“Una sombra oscilante” (2024): Entre lo difuso y lo tangible
Una oda a la fotografía, un ensayo biográfico y un recorrido por la intimidad filial de su autora podrían describir un documental que juega con la experimentación y busca innovar la estructura clásica de pensar y hacer cine. Nos referimos a la ópera prima de Celeste Rojas Mugica, artista visual y cineasta emergente de 35 años, quien estrenó “Una Sombra Oscilante” en el Festival de Cine de Marsella (FIDMarseille), donde obtuvo una mención especial del jurado. Además, se consagró como la mejor película chilena en el 31° FICValdivia y, recientemente, en FIDOCS 28.
De manera particular, Celeste indaga en el pasado de su padre, un militante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) que debió autoexiliarse entre la década de los 70’s y 80’s en Chile, ya sea por registrar la dictadura como por su militancia. Acompañado de su cámara, que sirvió de refugio para evitar su detención, capturó una serie de fotografías a lo largo de Latinoamérica, las que son reinterpretadas y desglosadas por Celeste.
La ficción y el documental se entremezclan para dar paso a una obra singular que recurre a la memoria, tanto de un país como del protagonista. Su textura análoga se adapta a un relato que re-imagina la vida política de su padre, ahondando en sus recuerdos, ficcionados o no. El tiempo se congela en cada imagen y, con ello, surgen nuevas situaciones, nuevas historias, algunas posibles y otras impalpables.
Contempla el arte del revelado analógico por medio de un relato que transmuta de lo político a lo íntimo, de la oscuridad a la claridad, de lo que permanece a lo que oscila. En ocasiones, habla Celeste, en otras, su padre. El ritmo es calmo, pero abrupto cuando lo amerita. Es un desafío a la paciencia, pero también a la comprensión. La tensión se vuelve un personaje más que convive con la naturalidad misma del relato, del ser acechado y de la constante incertidumbre.
Su técnica narrativa se yuxtapone a la seguidilla de acontecimientos comúnmente presentes en el género documental, prevaleciendo la potencia visual de imágenes mezcladas con diálogos, juegos entre personajes y sucesos propios de la realidad y, a la vez, de un mundo onírico donde existe una amalgama de posibilidades. La dirección de fotografía, compuesta en gran parte por contrastes, esbozos, despliegues de luz y más elementos, demuestran la angustia vivida del personaje, amplificando el valor del relato. Por otra parte, la tonalidad de sus imágenes demuestra calidez, apoyada por la construcción de personajes difusos, pero unidos y de un montaje que no busca ser lineal, si no, más bien, narrar con delicadeza esta relación.
“Una Sombra Oscilante” podría ser un enigma, un mensaje indescifrable que requiere de nuestro análisis para discernirlo. No hay forma clara de interpretar la obra y, precisamente, esta particularidad la distingue de otros documentales. Nos invita a abrirnos emocionalmente para comprenderla, para entender un relato familiar y personal, más allá del prejuicio. Es un ejercicio a la memoria que se desprende de la mecánica de sólo ver cine, sino de asimilarlo como una experiencia transformadora que convoca la empatía.
El largometraje se encuentra recorriendo festivales tanto dentro del país, como en Europa y Asia, por lo tanto, se espera que llegue a salas del país en 2025.