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| 05/10/2024 | Actualizado 12:21 am
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La Sustancia

“La Sustancia” (2024): Adicción a la validación externa

¿Soñaste alguna vez con una nueva versión de ti mismo? En “La Sustancia” (2024), Coralie Fargeat vuelve a sacudirnos con un metraje controversial que propone pensar el paradigma insostenible de la perfección. A través de la mirada de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una actriz hollywoodense olvidada y con su carrera casi acabada, la directora nos sumerge en una ambiciosa historia que revela el vacío detrás de la búsqueda constante de la aceptación, evidenciando las consecuencias de caer en el círculo interminable de la lucha contra uno mismo.

El argumento es simple: Como solución desesperada a su pronta obsolescencia, Elisabeth recurre a “la sustancia”, un nuevo fármaco que promete liberar una versión más joven y bella de ella, y literalmente lo hace. Las indicaciones de administración son explícitas y hacen énfasis en dos cuestiones fundamentales para el avance de la trama: Ellas no pueden coexistir, deben intercambiarse semanalmente sin excepción y recordar, contra todo pronóstico, que son la misma persona.

La atmósfera de la película cambia brutalmente en los momentos en que aparece el otro yo, Sue (Margaret Qualley). La cámara recorre todo su cuerpo sin pudor, resaltando una imagen idealizada e inalcanzable, hasta el punto de la cosificación. Entre colores vibrantes y brillos excesivos, la imagen de Sue vende belleza, salud y felicidad, todo lo que la audiencia quiere consumir. La representación, que por momentos roza lo pornográfico, revela la superficialidad de las percepciones sociales, tensionando las escenas hasta el extremo de la incomodidad.

Lo que al principio resulta idílico se transforma en tragedia a medida que el odio y el anhelo por el “otro yo” se apoderan de Elisabeth. Si bien deben cambiar cada semana, habitar el cuerpo de Sue resulta excitante y adictivo y los siete días no son suficientes.

Con tono provocativo, la película entrecruza cuestiones profundas sobre la lucha feminista y las expectativas sociales que enfrentan las mujeres, especialmente en la industria del entretenimiento. En este sentido, el rol de la mujer es llevado al extremo, mostrando su deshumanización hasta el punto de convertirse en producto. La narrativa refleja el conflicto interno de Elisabeth, quien debe confrontar no solo con su propia identidad, sino también con la sociedad que la define y la juzga.

Si bien diez años antes, en su corto “Reality+” (2014) la directora ya había explorado temas acerca de la percepción y aceptación, en “La sustancia”, la crítica a la superficialidad se hace de forma más explícita. Utilizando el cuerpo como objeto de manipulación enmarcado en el género de “Body Horror” (subgénero del cine de terror y ciencia ficción que se centra en la deformación grotesca y la pérdida del control del cuerpo humano.)

La estética de la película se sincroniza perfectamente con la historia, utilizando planos exagerados y obscenos, que se entrelazan de manera frenética, acentuando el contraste entre Sue y Elisabeth. Los ángulos picados y contrapicados en conjunto con el zoom excesivo crean una atmósfera impactante que, por momentos, pareciera transcurrir por fuera del tiempo-espacio. Coralie Fargeat no duda en incluir una serie de planos homenajes en el metraje, donde se destacan elementos como el claroscuro utilizado por David Lynch, la simetría de Kubrick y las deformaciones en los clásicos de Cronenberg, acercándonos a la reflexión sobre la condición humana.

El regreso (Si es que se lo puede llamar así) de Demi Moore es arrasador; su interpretación se fusiona de manera simbólica a la narrativa de la película, transformándose en una parodia bizarra, sangrienta y exagerada de su propia vida. La relación inevitable entre la actriz real y su personaje ficticio establece una conexión profunda con el público, haciendo que las temáticas abordadas sean tangibles más allá de la ficción, dejando en claro que la película no tendría el mismo impacto si ella no fuera su protagonista.

La directora nos invita a reflexionar sobre la autoaceptación en un mundo que, a menudo, valora la apariencia por sobre el contenido. La metáfora del icónico líquido verde neón no solo representa un atractivo visual, sino también la búsqueda de la autenticidad dentro de una sociedad rodeada de apariencias. La sustancia se asocia a esencia y esto es lo que no puede ser modificado.

“La Sustancia” de Coralie Fargeat se encuentra disponible en salas de cine desde el 19 de septiembre bajo la distribución de BF Distribution.

¡Revisa el trailer de “La Sustancia”!

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