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| 20/09/2024 | Actualizado 3:39 pm
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Esto es Beit Sahour (2023): Divergencias de la memoria

Un gran hito formativo para muchos de nosotros es aquella primera vez que nos sentamos en la mesa “de los grandes”, finalmente accediendo a los saberes y secretos familiares. Esto es Beit Sahour (2023) de Fernanda Chain Fuentes se siente como esa primera conversación con tus tías durante la once, presentando en este caso un relato marcado por las incógnitas del exilio, la melancolía y la curiosidad.

El documental se configura a partir del tránsito, el cual la directora define como “un vaivén de cruces interminables” de Palestina a Chile, de Chile a Buenos Aires, de Chile a Palestina y de Buenos Aires a Chile. El punto de partida es un viaje que su abuelo Fesal emprendió en los noventa a la ciudad de Beit Sahour, en Palestina, donde se reencontró con su familia tras un largo exilio en Chile. Este desarraigo resultó en una compleja relación con el país de origen para Fesal, su hermano Same y para sus hermanas Niyme, Matilde y Yamile.

En los diez años de realización del documental, la directora reconecta con sus tías abuelas, quienes se distanciaron de Fesal tras el suicidio de Same. Es en estas entrevistas que se atisba uno de los aspectos más interesantes de la dinámica familiar: las distintas formas de recordar el pasado, o bien, lo que se elige revelar/conservar respecto de éste. Mientras Fesal expresa su pesar por crecer sin haber experimentado contacto con su familia extendida, sin primos ni tíos ni abuelos de la misma cultura, las tres hermanas manifiestan su vehemente negativa ante la idea de volver a Palestina durante su infancia y adolescencia, pues su padre tenía la intención de arreglar sus matrimonios con hombres que ellas no conocían. Con la revelación de un aborto al que se somete Yamile, quien fumaba tabaco a escondidas de su padre, se pintaba los labios de rojo y tenía novios clandestinos, quedan claras las divergencias de la memoria, inevitablemente marcadas por el género de cada familiar y el nivel de libertad que éste les atribuye.

Por supuesto, la relación con la madre tierra no es blanco y negro, existe una profunda apreciación por la cultura palestina y la lengua árabe, incluso para Matilde, Niyme y Yamile. Este es un sentimiento común en la experiencia diaspórica: la sensación de no ser de aquí ni de allá; la nostalgia de un lugar que no se conoce y la añoranza de la misma cultura cuyas tradiciones más conservadoras se rechazan, por el mero hecho de sentirse parte, de pertenecer, especialmente en un mundo donde lo blanco y Occidental es considerado el default, dejando a todo el resto flotando en la abyección.

Para lograr establecer estos diálogos, Chain claramente maneja y saca ventaja de los códigos tradicionales del documental: una voz en off que contextualiza e instaura el punto de vista; una cronología que establece cruces entre el pasado y el presente a partir del uso de archivo y los testimonios compartidos a través de numerosas entrevistas. Existe además un deseo por registrarlo todo que proviene de una fascinación infantil por contar historias, ligada una cámara que se hereda del abuelo y se utiliza como dispositivo narrativo para dar inicio al relato. Si bien en la tradición documental estos podrían considerarse lugares comunes, Chain lo traduce en un emotivo homenaje a sus raíces palestinas y una persistente búsqueda de respuestas, quizás porque, como dice su abuelo Fesal, “cuando yo me olvide de mí” no quedará nadie para mirar hacia atrás.

Esto es Beit Sahour (2023) fue parte de la última edición de FEMCINE 13 (Festival Cine de Mujeres).

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