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21 noviembre 2024, 06:17 AM | Actualizado | Chile
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“Zona de Interés” (2023): Resonancias en el subconsciente

El 15 de febrero se estrenó en cines chilenos “Zona de Interés” de Jonathan Glazer (“Reencarnación”, “Bajo la piel”), que adapta libremente la novela de ficción homónima de Martin Amis acerca del día a día de la familia Höss en su casa junto al complejo Auschwitz en plena Segunda Guerra Mundial. En una experiencia tan inmersiva como perturbadora, guiada por las sobresalientes interpretaciones de Christian Friedel y Sandra Hüller, la fotografía de la película se presenta como un lienzo en blanco, que poco a poco construye la realidad que cubre los sucesos que se esconden tras las paredes del campo de concentración.

Este lienzo sirve como atmósfera y distracción, una fachada frágil que usa la comodidad visual para acomodarse en la imaginación y distraer de las problemáticas que subyacen, que salen a flote violentamente cuando nuestra mirada atenta da lugar al oído atento. En este sentido, la película genera una contraposición entre imagen y sonido, cuyo entendimiento puede ayudarnos a reconocer sus reales intenciones.

Imagina una casa de tu infancia, un jardín, cocina, comedor o habitación que sientas particularmente familiar, que te evoque una nostalgia inminente e inevitable al pensar en ella. En un esfuerzo tu cerebro comenzará a revivir ciertas imágenes conocidas. Recuerdas las texturas del amoblado, la distribución de puertas y ventanas, los colores en las paredes, los patrones del techo, es posible que un par de otros utensilios, juguetes o figuras que hayan hecho presencia en aquel escenario. Pronto podrías regresar a cuestiones más específicas, la iluminación de los lugares o los rayos de sol a ciertas horas del día, todas estas son remembranzas visuales del espacio.

La inmediatez de la memoria visual implica una superficialidad natural, que hace que esos detalles sean evocados casi al instante al momento de hacer memoria. Estamos tan acostumbrados a la visualidad del mundo que el “look” se ha vuelto una forma mecánica de evaluar el estado de las cosas, así como al momento de afrontar las primeras impresiones se hace especial énfasis en las cualidades visuales de un elemento. Los ojos son nuestra primera puerta a la percepción del entorno y la hemos explorado a tal profundidad que resulta casi imposible de engañar, las discordancias ópticas llaman la atención tan pronto llegan a nuestro cerebro.

Es por lo anterior que uno de los procesos más complicados del quehacer cinematográfico es la fabricación del pasado, la reconstrucción de escenarios que en algún punto de nuestra historia fueron reales y viven ocultos en las bibliotecas de la mente. Estos lugares son particularmente de difícil acceso para las películas debido a nuestra sensibilidad y juicio ocular. De hecho, fue el auge del cine durante el siglo XX uno de los factores que más influyó en el desarrollo de nuestra perspicacia visual.

Del mismo modo en que nuestra realidad se encuentra sumida por un régimen estrictamente de lo visible, los demás sentidos pertenecientes a nuestra humanidad han pasado por completo a segundo plano, como si para nuestra supervivencia en este mundo no fuesen necesarios o indispensables. Esta presencia en segundo plano, esta cuasi ausencia ensombrecida, les dota —a la inversa que al sentido de la vista— de una profundidad inherente cuando se les estimula.

Nuestro olfato subconsciente despierta conmociones mucho más potentes que cualquier imagen, por ello un olor o sabor propio de nuestro pasado nos descoloca tan rápido y traslada nuestra mente a dicho momento con tanta precisión, ya que no hemos aún conceptualizado lo suficiente los límites de estos sentidos en nuestro cuerpo y en nuestra imaginación.

Para resolver el problema del juicio visual de la representación de un suceso de carácter tan global y discutido, como es la temática retratada en “Zona de Interés”, y de la cual se tienen ya múltiples perspectivas a lo largo de la historia; el londinense Jonathan Glazer opta por desdoblar los límites de la expresión sonora y hacer un llamado de atención subconsciente hacia los sucesos que toman parte tras las murallas que confinan el terreno de la casa Höss.

El realizador británico se aleja del sadismo melodramático de otras producciones acerca del mismo tema y evita continuar el legado de retratos sobre villanía y maldad absoluta que, lejos de respetar la memoria de los hechos, terminan endiosando a los agentes perpetradores de tales deplorables acontecimientos. Esta adaptación da un paso al costado respecto a las historias de víctimas y victimarios y se concentra en la mirada quieta del testigo acallado.

Según el propio director, esta es una película sobre el presente y sobre cómo apartamos la mirada ante las injusticias de hoy, mientras contemplamos con desdén las injusticias del pasado ahora que tenemos la seguridad de la distancia temporal. Pero ahora, el cine sirve de puente para conectar nuestros oídos con las resonancias del pasado y es nuestra responsabilidad reconocer los reflejos que hacen aparición en la actualidad. Mientras la imagen describe una falsa cotidianidad incómoda y sospechosa, el sonido manifiesta una realidad temible y tangible. Los micrófonos por tanto desvelan lo que la cámara —sin éxito— se empeña en esconder.

“Zona de interés” (2023) de Jonathan Glazer estuvo en cartelera nacional -actualmente solo con funciones en Cinépolis La Reina-, y compitió en los Premios Oscar en cinco categorías, donde obtuvo la estatuilla como Mejor Película Internacional.

¡Revisa el trailer de “Zona de interés”!

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