Asteroid City (2023): Ver la obra, mirar al autor
Asteroid City no existe, es un drama imaginario creado expresamente para esta transmisión. Los personajes son ficticios; los textos, hipotéticos; los eventos, una invención apócrifa, pero en conjunto muestran un relato auténtico de los entresijos de una producción teatral moderna. Así presenta el director texano lo que serán los próximos 105 minutos de proyección a su audiencia.
Aquellos 4 minutos de monólogo compartido entre el narrador (Bryan Cranston) y el escritor de la obra que compone la película, Conrad Earp (Edward Norton), condensan no sólo la estructura de la propia película, sino también la diversidad de elementos y técnicas que ha fortalecido el director en casi 30 años de carrera.
La última cinta de Wes Anderson presenta en códigos cinematográficos la realización de “Asteroid City”, la última obra del dramaturgo Conrad Earp, en la que un reparto coral de personajes es reunido en esta ciudad ficticia para presenciar un evento astronómico sin igual. Guiada por unos sensacionales Scarlett Johansson y Jason Schwartzman, la película narra en paralelo el desarrollo de acontecimientos de la obra y los sucesos que llevaron a la escritura de tal relato, comparándoles y haciéndoles dialogar continuamente.
El cine de Anderson se ha caracterizado siempre por su meticuloso trabajo en la escritura de personajes excéntricos, la construcción de mundos con reglas bizarras al servicio del estilo milimétricamente medido con que compone sus planos y, por sobre todo, la presencia de la cámara en cada emplazamiento del filme, ya sea atravesando grandes decorados, contemplando el fino detalle de miniaturas o el uso de maquetas como se hacía en el cine de antaño.
Desde su primer trabajo en stop motion, “El fantástico Mr. Fox” (2009), el director ha incluido el maquetismo en su estilo de filmación a tal nivel que sus dos últimas películas prácticamente han girado en torno al uso de los modelos en miniatura. “La crónica francesa” (2021) es un espectáculo que pone casi todos sus esfuerzos en el impacto de sus escenarios, que pasan de maquetas de ridículo detalle a gigantescos sets que asemejan múltiples escenarios teatrales dispuestos para ser filmados en condiciones controladas en su totalidad por el equipo creativo.
En su filme de 2021 es la primera vez que utiliza fotografía en blanco y negro y animación digital en 2D, generando una aglomeración de medios en los que se hacen presente las irreverentes interpretaciones del enorme reparto, las composiciones dinámicas y la simetría que caracteriza sus imágenes, así como el ritmo de aguda precisión con que coreografía cada escena. Este es el ejemplo más deslumbrante de la experiencia del director de fotografía Robert Yeoman para abordar las intrincadas narrativas de este director, en este caso, la vida y pasión del recién fallecido editor de un periódico de Kansas, retratadas en una serie de crónicas estructuradas como si uno realmente estuviese hojeando un periódico.
Esta propuesta, abordar personajes desde su pasión y narrar la historia desde ella, se repite y amplifica en la presente cinta; la estructura de una obra teatral se yuxtapone con las ocurrencias y conflictos de aquellos destinados a llevarla al escenario, una metanarrativa que parece ser el futuro de las producciones del norteamericano, quien se complejiza y divierte cada vez más con cada película que escribe. Si “La crónica francesa” era una carta de amor al periodismo, “Asteroid City” lo es a la dramaturgia, la ambición, la soledad de los procesos creativos y las relaciones humanas trágicas que les originan.
La idea argumental recuerda a la travesía de Royal por reunirse con su familia en “Los excéntricos Tenenbaum” (2001) y tanto la estructura visual como temporal resuenan con ideas provenientes de “El gran hotel Budapest” (2014). Retomó el stop motion para representar criaturas no-humanas y ahora lo combina con el live-action para generar una nueva variedad de emociones en sus espectadores. Los colores de los decorados se sumergen en blanco y negro y luego se funden en potentes LEDs. Incluso retoma el icónico plano subjetivo de unos binoculares en “Moonrise Kingdom” (2012) y lo transforma en la tímida perspectiva infrarroja de un ser de otro planeta.
Relaciones de aspecto variables, condensación de medios expresivos e interminables monólogos que reflexionan sobre la calidad humana de sus protagonistas. Atmósferas idílicas en contextos catastróficos se tiñen de tonos pastel al ritmo de las cuerdas de Alexandre Desplat. Todo un entramado de florituras técnicas y estilísticas en pos de una propuesta estética y argumental construida a lo largo de toda su carrera. Tal como Asteroid City es una puerta a la mente de Conrad Earp, también lo es a la de Wes, quien como Woodrow Steenbeck (Jake Ryan) alguna vez fue una joven promesa y ya no tiene nada más que demostrar.
El mundo se disuelve en blanco y negro luego de ver las desventuras de un grupo de padres, madres, hijos e hijas en mitad del desierto y los conflictos crecientes de un escritor, un director y su reparto. Intentamos entender algo de lo que acabamos de ver, pero no hay respuestas claras, solo nos queda buscar una bocanada de aire fresco a la salida del teatro, “OK, pero no la conseguirás”, nos dice el director con franqueza, resignados volvemos a nuestras butacas a la vez que volvemos a ver el azul del cielo, el anaranjado del desierto y el mundo recupera sus saturadas texturas.
Perdidos en la mente de un dramaturgo soñador, en esta historia solo queda sentarnos con “Freight Train” de Elizabeth Cotten de fondo y disfrutar los pasos de un pequeño correcaminos bailarín a un lado de la carretera, mientras los créditos nos recuerdan que lo que acabamos de ver fue, a fin de cuentas, una película. Asteroid City no existe, es un drama imaginario creado expresamente para esta proyección. Un conjunto de elementos teatrales que en conjunto muestran un relato auténtico de los entresijos de la producción cinematográfica contemporánea de Wes Anderson, por supuesto.
“Asteroid City” disponible en salas de cine desde el 17 de agosto.