estancamiento y el crecer. La realizadora nos presenta una historia coral que marca su ritmo con los detalles, los diálogos y entornos en los que se desenvuelve la vida de los protagonistas al punto de activarlos, hacerlos tomar acción, decisiones que significan un cambio, una etapa en cierre o un nuevo comienzo.

 

 

El segundo largometraje de Dominga Sotomayor después de “De jueves a domingo“(2012), tendrá su estreno en salas nacionales el próximo 25 de abril. La realización con co-producción en Rt Features, mismos productores de Call me By Your Name, de la mano de Cinestación-su casa productora- se exhibirá en fechas próximas para los prestigiosos festivales de Toronto International Film Festival (TIFF) y el New York Film Festival (NYFF) que se realizan desde el 6 al 16 de septiembre, y el 29 y 30 del mismo mes respectivamente.

Ficha técnica:

Tarde Para Morir Joven (Chile- Brasil – Argentina- Holanda-Qatar/2018).
Guión y dirección: Dominga Sotomayor.
Elenco: Demian Hernández, Antar Machado, Magdalena Totoro, Matías Oviedo, Andrés Aliaga, Antonia Zegers, Alejandro Goic, Mercedes Mujica, Eyal Meyer, Gabriel Cañas y Michael Silva.
Fotografía: Inti Briones.
Dirección de arte: Estefanía Larraín.
Montaje y edición: Catalina Marín.
Sonido: Julia Huberman.
Duración: 110 minutos.

 

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