Vieja viejo (2022): lo que nos hace decaer
Este largometraje nacional dirigido por Ignacio Pavez, trata sobre una pareja de personas mayores y escasos recursos. Ahora bien, el elenco no hace que lo primero sea evidente de inmediato: los actores principales son mucho más jóvenes que los personajes interpretados. No es una opción justificada por la conveniencia de mantener un mismo actor a lo largo de distintas décadas de narración (como en The Irishman, de Scorsese, por dar un ejemplo), ni nada parecido; en esos casos, lo típico es que la edad del personaje resulte verosímil por el uso pesado de maquillaje, prótesis, CGI o una mezcla de las anteriores. En “Vieja viejo” hay algunos esfuerzos, tanto materiales como actorales, por hacer que los protagonistas parezcan ancianos, pero no están ni siquiera cerca de crear la ilusión de que efectivamente lo son, lo cual es intencional.
Hace falta preguntarse si la película habría sido mejor con personas mayores como actores , puesto que una estética naturalista, imitativa, es por lo general la que se utiliza en historias sencillas y directas que pretenden generar consciencia sobre una realidad social como esta. Y tiene sentido: si queremos dar a la audiencia un golpe de realidad, ¿no deberíamos ser realistas? Pero la respuesta no es tan clara. Por un lado, quizá los momentos dramáticos habrían generado un impacto, una compasión más auténtica, pues olvidaríamos con facilidad que nos encontramos ante una ficción. Por otro, la obra sería menos original, menos interesante, y tendría que prescindir de segmentos enteros —grabados verticalmente en celular— que se colocan por fuera de la diégesis principal, la dejan respirar y la comentan de manera fructífera.
Podría decirse que es cuestión de ventajas y desventajas. “Vieja viejo” resulta a veces, cuando intenta conmover con hechos y palabras de carácter dramatúrgico, un poco débil y también un poco convencional. En los efectos propiamente audiovisuales, en cambio, destaca por su capacidad de establecer atmósfera y sugerir interpretaciones. Es notable por ejemplo, la ausencia de iluminación a lo largo de casi toda la historia, que se desarrolla en su mayor parte durante el día. No es que no haya luz, no es que no exista la luz en la vida, es solo que no llega al interior de este hogar, donde tanto se necesita en su sentido literal como en el figurativo.
Igualmente llama la atención la persistencia del plano medio al capturar a los personajes, una forma opresiva, casi claustrofóbica de negarnos perspectivas más amplias, escapes de la subjetividad deprimente, un aliento más ligero. Son dos procedimientos técnicos análogos: funcionan mediante la privación y la constancia; formalmente, configuran un minimalismo sumamente efectivo.
Hay momentos de sorprendente ambigüedad y sutil fuerza: la escena en que la mujer decide entregar el cuerpo fallecido de un pájaro que cuidaba al perro de los vecinos, en vez de sepultarlo; la escena en que deciden sacar del cuadro la imagen de Jesús, y en general los segmentos de grabación vertical ya mencionados, donde el rostro de cada persona se ve modificado por un filtro de vejez. Está claro que el efecto cómico que el filtro tendría en la mayoría de situaciones queda de lado en el contexto de la película, pero ¿cuál lo remplaza, exactamente? ¿Es un gesto inocente de solidaridad con la vejez, una democratización de la ancianidad, como sugiere con otras palabras la dueña del celular que graba? ¿Es también, acaso, una anticipación macabra del destino de todos los seres, como si no hiciera más que mostrar su verdadera —por definitiva— cara? Podría decirse incluso —aunque resulte dudoso— que es un pequeño reflejo de la banalidad o distancia con que mucha gente contempla el envejecimiento, como si se tratara de un fenómeno fundamentalmente ajeno, o algo por el estilo.
Lo importante es que la película consigue cautivarnos más allá del esperable efecto de tristeza que conlleva la representación sincera de una realidad como esta, consigue subvertir su simplicidad con apuestas originales, aun si estas no conducen a la emotividad más potente.
Podríamos mencionar, para concluir, que la elección de actores suscita además una reflexión coherente con la escena final, en que la niña del celular (nieta de la pareja protagónica) pregunta a su madre: «¿por qué murieron los tatas realmente?». Cobramos consciencia, viendo a los jóvenes actores enfrentados a la cotidianidad de sus papeles, de que la pobreza y la negligencia de la sociedad conforman una especie de vejez prematura, o en todo caso conforman buena parte de los aspectos negativos asociados lamentablemente a la vejez de muchos: se exacerba cualquier problema de salud, se carece de tecnologías necesarias y se desconocen las que se poseen, se depende de rutinas oprimentes, se alimentan los malos humores.
«¿Qué es la vejez para ti?», pregunta la nieta a sus familiares, la mayoría de los cuales ofrece respuestas desalentadoras. En el sentido en que la entienden esos entrevistados —o sea considerando todo lo que implica la vejez en el país— es también, en cierta medida, una imposición.
“Vieja viejo” está disponible en salas de cine desde el 29 de junio.
Michel D'Alencon Bravo
El tema es interesante, no cabe duda. Pero vi la película, y desde el desafortunado título, ya me pareció estereotipada y sumamente convencional (conceptualmente). Una decepción, no me cautivó para nada.
Además, una pareja de “viejos”, interpretada por actores jóvenes, ¿Qué significa esto? Se puede interpretar como una exploración actoral, un trabajo de experimentación. Pero el resultado no es satisfactorio. Le resta credibilidad, ese “experimento” no convence, al margen de la buena labor de ambos (como actuación). Me generó distancia.
Por otra parte, esta pareja de adultos mayores mantiene una mala relación de convivencia, llena de tensiones, son dos personas casi desagradables el uno para el otro, no tienen tema de conversación, su único alimento es pan con tecito. Es la pobreza, se entiende el contexto, pero es una visión deformada de las carencias. No conversan, no hay reflexión, no hay interacción, más allá de la simplicidad y precariedad de lo cotidiano. Queda esbozada una crítica social, pero es epidérmica.
En la película no hay casi nada de lo que podría haber, tratándose del tema del envejecimiento. Sólo lugares comunes (de hecho, esa película argentina, con tal nombre, es un producto muy superior sobre la misma temática).
Sólo al final la cinta sube peldaños con un buen clímax dramático, más que nada por el buen hacer de los protagonistas.
En resumen, una oportunidad desperdiciada para hacer una película mucho más profunda, con mayor sentido, más existencial si se quiere, y de todas maneras más entretenida e interesante, acerca del conflicto gerontológico y sus variadas aristas. Y sin tanto estereotipo paralizante.
Termino con una frase del antropólogo Ashley Montagu: “La idea es morir joven, lo más tarde posible”. Eso me interpreta mil veces más que esta película fallida.