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El Conde

“El Conde” (2023): Un ladrón muy predecible

“El Conde” (2023) nos lleva a algún rincón al sur de Chile, donde podemos encontrar, junto a su esposa y su fiel sirviente, a Augusto Pinochet, un vampiro que ya ha vivido alrededor de 250 años con el deseo que su vida llegue a su fin. Está cansado y aburrido. Es que durante los años que lleva en la Tierra, su último periplo lo hizo justamente en Chile, viviendo cómodamente como dictador durante diecisiete años. No le importa que lo tilden de asesino, lo que realmente lo tiene desdichado y cabizbajo es que lo recuerden como un ladrón. La visita de sus inútiles hijos y una atractiva abogada, harán que replantee su decisión.

Esta es la sátira que nos presenta el director chileno Pablo Larraín“Spencer” (2021), “Jackie” (2016)- con su productora Fábula, uno más de los tantos atrevimientos que ha filmado a lo largo de su exquisita carrera cinematográfica.

Protagonizada por Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer y Alfredo Castro, “El Conde” está filmada íntegramente en blanco y negro. Cuenta con un destacado elenco nacional no solo en los papeles principales y secundarios, sino que se pueden ver famosos rostros a lo largo del filme en apariciones de solo segundos. De esta manera, el casting es uno de los puntos altos del largometraje.

Sin embargo, lo que más destaca es la fotografía. A cargo de Edward Lachman, quien ha sido nominado para dos premios Oscar en trabajos anteriores y siendo esta la primera colaboración con Larraín. Las secuencias destacan por su limpieza y simplicidad. Sin abusar de lugares oscuros, el blanco y negro favorece a la luminosidad en todo momento, además de la sensación que envía al espectador tanto de ser algo atemporal (en su aspecto técnico) como también parecer frío y desprolijo de vida (en un aspecto más sensorial).

Tener a Augusto Pinochet como un vampiro de 250 años que ya desea morir, es una idea que motivó a mucha gente, lo que a su vez logró generar altas expectativas. Pero, a medida que avanzan los 110 minutos de duración, dichas expectativas van bajando. El recurso que mueve a “El Conde” es el diálogo, y es por eso que llaman la atención algunos pasajes que, si bien son graciosos, no son otra cosa que situaciones que efectivamente ocurrieron en la vida real. Aparte de eso, la película se diluye en una historia un tanto floja, con poco dinamismo y exenta de cualquier sorpresa.

Tal como declaró el director al momento de presentar la película, Pinochet de alguna manera siempre ha estado vivo y ese es el motivo por lo que decidió personificarlo como una representación vampiresca de la vida eterna. Aun así, la historia daba para mucho, como para haber logrado una sátira e histrionismo que se podría haber aplaudido de pie, pero lo que finalmente se obtuvo es algo más plano, con poco humor, y que no provoca la más mínima ansiedad en saber qué ocurrirá al final.

Lo que comienza como algo totalmente creativo y gratamente sorpresivo, termina como una película normal con un clímax totalmente predecible.

“El Conde” (2023) de Pablo Larraín está disponible en Netflix.

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