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“Diario Inacabado” de Marilú Mallet: La potencia política de narrar lo privado

En las páginas de cierre de “Ser política en Chile”, la académica e intelectual feminista Julieta Kirkwood instala su mirada en los años ochenta, la última década que conoció, donde atisba que además de las mujeres políticas conformadas en partidos contra el autoritarismo militar, se articulan también sujetas, ciudadanas comunes y corrientes, que desde sus diferentes esferas, profesiones y experiencias de vida comienzan a enmarcar una lucha feminista.

En ese bastión, señala Kirkwood, lo político se cruza con el mundo cotidiano de las activistas, y lo privado, “la mujer misma”, se hace parte del discurso. Este examen social que efectúa la académica en 1982 es el mismo año en que la cineasta chilena Marilú Mallet lanza su documental Diario Inacabado” (1982), donde revela, a modo de ejercicio autobiográfico, su vida como exiliada, transfiriéndonos la intimidad de su hogar y su mundo interior.

La coincidencia de estos dos hitos pareciera reflejar la problematización contemporánea que los feminismos hacen de lo privado. Para Kirkwood en los ochenta, plantear una política feminista efectiva significa, ante todo, negar el establecimiento del clásico binarismo: lo público como lugar masculino y lo privado como destino femenino. Se trata, sostiene la catedrática, de romper con esa barrera incólume e histórica, pero ese proceso de negación no significa que el espacio privado se vuelve carente de relevancia.

Por ello quizás, como diagnostica Kirkwood en 1982, para las feministas lo privado también adquiere una dimensión política, porque la emancipación de las mujeres requiere de su alcance pleno en las distintas esferas del espacio público, sin omitir que, desde el doméstico, relegadas durante siglos, es donde en consecuencia han tenido que gestar su pensamiento crítico, su desarrollo intelectual y gran parte de sus luchas y demandas tanto individuales como colectivas. En él se han organizado y han testimoniado sus vidas mediante diferentes lenguajes. Así lo demuestra, por ejemplo, Marilú Mallet.

Volviendo a su documental filmado en el exilio, “Diario Inacabado”, me atrevo a sostener que la cineasta chilena – siguiendo las reflexiones de Kirkwood – transforma lo privado en un terreno profusamente político, ya que es en él donde parte importante de sus reflexiones en torno a la condición de las mujeres toman lugar. Particularmente en el filme, a modo de experimento autobiográfico, Mallet realiza un entrañable registro del encierro como destino imposible de evitar, cubierto tanto de tedios como alegrías, donde la responsabilidad de un pequeño hijo que cría con su marido también extranjero, y en un país ajeno (Canadá), la privan de poder desarrollarse plenamente como cineasta.

Es por eso que el nuevo hogar que habita desde la nostalgia, decorado generosamente con imágenes y objetos artísticos provenientes de la tierra latina que dejó, se convierte en el lugar de narración que abre ampliamente para dejarnos ver su historia personal; el relato interno de una mujer chilena obligada a vivir en el exilio durante la dictadura, de clase acomodada que además de español habla inglés y francés, documentalista de profesión, y casada con un australiano, padre de su hijo, de quien luego se separa como permite evidenciar al final de su obra. 

Desde esa condición de vida Marilú Mallet habita y filma su mundo privado a partir de una propuesta cinematográfica con la que demuestra su apertura a la exploración narrativa, bordeando los límites entre lo real y lo ficticio con escenas que, si bien podrían estar delimitadas, parecen nacer de la más auténtica improvisación.

En ellas, quien más aparece retratado junto a Marilú es su esposo, también cineasta, con el cual comparte la experiencia de habitar un nuevo territorio con un hijo que crece sin conocer ni impregnarse de los países de origen de sus padres. Es, más bien, un hijo del exilio. Pero ¿qué hace de esa experiencia personal filmada una apuesta política? Simplemente, que Mallet convierte ese hogar nuevo en el terreno para hacer cine, mostrándonos en las mismas tomas las frustraciones que la invaden por no poder desplegar su carrera audiovisual como quisiera hacerlo.

Así “Diario Inacabado”, en tanto biografía convertida en cine, refleja las profundas contrariedades de Marilú Mallet: las ataduras de una maternidad vivida en el exilio, donde no es posible desarrollar en abundancia la profesión ni tampoco un activismo político profundo. Son los condicionamientos que trae, para las mujeres de la dictadura, ese vuelco a lo privado. La misma documentalista los revela en carne propia para dar cuenta del desenlace que, en su caso particular, aquello provoca luego en su vida, que es su crisis matrimonial, al filmar una serie de momentos en los que trasluce, de manera más bien sutil, las disparidades de género que perfilan su relación de pareja a punto de quebrarse.

Una de las escenas quizás más notables que develan este decisivo periodo en la vida de Mallet es la álgida discusión que experimenta con su marido en la cocina de su casa, en la que él, en medio de los intercambios de palabras arremetidos en la pelea, cuestiona y enjuicia a la directora respecto a su manera de hacer cine, imponiendo su propia visión en tanto modo adecuado para trabajar y llevar adelante la praxis audiovisual. Lo potente en esa escena es que, ante aquella ordenanza verbal cometida por el marido, Marilú enuncia y manifiesta su insondable desacuerdo: “No me digas cómo tengo que hacer las cosas”. 

En resumidas cuentas, este filme demuestra cómo narrar lo privado puede adquirir una dimensión indudablemente política. Para Mallet es su terreno de disputa, un lugar que debe habitar porque el mundo público se vuelve restringido para accionar y, en consecuencia, el hogar se convierte en bastión, en la zona del encause creativo de la documentalista, el archivo de la vida que enfrenta como perseguida política, como madre, como esposa.

En lo privado, la zona del relego histórico femenino, abundan las historias de vida. Desde esas cuatro paredes también se labra la subjetividad política, y transforma, pensando en los planteamientos de Kate Millett, lo personal femenino en materia de interés público, porque justamente en esa privacidad doméstica el sistema patriarcal condensa todo su poder y dominación. Frente a la persistente potestad cultural aún en manos masculinas, la creación de las mujeres en cualquier forma de arte tiene en miles de escenarios, incluyendo el privado, un potencial formidable.

“Diario Inacabado” (1982) fue exhibida en la versión 2013 del Festival Internacional de Cine de Valdivia en la retrospectiva “Nomadías: Directoras chilenas en el exilio” y hoy puedes revisarla a través de PLAYFICValdivia.cl

 

 

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