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23 noviembre 2024, 23:08 PM | Actualizado | Chile
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Babylon (2022): cine sensorial

El cine lleva más de un siglo siendo una de las principales fuentes de entretenimiento para las masas. Desde las primeras proyecciones de los hermanos Lumiére allá por finales del siglo XIX, mostrando eventos tan cotidianos como la salida de unos obreros de una fábrica, hasta las grandes y millonarias superproducciones que se estrenan en estos tiempos. El cine ha sido uno de los medios de entretención más arraigados e influyentes en nuestra cultura. ¿Quién de nosotros no ha ido nunca al cine? ¿Quién de nosotros no tiene una película favorita?

A pesar de los avances tecnológicos y los propios cambios en la teoría y la forma de comprender el cine que han ocurrido a lo largo del tiempo, el séptimo arte ha tenido como principal objetivo el hacer sentir al espectador: despertar pasiones, miedos, tristezas y emociones por sucesos ajenos a su propio entorno. En el cine, el espectador se abstrae de su vida y del mundo que lo rodea, para empezar a percibir otra realidad.

El séptimo arte lleva en sus espaldas una serie de debates teóricos y críticos sobre su propósito esencial. Han existido distintas opiniones y corrientes de pensamiento sobre cuál es esencialmente el propósito del cine. Algunas afirman que tiene la misma profundidad que cualquier expresión artística (como la pintura o la música), Otras que es un medio de control de masas y que sólo sirve para implantar ideologías en la sociedad. Por otro lado, hay algunas que afirman que, para los espectadores, no es nada más que una forma de distraerse y abstraerse de la realidad, y así uno podría seguir encontrando posturas.

Bajo mi punto de vista, el cine es un fenómeno y un arte más complejo de lo que afirman las visiones mencionadas, y sería injusto reducirlo a “una simple forma de distraerse”. El cine te transporta a diferentes lugares, te hace conocer distintos personajes, sentir emociones que uno quizás no sentiría de la misma forma en su día a día, te mete de cabeza en miles de historias y mucho más. En resumen, te permite ser parte de algo más grande que tu entorno o vida, y eso es emocionante en sí. Está claro que el director Damien Chazelle cree esto último, ya que “Babylon”, su última y estrambótica producción, es un homenaje a la historia del cine y a su esencia misma: transmitir sensaciones y emociones.

“Babylon” es una cinta sin género claramente establecido, pero se reconocen elementos del drama y la comedia negra. Dirigida y escrita por Damien Chazelle (premiado por su trabajo como director en “Whiplash” (2014) y “La La Land” (2016)), a la vez que producida y distribuida por Paramount Pictures. La película fue estrenada el 23 de diciembre de 2022, enfrentándose a una decepcionante recaudación de taquilla durante su fin de semana de lanzamiento (4.8 millones de dólares, lo que, considerando que el presupuesto de producción rondó los 80 millones, significó una cifra de colecta pobre) y a una recepción mixta por parte de la crítica. Algunos sectores la acusaron de desordenada, mientras que otros la aclamaron como una obra extraordinaria y sensacional.

La historia está ambientada en Los Ángeles durante los años 20, en los estudios de filmación y en las productoras de cine, fiestas, reuniones y locaciones de la época. La cinta cuenta la historia de varios personajes en la transición del cine mudo al cine sonoro, un periodo de decadencia y depravación en los interiores de Hollywood. Así encontramos a la actriz emergente Nellie LaRoy (Margot Robbie), al galán de las películas mudas Jack Conrad (Brad Pitt) y a Manuel Torres (Diego Calva), un joven que parte desde cero y busca hacer su camino al éxito. Todas las historias tienen en común que tratan la ambición y los excesos descontrolados, que los llevan a lo más alto y a lo más decadente de la industria cinematográfica.

“Babylon” es una oda al cine. Es el homenaje que Damien Chazelle realiza al séptimo arte, y se puede percibir no sólo en la trama misma (repleta de referencias históricas y al cine), sino que también en la dedicación y atención al detalle puesta en cada toma, cada diálogo y cada segundo de película.

“Babylon” es probablemente la obra más pretenciosa de Chazelle hasta la fecha, desde la producción hasta la gran inversión, y eso se nota, puesto que no tiene absolutamente ninguna contención a la hora de apelar y estimular sensorialmente a su audiencia. Es estruendosa, estrambótica, colorida, sin censuras de ningún tipo ni en lo gráfico ni en su mensaje, y potente desde lo musical y lo visual. Es una estimulación constante a todos los sentidos. Lo que tampoco sorprende demasiado considerando que “Whiplash” y “La La Land” van en la misma dirección.

Claros ejemplos de esto son las escenas en las que se muestran fiestas alocadas llenas de personas (basadas presuntamente en las fiestas reales que se hacían en los circuitos de trabajo de Hollywood a principios del siglo XX). Un descontrol total, lleno de perversión, colores, bailes y música a alto volumen. “Babylon” es una fiesta de los sentidos, y esa idea de apelar a “transportar” y “hacer sentir cosas” al espectador es la que sostiene al filme, y es la visión del propósito del cine que, presuntamente, también tiene Chazelle.

Es importante revisar, a la hora de analizar esta cinta, que el homenaje que “Babylon” hace es al cine, no a la industria detrás de él. De hecho, la película presenta una profunda crítica hacia las condiciones de trabajo, las relaciones sociales y los vicios o depravaciones que existían en Hollywood durante esos años, principalmente enfocada hacia el elitismo de los empresarios a cargo de las productoras. La crítica es ruda y explícita, y Chazelle hace todo lo posible por implementarla en su historia. La película no tiene ningún pudor en mostrar prostitución, sexo y consumo de drogas explícitos, maltrato laboral, etc. “Babylon” plantea una idea muy interesante y que se desarrolla de manera casi subtextual: ¿Cómo algo tan bello y poderoso como el cine puede tener detrás una industria tan perversa? ¿No es acaso una de las mayores ironías? ¿Cómo algo que cautiva a tanta gente puede destruir las vidas de quienes trabajan produciéndolo? Es un contraste llamativo, interesante y poderoso de analizar que no se agota en el visionado.

“Babylon” es una gran epopeya cinéfila, compuesta por una gran variedad de personajes. Una vez que uno se acostumbra a la excentricidad y a la constante estimulación sensorial, se puede comprender la historia y su sentido. La trama y el guion ofrecen reflexiones en torno al cine, principalmente a los vicios que consumen a las personas cuando cumplen sus sueños: desde los físicos como las drogas, hasta los morales, como el abandono de los principios éticos y la aparición de sentimientos como la envidia o el odio.

También ofrece lecturas sobre el paso del tiempo y la adaptación a las nuevas modas y formas de hacer las cosas. En la cinta se enfatiza en la transición del cine mudo al cine sonoro, incluso alude al estreno de “El cantor de jazz” (1927) y las consecuencias que este cambio tecnológico tuvo en los actores y trabajadores recurrentes de las películas sin sonido.

“Babylon” no es una película tradicional. Algunos recursos narrativos, visuales y musicales que utiliza podrían complicar y enrevesar el visionado de espectadores que no se aclimaten al estilo y tono de la película. Con esto me refiero a elementos como sobrecargas de información entregadas en pocos minutos, el exceso de historias y personajes, los saltos abruptos entre ellas, los cierres poco explícitos de arcos de personajes, entre otros. Esto no vuelve a la película inentendible, pero sí requiere atención en el visionado. La cinta es un constante bombardeo de estímulos, por lo que la audiencia casi no puede distraerse de mirar la pantalla.

Creo que en eso último reside la esencia de “Babylon”. Se le critica que es caótica en su estructura y que quizás no cuenta con un gran relato, pero, al mismo tiempo, es imposible pasar por alto que la película no deja indiferente a nadie, porque es una experiencia extraordinaria. Los colores brillantes y el movimiento casi continuo amarran a tus ojos, la música potente y estruendosa cautiva a tus oídos, las escenas de drama y de romance te dejan sin respirar por la emoción, ver a Margot Robbie bailar descontrolada entre la multitud excita, y ni hablar de los momentos de drogas, sexo o vómitos, que dan asco genuino y lo sientes en el paladar, y así uno podría seguir ejemplificando todo el día. Es una película para ver en una sala de cine porque es un filme que agarra a todos tus sentidos y no los suelta, volviéndote parte íntegra de la experiencia.

Podemos criticar que las películas a veces no nos cuentan grandes historias o simplemente no logran engancharnos, y está bien, pero no podemos olvidar que el cine es más que una historia bien contada, es más que hacerte sentir cómodo, es más que sólo transmitirte una idea. El cine es transportarte, sentir emociones, es llevarte a otra realidad, reflexionar sobre el mundo y sobre tu entorno. El cine es hacerte llorar, reír, sentir asco, gritar de emoción, sentir miedo, y mucho, muchísimo más. El cine permite que te sientas parte de algo más grande. Me parece que, ”Babylon” es plenamente consciente de esto y lo usa a su favor, lo que lo vuelve uno de los mejores homenajes al séptimo arte que podrían haberse hecho, realizado por un director capaz de manejar todos estos recursos cinematográficos de buena manera. Si vas a verla estando listo para ser transportado y sentirte vivo, es, sin duda, una experiencia inolvidable para cinéfilos. Bienvenido a la fiesta.

“Babylon” está disponible en salas de cine desde el 19 de enero.

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