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| 20/09/2024 | Actualizado 2:50 pm
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“Plasma”: Body-horror chileno y una revisión del subgénero

En 1818, Mary Shelley inauguraba la ciencia ficción con Frankenstein o el moderno prometeo. Escrita durante el terrible “invierno volcánico”, la novela nos presenta a Victor Frankenstein, un estudiante de medicina que se adentra en el estudio de la anatomía humana y desarrolla una fascinación grotesca por la muerte orgánica de los cuerpos y su descomposición. “Para examinar las causas de la vida, primero debemos recurrir a la muerte”. El joven científico pasa días y noches en osarios y mausoleos, observando “los objetos que más repugnan a la delicadeza de los sentimientos humanos”, y advierte que todos los prodigios del cuerpo son “herederos del gusano”. Dominado por su ambición, Frankenstein subvierte las leyes naturales y crea un monstruo a partir de cadáveres profanados. Con esta obra, Shelley también había originado el body-horror, un subgénero que lleva al límite los paradigmas de lo horrible y lo extraño, recurriendo a la violencia más desgarradora para remitir a la fragilidad del cuerpo, la atrocidad de sus mutaciones, y otras sutilezas.

Pienso en aquellos pasajes de Mary Shelley mientras converso con Daniel Aspillaga, fundador de hu+mano productions (Valparaíso) y director de “Plasma”, una película en etapa de desarrollo que se instala como una contribución chilena y contemporánea al body-horror. El proyecto es una apuesta pionera en Latinoamérica, donde este tipo de cine ha sido escasamente explorado, y ha logrado un desempeño admirable en distintos mercados e incubadoras internacionales: en abril, la película participó en BIF Market, el área de industria para proyectos en desarrollo del Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas (Bélgica). Además, “Plasma” fue uno de los 6 proyectos seleccionados en Mórbido Lab 2022, una incubadora de proyectos de terror y fantasía que nace de la colaboración del Mórbido Fest (México) y SANFIC (Chile); y también formó parte de la selección oficial de Blood Window Lab 2022 (Ventana Sur, Buenos Aires), organizado por el INCAA y el Marché du Film del Festival de Cannes. En este evento, “Plasma” obtuvo el premio Bifan/NAFF Award que le permitirá participar en la próxima edición del programa de industria NAFF/B.I.G en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bucheon (Corea).

Planteada como un largometraje de metaficción -es decir, que deja en evidencia el aparato cinematográfico-, “Plasma” narra las andanzas de un equipo de cineastas/cinéfilos que ruedan una película en Valparaíso, donde el cielo ha sido atravesado por una extraña esfera de carne con tentáculos. En medio de este escenario, el equipo recoge testimonios de los habitantes, que han adoptado comportamientos inquietantes y experimentan incontrolables deseos de liberación. Así, el horror de “Plasma” surge de algo inabarcable e incomprensible, pero se manifiesta en la corrupción de lo tangible (la carne) para gestar nuevos estados de conciencia -o “estados alterados”, citando la película homónima de Ken Russell-. Como contrapunto a estos motivos, la película también propone un tono ocasionalmente satírico, inspirado particularmente por el absurdismo del director sueco Roy Andersson, consolidando un lenguaje macabro e irreverente. Con esta conjugación de códigos e imaginarios, “Plasma” nos conduce por una serie de extrañas decisiones y sacrificios de carne, donde una nueva energía emancipadora destrona a la antigua, dando lugar a mutaciones y escenarios grotescos propios del body-horror. Pero, ¿en qué consiste exactamente este “horror corporal”?

El concepto de body-horror fue empleado por primera vez en un artículo de Phillip Brody, publicado en 1983, para referirse a un subgénero que por entonces estaba emergiendo en el cine de terror. El principal exponente del subgénero era el cineasta canadiense David Cronenberg, director de películas como The Brood (1979), Videodrome (1983), The Fly (1986) o Dead Ringers (1988). El cine de Cronenberg se articula a partir de una dialéctica entre lo orgánico y lo aséptico, como paradigma de la expresión estética de la new flesh, o “la nueva carne”. En los espacios asépticos -clínicas, laboratorios, sanatorios, emisiones de televisión- los cuerpos son intervenidos y deformados hacia lo monstruoso, provocando profundos estados de locura. Desde esta lógica, entre otros clásicos del body-horror también pueden citarse la cinta japonesa Tetsuo: The Iron Man (1989) de Shinya Tsukamoto, Society (1989) de Brian Yuzna, o la franquicia de Hellraiser, iniciada por Clive Barker en 1987. Lamentablemente, el horror ha sido visto históricamente como un género de poco prestigio, y el body-horror en particular, con sus excesos, no tardó en convertirse en un subgénero incomprendido. La gran popularidad de las películas slasher a partir de los años 80’, y la posterior exploración de otros tipos de horror, se impusieron sobre la impertinencia de las películas más “carniceras”. Incluso la filmografía de David Cronenberg sufrió importantes transformaciones estéticas a partir de la década del 2000; aunque podría argumentarse que nunca ha perdido su marcado interés por las temáticas de mutación y fragmentación de los sistemas humanos. Más tarde, el body-horror se las arregló para re-emerger tímidamente en el marco de la New French Extremity, con títulos como Martyrs (Pascal Laugier, 2008) o À l’interieur (Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2007), y luego con otras producciones más aisladas como The Human Centipede (Tom Six, 2009) o A Serbian Film (Srđjan Spasojević, 2010).

“Videodrome” (1983) David Cronenberg, Canadá.

De todos modos, hay que constatar que el body-horror tiene antecedentes muy anteriores al cine, particularmente en la pintura y la literatura. En este sentido, la monstruosa bola de carne que invade el cielo en “Plasma” recuerda a los Mitos del Cthulhu de H. P. Lovecraft; y lo interesante de las narraciones lovecraftianas, más allá de sus deidades terribles, del Necronomicon y el horror cósmico, es que sugieren una fisura entre la idea del mundo cotidiano y nuestras formas de comprenderlo. Los personajes de estos relatos experimentan situaciones de una extrañeza inconcebible, y a menudo pasan a ser víctimas de terribles pesadillas o trastornos demenciales: la realidad misma se ha enrarecido pues resulta inconmensurable ante cualquier intento de representación (Graham Harman, Realismo raro). Esta brecha, clave para entender la obra de Lovecraft, aparece en la imagen más pregnante de “Plasma”: Cuerpo Periférico, una extraña criatura de carne que describe las mutaciones sufridas por su propio cuerpo, alguna vez humano. En este ser colisiona lo inconcebible y el horror corporal. En términos de producción, Daniel me cuenta sobre el desafío delirante que ha significado dar vida a esta criatura: “Ha sido fundamental el trabajo no solo a nivel de maquillaje, sino que también en restauración, arquitectura, etc.”, comenta. “Por ahora tengo toda la piel de Cuerpo Periférico guardada en una bodega en mi casa. Cuando abro la puerta, su presencia se hace notar. Huele muy mal, y penetra en tu cabeza y puede darte dolor de cabeza en minutos. Es realmente una meta-criatura, que sirve para hacer criaturas.”

Afortunadamente, “Plasma” se articula en medio de un resurgimiento del subgénero. Durante los últimos años, algunos cineastas han sabido ver las cualidades únicas del body-horror: estas películas permiten -con una inusitada intensidad- explorar problemáticas morales, sociales, psicológicas, filosóficas e incluso identitarias. Integrando estas nociones, el horror corporal nos ha entregado algunas de las películas más interesantes del panorama actual. Por ejemplo, Titane (2021), dirigida por Julia Ducournau, es una brillante indagación en torno a las corporalidades, las identidades de género y el miedo a la maternidad. Aquí, la dialéctica de la new flesh reaparece cuando la protagonista tiene un encuentro sexual con un automóvil y más tarde engendra -en un parto traumático- una criatura híbrida, mitad humano mitad máquina. Ideas afines aparecen también en Crimes of the Future (2022), la película más reciente de David Cronenberg y su regreso al género. En un futuro donde el dolor ha desaparecido, los cuerpos humanos han comenzado a desarrollar nuevos órganos, dando paso a una nueva forma de sexo y de arte: la cirugía performática. “La emancipación”, dice Daniel Aspillaga, “es una incontrolable igualdad, que tiene su origen en el malestar y la enfermedad del cuerpo”. En este contexto, otras películas que vale la pena destacar son American Mary (2012) de Jen y Sylvia Soska, donde una estudiante de medicina se adentra en el mundo de las modificaciones corporales ilegales; el remake de Suspiria (2018) de Luca Guadagnino; la filmografía emergente de Brandon Cronenberg -hijo de David- con títulos como Possessor (2020) y más recientemente Infinity Pool (2023); o la nueva serie/remake de Dead Ringers protagonizada por Rachel Weisz.

“Titane” (2021) Julia Ducournau, Francia

Consciente de sus referentes, el director de “Plasma” entiende estos imaginarios como vehículos para abordar ciertas problemáticas ligadas al cuerpo, sus dolencias y sus mutaciones, y en este sentido su película adquiere un tono reivindicativo con respecto a su propio formato. Daniel, además, aclara que body-horror y gore no son lo mismo: “En su estado más político y filosófico, el body-horror es un género que aborda las somatizaciones, mientras que para mí el gore se asocia más a la finalización de la existencia, en su sentido más literal: la muerte. Que la humanidad muere: rebanada, desollada, etc. Pero muere. Y por eso hay una manifestación excesiva de sangre. El body-horror no se asocia necesariamente a la sangre, sino que a la representación. Tener cagadera porque al otro día tienes una entrevista de trabajo es body-horror. O también podríamos inventar un personaje que, porque tiene mucha ira, se le derrite la piel. El body-horror propone nuevas formas de vida. Monstruosas, pero vidas al fin y al cabo”. En lugar de apelar al miedo a “lo otro”, el body-horror retrata la degradación del cuerpo, entendiéndolo como una cáscara corruptible que a duras penas sostiene la vida, pero que al mismo tiempo es el inexorable hogar del ser. Así, como lenguaje audiovisual, el horror corporal también puede sugerir nociones de trascendencia. No siempre es monstruoso, pero siempre es desconcertante. Estos imaginarios viscerales proponen la formulación reflexiva y trágica de un horror primitivo, terrible y profundamente humano. El body-horror traduce estas ideas y las articula de forma carnal, aproximándose a la experiencia humana; de ahí su impacto. Así, entre las imágenes abyectas que nos ha entregado este cine, vienen a la mente las empalaciones rituales del falso documental Cannibal Holocaust (Ruggero Deodato, 1980), el cuerpo sin piel de Hellbound: Hellraiser II (Tony Randel, 1988), el astronauta pariendo a una cría extraterrestre en Alien (Ridley Scott, 1979), Isabelle Adjani teniendo relaciones sexuales con una criatura cefalópoda en Possession (Andrzej Zulawski,1981), o Jeff Goldblum pidiendo disculpas por vomitar bilis de mosca en The Fly. Sin embargo, el body-horror también puede ser más discreto: en sus respectivos contextos, Isabelle Huppert apuñalándose en La pianiste (Michael Haneke, 2001) o Natalie Portman sacándose cueritos de los dedos en Black Swan (Darren Aronofsky, 2010) también pueden ser formas de horror corporal. Finalmente, referirse a las mutaciones del cuerpo y a sus instintos desgarradores nos aleja inevitablemente del miedo a lo intangible: el horror se hace presente en nosotros mismos como algo esencialmente propio.

Ingeniosamente posicionada dentro del subgénero, “Plasma” apela a la criatura que existe al interior de todos nosotros; aquella que nos emancipa y nos enfrenta a nuestra trágica condición corpórea. Desde esas dimensiones, la película propone evidenciar las difusas barreras entre lo humano y lo bestial, e invita a reivindicar el horror corporal como lenguaje lleno de sentido. Actualmente, “Plasma” se encuentra en etapa de desarrollo y sigue sumando reconocimientos: durante el mes de julio, Daniel Aspillaga viajará a Corea junto a Paulina Ferretti, productora del proyecto, para formar parte del programa de industria del Festival BIFAN en la ciudad de Bucheon. La criatura sigue creciendo.

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