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Francisco Jorquera, realizador audiovisual: “Hay interés por hacer un cine más inclusivo, pero faltan herramientas para hacerlo”

Entre el 31 de mayo y el 2 de junio se realizó el 8° Festival Internacional de Cine Todos Somos Diferentes, un certamen con sede en la ciudad de Antofagasta que premió las mejores obras nacionales e internacionales que tratan la discapacidad y neurodivergencia desde una mirada inclusiva y diversa en sus argumentos.

Este año, el jurado de la Categoría Nacional —compuesto por Vera Muñoz, de la organización Crea, Diego Ramos, terapeuta ocupacional y experto en sexualidad, y Maquito Matisen, realizador audiovisual y asesor en herramientas de accesibilidad— entregó el primer lugar al cortometraje documental “Antonella: Mis manos, mi voz” (Francisco Jorquera, 2021), el cual narra la historia de Antonella Díaz, una mujer trans sorda que, por medio de la Lengua de señas chilena (LSCh), logró realizar su primer show en el bar Illuminati de Recoleta, Santiago.

Para ahondar en la historia tras este relato y su paso por el más reciente Festival Todos Somos Diferentes, conversamos junto a la persona encargada de dirigir, escribir, grabar, registrar sonido directo y montar el documental: Francisco Jorquera. “Me formé primero como actor y luego como fotógrafo, y siempre he sido consumidor de ficciones y documentales y he tenido la inquietud de contar historias”, admite el realizador audiovisual a Bitácora de Cine. “Con Antonella descubrí que mi forma de contar historias, es contando historias reales y que son necesarias de contar”, agrega.

 

¿Cómo conociste a Antonella Díaz?
Con Antonella nos conocimos gracias a la fotografía. Yo iba a hacer una sesión de fotos a una chica que era la única candidata sorda a Miss Chile y Antonella la estaba acompañando. Nos conocimos e inmediatamente nos llevamos bien. Me ayudó en la sesión, dirigía a la perfección a su amiga candidata y siempre super dispuesta y propositiva. En ese tiempo recién estaba aprendiendo LSCh y conociendo a la comunidad y ella fue súper generosa y paciente conmigo, me enseñó mucho y nos hicimos amigos y fuimos generando complicidad y confianza.

¿Qué razones te llevaron a contar su historia a través del medio audiovisual?
Fue un impulso que después se transformó en una necesidad. En una celebración de mi cumpleaños, Antonella nos regaló un pequeño show: la canción “Un año de amor” de Luz Casal. Ahí, al ver la reacción de mis amigos —que algunos la conocían y otros no—, me di cuenta que había una historia super interesante y necesaria de contar. En esa época, conversando con Agencia Rizomas de un proyecto absolutamente diferente, le conté a Gabriel Valenzuela sobre esta idea, y todo fluyó para que pudiéramos viajar a la Serena y comenzar el registro. El formato audiovisual era perfecto, sobre todo para destacar el trabajo artístico de Antonella y graficar su viaje físico y personal.

En un momento de la historia, Antonella habla de que se encontró con una comunidad gay y lésbica sorda… pero no una trans. Al momento de realizar la investigación para el cortometraje, ¿qué encontraste en torno a la población sorda y trans en Chile?
La verdad que no encontré más referentes que Antonella. Claramente deben existir más personas trans y sordas, pero lo que más me interesaba poder intentar desarrollar —o yo mismo comprender— durante el proceso de rodaje, montaje y edición era el concepto de “interseccionalidad”. En el caso de Antonella, la diversidad funcional y las identidades trans; cómo convive y se desarrolla con esos factores, desde un punto de vista cotidiano y lejano al asistencialismo. La comunidad sorda cada vez está más empoderada y visibilizada, pero dentro de las mismas comunidades van apareciendo otras discriminaciones. El mundo del transformismo suele ser visto como un ambiente de mucha discriminación entre los miembros de la comunidad. Sumarle a eso la barrera del lenguaje y la comunicación lo hace mucho más complejo.

Todos Somos Diferentes es el único Festival en Chile enfocado en historias sobre diversidad funcional y neurodivergencia. En tu vereda de realizador audiovisual, ¿cómo has visto el panorama de largometrajes sobre esta temática —y herramientas que ayuden a la inclusión durante los visionados— en el circuito de exhibición nacional?
En el festival en sí, me pareció súper destacable que, además de presentar historias sobre diversidad funcional y neurodivergencia, también es un espacio de exhibición para los creadores neurodivergentes y con diversidad funcional, presentando trabajos con miradas desde la misma comunidad o experiencia que son un aporte y a la vez un reflejo de la voz de una comunidad que utiliza el cine y lo audiovisual como herramienta creativa y de opinión. En el circuito nacional veo que hay interés por hacer un cine más inclusivo, pero faltan herramientas para hacerlo. Por ello es importante la inclusión de profesionales con diversidad funcional o neurodivergentes y que desde el trabajo se vaya educando a la industria. También he visto super buenos referentes que me sirvieron como punto de partida para el trabajo del documental como son el colectivo “Nerven & Zellen” y el documental “Último año” (2017), dirigido por Viviana Corvalán y Francisco Espinoza.

En una charla sobre festivales y muestras de cine accesibles del mismo certamen, Federico Sykes de FICSor recalcó la importancia de que el cine inclusivo sensibilice a la sociedad. Bajo este parámetro, ¿de qué manera crees que se está “sensibilizando a la sociedad” en Chile hoy en día?
Creo que hay una deuda super grande en materia de sensibilización en la sociedad. Siento que todavía se confunde sensibilizar con el paternalismo o el asistencialismo, cuando creo que la sensibilización va de la mano con la empatía y la visibilización. Desde el punto de vista del cine inclusivo, creo que junto con avanzar en la forma que se abordan las temáticas o personajes de la comunidad discapacitada, es muy importante que los mismos creadores de la comunidad sean partícipes y protagonistas desde la génesis de los proyectos, que tengan opinión y decisión sobre los formatos, temáticas, forma que se muestra la imagen, el sonido, la descripción, etc. La forma de percibir sonidos o imágenes de las personas con discapacidad visual, auditiva o neurodivergente siempre van a ser un aporte desde el formato, la técnica y el guión, y al contar con ellos en todo el proceso creativo —de realización, post producción, etc—, se hace un cine inclusivo de adentro hacia afuera.

“Antonella: Mis manos, mi voz” resultó ganadora del primer lugar en la Categoría Nacional del Festival Todos Somos Diferentes. ¿Cómo te sentiste al recibir la noticia? Y, junto a eso, ¿cómo se sintió Antonella?
¡Super contento! Me tomó por sorpresa, esperaba los resultados para el sábado 4 y me avisaron el viernes 3. La verdad es que uno siempre tiene ganas de que reconozcan su trabajo. Esta es mi primera dirección audiovisual y también mi primer documental, por lo que estar en la selección ya era un reconocimiento importante para nosotros. Había visto los otros trabajos de la categoría y tenía mi favorito, que era “Autorretrato” (Evaristo Jarawi, 2022), así que también me sorprendió la noticia. Antonella está super feliz. Le conté ese mismo viernes. Estaba en plenos ensayos para la final del “Miss gay Chile” pero muy emocionada de sentir que su trabajo poco a poco va siendo reconocido.

Finalmente, ¿sientes que el triunfo de tu cortometraje simboliza algo para la comunidad sorda y trans en Chile?
Creo que más allá de un triunfo, simboliza que existe un interés por conocer diferentes realidades y hacerlas cotidianas, los prejuicios vienen desde el no conocer o tener miedo a querer conocer y empatizar con el otro. Por eso pienso que el triunfo es el contar una historia que educa, sensibiliza y empatiza una realidad desconocida para muchos. Como dice la dedicatoria al final del documental “a la comunidad discapacitada, sorda y disidente, por enseñarnos a derribar barreras y que la dignidad es para todos por igual”. El triunfo es ayudar a derribar una de las tantas barreras que aún existen y faltan por eliminar.

 

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