Réquiem por un sueño (2000): Directa a la sangre
Los sueños son indispensables para la naturaleza del ser humano. ¿Qué sería de nosotros sin nuestros deseos? ¿Qué caminos tomaríamos si no tuviéramos metas? ¿Realmente nos levantaríamos de la cama todos los días a trabajar si no tuviéramos un propósito o una idea de cómo queremos que sea nuestro futuro? El humano no vive entusiasmado por nada si no tiene algo que ponga rumbo a su vida, y, si no le entusiasma nada, entonces no es capaz de disfrutar de su propia existencia. A pesar de esto, en la vida siempre es complicado cumplir con todo lo que te propones.
En una sociedad que desde tiempos inmemoriales ha impuesto estándares de éxito (principalmente regidos por cuánto dinero y propiedades tengas), cánones de belleza, religiones en las cuales creer y regulaciones de qué cosas están bien y mal, es complicado soñar libremente y alcanzar sin esfuerzo nuestros sueños. Se pueden alcanzar en gran parte de los casos, pero no sin esfuerzo. A veces la dificultad hace que la mayoría de nosotros no los alcancemos y los dejemos ir, o que reemplacemos una meta por otra más asequible según nuestro contexto. La decepción es un espectro que siempre estará ahí, en cómo nos adaptamos a sobrevivir dentro de esta sociedad, y puede ser mayor o menor su presencia, pero uno debe acostumbrarse a convivir con ella si no se quiere pasar el resto de los días triste y angustiado. Si bien yo personalmente me considero un partidario de mirar más el vaso medio lleno que medio vacío, hay personas a quienes les cuesta más aguantar estas presiones (lo que es natural), y sucumben a otras salidas más sencillas, placenteras y cortoplacistas a los males que les aquejan, pero que, a la larga, terminan provocando que sea peor la cura que la enfermedad. Al pensar en esto se nos viene a la mente uno de los fenómenos sociales más comunes (lamentablemente) y dañinos del mundo: la drogadicción.
Sabemos que muchos productos legales y que consumimos con normalidad son drogas, tal es el caso del alcohol, el tabaco, los medicamentos y demás (que también son dañinos en exceso), pero el término es comúnmente asociado con las sustancias ilegales y la droga dura. Estas sustancias son el destrozo perfecto, porque son adictivas y sumamente perniciosas. Hay adictos (muchos) que conocen los daños a nivel físico y psicológico que estas drogas les causan a sus cuerpos y mentes, pero aun así las siguen consumiendo, a veces simplemente porque sus damnificados organismos lo exigen. Darren Aronofsky hace un estudio complejo de personajes en “Réquiem por un sueño” (2000), su película más visceral, intensa y cruda, y muestra cómo la decepción, la soledad y el más desesperado rostro de la drogadicción son capaces de destruir sueños, esperanzas y vidas enteras.
“Réquiem por un sueño” es una película estadounidense de drama y con elementos de terror psicológico. Dirigida por Darren Aronofsky (quien, unos años después, se consolidaría como uno de los directores más famosos del siglo XXI gracias a filmes como “El cisne negro” y “La ballena”). La cinta fue estrenada en cines estadounidenses el 27 de octubre de 2000. El filme está basado en la novela homónima escrita por Hubert Selby Jr (quien también ejerció de guionista en el largometraje) en 1978. “Réquiem por un sueño” se enfrentó a una recepción mixta por parte de la crítica profesional en su período de estreno. Sin embargo, con el paso del tiempo, la cinta ha obtenido el reconocimiento del público como película de culto que, en mi opinión, se merece ampliamente.
La película narra las historias de cuatro personajes y cómo terminan destruyendo sus esperanzas, sus relaciones interpersonales y su propio cuerpo intentando cumplir sus sueños. Harry (Jared Leto) es un joven que se dedica al tráfico de drogas junto a su amigo Tyrone (Marlon Wayans). Gracias al cada vez mayor ingreso de dinero, Harry le propone a su novia Marion (Jennifer Connelly) abrir un negocio propio en el que puedan vender la ropa diseñada por ella, sueño que les permitiría establecerse económicamente y mejorar sus vidas de una forma que puedan, de una vez por todas, alejarse de la droga y su mercado. En paralelo, Sara (Ellen Burstyn), la madre de Harry, es una señora mayor que vive sola tras la muerte de su marido, y cuya vida vuelve a adquirir un propósito cuando su programa televisivo de concursos favorito la llama por teléfono, invitándola a participar en él. Sara, tras esta llamada, trata de adelgazar para poder verse bien en su aparición en el programa, lo que la lleva a probar métodos peligrosos para su salud tratando de bajar de peso rápidamente. Los personajes son llevados al límite en las cosas que hacen con tal de cumplir sus sueños, cayendo en conflictos, violencia y un progresivo deterioro de su salud física y mental, principalmente causado por un mal común que aflige a todos estos sujetos.
Si eres sensible a las imágenes fuertes (como las heridas gráficas, el consumo de droga, la prostitución o demás) o a los tópicos muy crudos, entonces “Réquiem por un sueño” se te hará una experiencia horripilante. La película está maravillosamente realizada, y es precisamente por eso por lo que es tan desgarradora y terrible. Suena contradictorio, pero es la magnitud del ambiente de caos, desesperanza total y ruina que crea para marcar el descenso al infierno de sus personajes la que la vuelve una cinta poderosa. La película es un viaje intenso, crudo y fuerte de la denigración mental y moral de todos sus personajes, llevándolos a extremos totalmente desesperados y desagradables de ver para el espectador. Fuera de la historia, la cinta también tiene una estructura en su montaje y en su narración muy marcada que calza y potencia de manera perfecta el ambiente que la cinta busca crear. Ese entorno de morbo, asco, psicosis, angustia y desesperación colectiva que se percibe en el filme no se puede explicar sin las características de su montaje, su música, sus actuaciones y su cinematografía en general. Y lo peor de todo es que ese entorno atroz y desagradable es envolvente y no puedes escapar de él como espectador, tal como los personajes no pueden escapar de su lenta pero inevitable decadencia moral.
En “Réquiem por un sueño” el montaje es importantísimo. La cinta utiliza como recurso reiterado transiciones rápidas que exhiben explícitamente (y de manera muy directa y gráfica) cómo los personajes se inyectan y/o consumen drogas de diversas formas, exhibiendo cómo las pupilas se agrandan, la droga se inyecta en los cuerpos, las bocas consumen las pastillas, entre otros ejemplos. Estas transiciones contribuyen a la sensación constante de repulsión y asco que siente el espectador al ver cómo estos personajes siguen dañando sus cuerpos. Como audiencia, estamos obligados a ver cada mínimo detalle de cómo estos personajes consumen estas sustancias, aunque nos dé asco. Eso nos mantiene sintiendo la película y su intensidad, y no podemos relajarnos en ningún momento. La cinta cuenta con recursos visuales bastante interesantes, como, por ejemplo, tomas cortadas a la mitad en la que cada porción muestra a un personaje diferente en su propia toma individual, aunque estén en la misma locación. Estos elementos, junto a otros como el uso recurrente de primeros planos (que reflejan la soledad o la desesperanza de los personajes) o el uso de colores pálidos y tonalidades grises para la mayor parte de la película (que representan lo turbio, trágico y descorazonado del entorno de la cinta), ayudan a crear ese ambiente que mencioné antes, envolvente, terrible y poderoso.
Considerando lo mencionado anteriormente, quizás algunos podrían pensar que la cinta utiliza el morbo como recurso fácil para impactar en la audiencia, pero no me parece que ese sea el caso. El uso de imágenes y secuencias gráficas e incómodas para el espectador sirven un propósito narrativo y visual que concuerda con la propuesta general de la película. Por algo los recursos del montaje son tan persistentes, porque la cinta quiere que sintamos el dolor de los personajes y que comprendamos lo horribles que son las cosas que ocurren en la pantalla de una manera que no provenga tanto desde el cerebro, sino más desde la carne. Nos sentimos incómodos viendo “Réquiem por un sueño” porque el objetivo de Aronofsky parece ser ese, hacernos sentir la película en la carne, en las venas y en la sangre. Esa propuesta se ve en cómo está narrada la película también, mostrando al inicio los momentos de los personajes llenos de sueños y esperanzas, hasta llegar progresivamente a la destrucción moral y los límites más desagradables posibles que estos personajes estuvieron dispuestos a alcanzar para cumplir sus metas. El dolor que es explícitamente gráfico en las tomas de la cinta es acompañado por el dolor psicológico y emocional del sufrimiento de los personajes, tras ver sus sueños y sus vidas rotas. Para el espectador es un dolor físico desde lo visual y psicológico desde la narrativa. Es un dolor total, y el viaje que pasamos para llegar a él es incómodo, sí, pero es el viaje cinematográfico que la cinta quiere que pasemos, y cumple con su propósito de manera magistral.
Otros aspectos de la cinta también están muy bien trabajados, la música es un ejemplo, llena de momentos álgidos. Varias veces se repite en distintas secuencias la canción “Lux Aeterna”, parte de la banda sonora original de la cinta, que siempre funciona perfectamente porque es una canción muy atrapante y hasta terrorífica de lo poderosa que es. Las actuaciones también son grandiosas (Ellen Burstyn es colosal en esta cinta) y logran representar la decadencia de estos personajes sin caer en la ridiculez o en el histrionismo. El guion también está bien realizado, lleno de subtextos y diálogos muy bien trabajados y emotivos.
“Réquiem por un sueño” es una película extraordinaria, y que recomiendo encarecidamente porque es realmente una experiencia excepcional, llena de emociones. Probablemente sufran, pero es que es una película hecha para no pasarla bien al verla. De todos modos, ¿qué podíamos esperar de una película sobre drogadicción, soledad, abandono y sueños rotos? Incluso me parece bien que películas así sirvan como recordatorio a la sociedad de que fenómenos como la drogadicción o el adoctrinamiento de los medios de comunicación (como la televisión o las redes sociales) son cosas que nos destruyen, y destruyen a todo lo que nos rodea. Aronofsky no exagera ni dramatiza nada, sólo plantea el daño que causan estos fenómenos tal como es, sin guardarse nada, porque las tragedias que ocurren en esta película ocurren en la vida real también a miles de personas. De hecho, por poner un ejemplo, en la cinta nunca se menciona exactamente cuáles son las drogas que consumen los personajes, ¿por qué? Porque no es necesario. No es relevante explicar qué drogas específicas consumen los personajes, lo importante es que se están drogando, y se están destruyendo al hacerlo.
Los réquiems son oraciones o composiciones musicales dedicados a los difuntos, y, haciendo honor a su título, “Réquiem por un sueño” es la obra que representa la muerte de los sueños de sus personajes, que murieron porque, al desesperarse queriendo cumplir sus metas, estos últimos abandonaron su sentido común, su salud y su humanidad. Para cumplir nuestros sueños hay que esforzarse, y, en la mayoría de los casos, uno es perfectamente capaz de alcanzarlos si se esfuerza, pero no podemos perdernos a nosotros mismos en el camino, si no, tal como muestra esta película, difícilmente habrá vuelta atrás.
“Réquiem por un sueño” está disponible en la plataforma de streaming “Mubi”.