Onkel Günter: Valiente soldado
En el documental del director Juan Francisco Riumalló, tras años de silencio, una familia chilena de clase alta debe lidiar con un oscuro secreto, que algunos portan con vergüenza y otros con desprejuiciado orgullo. En la más reciente edición de SANFIC, la cinta le significó a Riumalló el premio a mejor director.
Si pensamos en las grandes narrativas del siglo pasado, muchas veces nos es difícil establecer una conexión directa con Chile, olvidando que nuestra propia historia daría para tomos y tomos de grandes épicas que han sido desplazadas por la historia y han quedado finalmente sin contar. Sin embargo, la ópera prima del realizador Juan Francisco Riumalló cumple ese anhelo aspiracional de los chilenos: nos sitúa, aunque tangencialmente, en la Segunda Guerra Mundial y de paso nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado reciente.
En cierto modo, Onkel Günter actúa como un metadocumental. Ya en la primera escena la cámara de Riumalló nos sitúa en un living familiar, donde ha reunido a sus parientes cercanos para mostrarles un corte de la misma película. Hay reacciones airadas, otras silenciosas y otras que llegan desde la empatía. La película cae como una bomba, y no es que al interior de la familia no se supiera que el hermano mellizo de su abuelo haya sido un soldado nazi en la Segunda Guerra Mundial. Es que verlo en la pantalla, como una historia que está lista para ser expuesta a Chile y el mundo podría ser una experiencia traumática para algunos. Mientras nosotros, los espectadores, tenemos un lugar privilegiado en esta tragedia.
La historia comienza a tomar forma en Berlin, donde Riumalló va a estudiar. Nos cuenta que es el único miembro de su familia que ha vuelto recientemente al país germano. Hacerlo lo contraría, pues tiene recuerdos de infancia y pesadillas que lo inquietan. Es así como comienza a investigar sobre su tío abuelo, Günter, onkel Günter, un piloto nazi que desapareció en pleno ejercicio. Entre Chile y Alemania, Riumalló entrevista a tíos, tías, su abuela y su madre sobre una historia que parece convenientemente olvidada. Hacerlo abre una herida que finalmente pone la historia en marcha.
Frente a la cámara desfila el material de archivo, fotos y cartas sobre onkel Günter, que lo muestran y describen como un hombre atlético, carismático e íntegro, pero sobre todo, comprometido con la causa nacional socialista. ¿Qué significa eso? ¿Se pueden ser todas esas cosas a la vez? El documental pareciera ser una tesis sobre el doublethink de Orwell. Günter es un héroe y un villano al mismo tiempo para su familia. Nada más claro en un registro casero de una fiesta familiar, donde una de las tías del realizador apenas alcanza a alzar su brazo en señal saludo nazi, antes de que su padre la detenga.
En otra de las escenas, las condecoraciones castrenses del tío abuelo están desplegadas en la cama. Habían permanecido escondidas hasta ahora, mientras que una de sus tías dice que “hizo lo que tenía que hacer en el momento”. El eufemismo no es compartido por todos: hay quienes se vanaglorian de su ascendencia teutona y otros que la miran con distancia, incluso con vergüenza.
Las escenas familiares, que forman la parte central del documental, así lo demuestran. Pero más allá de la coyuntura, la real protagonista es la inevitable pregunta que ronda toda la película y que Riumalló no se priva de hacer: ¿Podríamos pensar y decir lo mismo sobre el Golpe de Estado de 1973? Y podrían ser más: ¿Podemos mirar con el mismo doble estándar la dictadura cívico-militar de Pinochet? ¿La reflexión de una familia es distinta a la que hace un país? La respuesta de Onkel Günter pareciera ser no.
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