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Rock Dog 3 (2022) de Anthony Bell: El pesar de las continuaciones

Se suele decir que las segundas partes siempre son malas; también se puede decir lo mismo de las terceras. Parece ser que la maldición de la secuela solo es salvable en su segunda entidad. Véase los casos de El Padrino 2 en frente de El Padrino 3 o Mad Max 2 al costado de Mad Max 3: Thunderdome. Y este esquive de la maldición a veces no consigue desviar el accidente ni siquiera en su segunda entrega, y de ahí, ni en la tercera, ni en la cuarta, ni en la rara numerología de la quinta o la sexta. Véase (nuevamente) los casos de La Isla del Hielo 2, 3, 4 y 5 o de Rock Dog 2 y 3, en contraste de esa grata sorpresa que fue Rock Dog 1 dirigida por Ash Brannon. 

Rock Dog 3 (2022) de Anthony Bell inicia, como todas las continuaciones, los pasos dejados por las anteriores entregas. En la primera veíamos a Bodi, un mastín tibetano que soñaba con convertirse en músico, dar sus nacientes pasos en su carrera como rockero con la ingenuidad de los primerizos ante una pasión desconocida. En la segunda, Bodi ya alcanza el status de estrella y lo que viene es la consolidación. En la tercera, Bodi es ya un maestro, haciéndose cargo, a regañadientes, de un trio pop conformado por unas jóvenes cantantes de una generación que deja a Bodi y sus amigos en el pasado. 

De esta forma tenemos a Bodi en las tres principales fases que, se entiende, conforman la vida musical: aprendiz, estrella y maestro. Etapa que se asume cuando Bodi ingresa en una feroz competencia que tiene como protagonistas a un sarcástico y burlesco hipopótamo llamado Neon Light, y una presentadora loba, llamada Lezah, quien esconde sombrías intenciones detrás del programa. Paralelamente, está la figura del gato Angus Scattergood, que deja su rol como ídolo, maestro y estrella a Bodi, en una aventura para recuperar sus memorias y de ahí, su identidad. 

Pero este “ceder el trono”, bien podría ser un impasse para una más que posible cuarta o quinta entrega con todo lo que ello puede suponer. Pues al final, Rock Dog 3 lleva la renovada energía de su primera entrega al agotamiento total, generando una epidemia de degradación que abarca la totalidad de su lenguaje técnico y dramático.

Desde la imagen cuya fuerza se ha perdido en planos simples, dejando de lado lo correctísimo de la primera entrega para entrar directamente en la repetición de ángulos y escalas. De la misma forma, la iluminación pierde su contorno y expresividad, aplanando luces y sombras sobre los personajes. El montaje, que antes construía secuencias en diferentes tonalidades y para distintos procesos dramáticos, ahora solo está limitado a las secciones musicales. La animación se ha robotizado, en el sentido que sus movimientos y expresiones han perdido naturalidad.

El humor, que había sufrido un notorio retroceso en su segunda entrega, continua acá con los mismos esquemas, dilapidándose en los viejos personajes que han visto disminuir su carisma y personalidad al punto de ser completamente irrelevantes para el desarrollo de la trama. 

Los nuevos que aparecen están encasillados a partir de un único elemento. En el caso del trio pop, su rasgo generacional se expone a partir de los contrastes que evidencian con Bodi en materia de las redes sociales o la misma música. En el caso de Lezah o Neon Light, en cambio, no conforman un peligro al nivel de Linux, el lobo antagonista de las dos primeras entregas, cuya naturaleza maquiavélica y sádicas intenciones hacían patente su maldad.

Y por último, la fortaleza del guion se ha transformado en una frágil empalizada, con avances y retrocesos ocurriendo, en ocasiones, sin haber explicación o evidencia mediante. Haciendo huecos en el argumento que se asumen de forma inmediata con silencios o leves explicaciones. En el fondo, todo ocurre más bien porque si y a pesar de las razones que se entrega, los eventos no dejan de parecer desconectados, aleatorios o forzados.

La original cinta dirigida por Ash Bannon en 2016, muy a pesar de su escaza o nula originalidad, era una obra bien compuesta que sabia mantener su coherencia a pesar de su humor o sus exageraciones, ocurriendo con fluidez los sucesos que ocuparían a Bodi en su primer peldaño a una carrera musical. Más aún, era una obra que legítimamente evitaba cualquier engaño en su drama, cualquier trampa en su fondo, poseyendo unos personajes simpáticos que, a la hora de interactuar, generaban situaciones divertidas y hasta graciosas. 

Su más reciente hermano, por otro lado, ha acabado sufriendo aquello que tanto pesa en las continuaciones, en aquel segundo día después de una gran sorpresa. Aquello que puede perfectamente resumirse en una sola pregunta “¿Qué más se podía contar de estos personajes?”. Solo que aquí la respuesta resultaba coherente, fue su aproximación a la formalidad, al cómo se disponía a resolver esta incógnita, lo que acabó dilapidando todas las virtudes que la primera entrega poseía. 

Rock Dog 3 disponible en salas desde el 2 de febrero.

 


 

“Rock Dog 3” es una película para toda la familia que cuenta con la dirección de Anthony Bell (“Rugrats: Aventuras en pañales”), un guion de Rob Muir (“El libro de la selva”) y las voces de Graham Hamilton, Ashleigh Ball, Andrew Francis y Kathleen Barr.

FICHA TÉCNICA
“Rock Dog 3: Rockeando juntos”
TÍTULO ORIGINAL: “Rock Dog 3: Battle the Beat”
Año: 2022.
Duración: 90 minutos.
EE.UU.
Dirección: Anthony Bell.
Guion: Rob Muir.
Reparto (Voces): Graham Hamilton, Ashleigh Ball, Andrew Francis y Kathleen Barr.
Estreno en Chile: jueves 2 de febrero.
BF Distribution.

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