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“El Fantástico Sr. Fox” (2009): Perfección obsesiva

La noticia le llega de sorpresa en el peor momento posible. El Sr. Fox (George Clooney) y su novia, la Sra. Fox (Meryl Streep) se aventuran en una granja para robar gallinas, pero el plan sale terriblemente mal cuando apenas unos segundos de terminar su aventura, caen en una trampa. En medio de un callejón sin salida, con el tiempo agotándose y una soga al cuello, la Sra. Fox confiesa un secreto a su amante: “Estoy embarazada”.

Tras 12 años después de ese momento, las cosas parecen haberse adaptado a una nueva normalidad. El Sr. Fox es un periodista sin éxito con ganas de un cambio; la Sra. Fox es una ama de casa con un gran sentido común, y Ash (Jason Schwartzman), el hijo que definió sus vidas, es un preadolescente con problemas de identidad. La vida no parece tratar mal a nadie, aunque la frustración y el hastió se hace patente con el Sr. Fox, quien aún parece añorar sus años como ladrón. Por suerte (para él y no para el resto) existe la posibilidad de regresar a los viejos hábitos cuando en un intento por encontrar un nuevo hogar a su familia, divisa las imponentes granjas de Boggis (Robin Hurlstone), Bunce (Hugo Guinness) y Bean (Michael Gambon), que según una canción infantil: “no tienen igual en maldad”.

La primera película de animación de Wes Anderson comienza de este modo. Esclareciendo el escenario inicial para luego disparar a sus personajes a un torbellino de complejas situaciones, arrastrados por la ambición del Sr. Fox y por la maldad del trio antagónico en una disputa que es más bien, una guerra personal entre animales y humanos. Disparos, explosiones, persecuciones, escapes imposibles, secuestros, rescates de último minuto, batallas campales. No falta nada a este despliegue de efectos e ironía ingenua donde los personajes, hablarán en todo momento de todas las cosas que ocurren en el mundo y en su particular vida interior.

Aunque, la trama quizás sea lo que menos interese en esta fábula infantil. La huida hacia adelante que emprende el Sr. Fox ante su necesidad de recuperar el pasado importa, en tanto, pueda impulsar la narración hacia nuevos encuentros y desencuentros. No es que se desatienda el guion (todo encaja con coherencia) o se olviden las temáticas que estructuran la película, pero tampoco hay una profundidad emocional a la atenerse. Lo que, dicho de otro modo, quiere decir que no hay una preponderancia en la narración. Por ejemplo, Rat (Willem Dafoe) sirve de espejo antagónico a los deseos de Mr. Fox, pero dicho personaje solo aparece en dos escenas y su desarrollo empieza y acaba con su muerte.

Acá lo auténticamente relevante es la expresividad formal que aflora en cada escena y secuencia, componiendo un cuadro (nunca mejor dicho) de colores, líneas y composiciones que entregan todo su sentido a lo plástico y estético. Fotografía, sonido, arte y montaje están coordinados en una secuencialidad rítmica y armónica. Ninguna desentona, ni tiene permiso para hacerlo.

La película desprecia cualquier color frío en favor de una abundante capa de cálidos que configuran, junto a la obsesiva simetría de cada plano, un avasallamiento pictórico. Más aun cuando todo está rodeado de detalles, pequeños gestos que van acumulándose hasta lograr algo parecido a la perfección expresiva.

No es algo extraño si además tenemos en cuenta que su movimiento es casi desquiciado, no por lo exagerado o grotesco (que en esta película no existe), sino por lo maniático: la necesidad casi compulsiva de detallar gestos y cambios en un frenetismo que se da descansos puntuales. Unos pocos segundos entre plano y plano, generalmente para enmarcar un gag, antes de retomar la carrera hasta el final de la película.

En ningún momento bajará de intensidad; todo ocurre a una velocidad endiablada. Incluso sus escenas más emocionales, las que enfrentan al Sr. Fox con sus seres queridos, no se detienen a contemplar los sentimientos destrozados de sus personajes, sino que siguen, imparables, a una nueva secuencia que atice, mueva y desplace a los distintos animales de su quietud. Lo más sorprendente sigue estando en esto: el movimiento. La animación de por sí puede ser entendida y definida únicamente a través del desplazamiento de objetos, so pena de decir una obviedad o un comentario superficial (y reductivo).

Aquellos que conocen la difícil labor que implica producir stop-motion, se verán abrumados por la obsesión de perfeccionar todo el frenetismo sin recurrir a fisuras técnicas. El hecho que sus cuerpos respondan a una definición tan clara y reconocible de gestos faciales y relación con su entorno (los pelajes se mueven, por ejemplo, a la sazón de su corporalidad o el viento) es una muestra clara de artesanía y oficio. También de locura. De un trabajo adictivo a la par de una genialidad autoral.

Puede que Wes Anderson repita la jugada en Isla de Perros (2018), con una nueva historia protagonizada por animales (no ya antropomórficos, pero sí intelectuales y emocionales) igualando ciertos resultados. Cada plano es de una maniática obsesión por alcanzar una perfección impecable. Pero es en Fantástico Sr. Zorro (2009) donde dejó en claro, hasta donde podía llegar, y hasta donde podía crecer esa necesidad de expresar un estilo particular frente a la manera que tenemos, generalmente, de concebir la formalidad de una película con algo único y perfecto.

Fantastic Mr. Fox (2009) de Wes Anderson se encuentra actualmente disponible en MUBI, en la Sección “Obras Maestras Modernas”.

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