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“Los sueños del Castillo”: pesadillas que no terminan

Este pasado sábado 20 de octubre se exhibió en Temuco el documental de René Ballesteros “Los sueños del castillo”, como película invitada de FICWallmapu. Ganadora del premio a Mejor Película Largometraje en la última versión del Festival Internacional de Cine de Valdivia, la cinta ahonda en los sueños de un grupo de niños encarcelados en el Sename de Chol Chol.

Hace un año, FICWallmapu cerraba su tercera edición con “Mala Junta” (2016), de Claudia Huaquimilla, como película invitada, una cinta de ficción que vislumbraba la pesadilla de vivir en un centro del Sename en la historia de su protagonista, un joven que se mudaba a la Región de la Araucanía con el fin de olvidar su pasado criminal. Este año, con “Los sueños del Castillo”, aquellos malos sueños se materializan en los relatos de un grupo de niños que viven aquella realidad en carne propia.

El film de René Ballesteros explora el imaginario del “Castillo”, un centro del Sename en Chol Chol donde sus habitantes tienen sueños recurrentes. Sin embargo, ninguno de los sueños es placentero. Hay sangre, emasculaciones, interrogaciones y persecuciones. La cámara toma el sitial de oyente y observador frente al mundo onírico que se teje en un lenguaje cotidiano, y que se vuelve aterrador por aquella misma cercanía visceral.

La idea aquí es la incapacidad de escapar de un mal sueño. El único relato que se desmarca de la violencia del encierro es el de Jesús, que sueña con su polola, una joven machi con la que logra una conexión extrasensorial. Ambos son la única pizca de luz en el film, insinuando que los sueños están en todas partes, pero la pesadilla solo obedece al encierro.

“Los sueños del castillo” fue concebida como una película de terror, según su director. Pero más allá del terror literal de lo narrado, los pasillos oscuros, y las imágenes abstractas que construyen una atmósfera inquietante a medida que avanza el film; está el horror de la cotidianeidad del lenguaje: los sueños son más cercanos a un reporte judicial que al subconsciente. “Ojalá no dormir nunca, que no me venga sueño”, termina diciendo uno de los protagonistas, dejando entrever que el castigo de estar en el Sename no se acaba cuando cierra los ojos.

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