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La vaca que cantó una canción hacia el futuro (2022): Poesía natural en movimiento

El cine chileno, en los últimos años, ha forjado un estatus de movimiento y como tal, responde a las reglas inherentes de uno en estado puro, tanto en forma de vicio como de virtud dependiendo de la perspectiva. El hecho de que sea tan nuestro, puede impulsarnos a encaramarnos sobre el pedestal más cercano para, con mano en mentón, mirarlo desde la altura, o bien, abrazarlo con saludable condescendencia y orgullo ajeno.

Reconocer al cine chileno como movimiento dota a obras como “La vaca que cantó una canción hacia el futuro” (2022) de virtudes asociadas al ecosistema que habita y de paso, nos permite distinguir qué nuevos conceptos trae en su canasta la directora Francisca Alegría quién firma su largometraje debut, con un espíritu introspectivo y paciente. La cinta nos cuenta la historia de Cecilia (Leonor Varela), una doctora del sector oriente de Santiago que viaja al sur de Chile para visitar a su padre Enrique (Alfredo Castro) y a su hermano Bernardo (Marcial Tagle) quienes trabajan en una planta láctea de mediana escala con su ganado abundante y distintos enfoques sobre la naturaleza de su trabajo. En paralelo, vemos como Magdalena (Mia Maestro), emerge desde el fondo del río años después de su suicidio, para visitar en forma física a su familia con quienes sostenía profundos conflictos sin resolver al momento de su muerte.

Este carril narrativo establece uno de los ejes de la historia, nutriendo el relato de texturas naturistas, estableciendo paralelos entre los personajes de la cinta y la naturaleza que los rodea. El ganado, el río, los árboles, el cielo y la lluvia, forman un elenco que le cuenta una historia paralela a nuestros sentidos, otorgando a la película su logro más valioso, su cualidad inmersiva. Saludo al sol para el infalible Inti Briones y su cinematografía impecable al servicio de una dirección con carácter, apasionada y valiente que es capaz de hacer interactuar a los actores a la luz de un cielo nublado de media tarde a punta de contrapicados, regalándonos el dolor de Marcial Tagle amortiguado por nubes del sur en uno de los puntos más álgidos de la película.

El segundo carril narrativo de la historia viene por parte del personaje de Tomás (Enzo Ferrada), hijo de Cecilia, quién está en proceso de identificarse como mujer ante la resistencia de su madre. La película es muy entusiasta al trazar paralelos entre esa historia y la de Magdalena, pero en su afinidad por la abstracción, corre el riesgo de difuminarlos para el espectador. Cada línea que sale de la boca de Ferrada, es desplegada con una credibilidad reconfortante, dentro de un elenco de un perfil declamatorio particularmente impostado de evidente background teatral pero que, dentro de la naturaleza de la historia, encuentra un lugar y un sentido en la película.

Cualquier intento por revelar los misterios de la trama a través de una reseña podría pecar de pretencioso e impertinente, pero a riesgo de descansar en la superficie, reconocer la emotividad puesta en esta película debería ser la base de cualquier análisis. El cariño de Alegría por la historia co-escrita junto a Fernanda Urrejola y Manuela Infante es manifiesto y abundante en escenas, como el encuentro de Magdalena con Felicia o en el mismo desenlace. A pesar de ser una película inevitablemente santiaguina en sus maneras y observaciones, la poesía de cada animal en cámara junto a cada canción compuesta para darle vida, a aquellas secuencias que acompañan la inquietud por capturar hasta el más mínimo derroche de naturaleza presente en el sur de Chile, tejen el peak de la propuesta de Alegría y consolidan lo que diferencia a esta película del movimiento que la trae a la orilla del cine chileno.

Podríamos considerar factores como la identidad de género, el sur de Chile al servicio de la cinematografía, el ritmo contemplativo y el tono sombrío, como marcas distintivas de los últimos estrenos nacionales, yendo desde lo más profundo a lo más superficial. Y pareciera ser que los patrones nos empiezan a bosquejar la imagen completa de esta era del cine nacional, en el mayor de los casos, noblemente abrumado de cosas que decir, de inquietudes, manifestaciones y opiniones, dejando la tarea a cada realizador que elija marcar ingreso en aquel movimiento, de matizar su historia con elementos novedosos, emotivos, sensibles y originales.

Alegría apunta hacia ese universo de matices de manera evidente y es esa búsqueda la que la hace una voz prometedora. Su poesía natural se mueve junto con su ecosistema y su debut, canta una esperanzadora canción hacia el futuro.

La vaca que cantó una canción hacia el futuro (2022), se encuentra disponible en salas de cine desde el 3 de agosto.

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