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“Pearl” (2018): Los golpes bajos que da la vida

Elsa Amiel debutó en el mundo del cine como la tercera asistente de dirección en “Comédie de l’innocence” (Raúl Ruiz, 2000). Tras dieciocho años siguiendo caminos similares, estrena “Pearl” (Elsa Amiel, 2018), su ópera prima como cineasta. Desde sus primeras imágenes, la película exuda esfuerzo. Uno de los primeros detalles que se observan es el sudor deslizándose en la piel de un tonificado cuerpo presentado por medio de planos abstractos que, eventualmente, retratan de una manera más clara los ejercicios de resistencia realizados por Léa Pearl (Julia Föry), una fisicoculturista que anhela competir por el título Miss Heaven con ayuda de Al (Peter Mullan), un atleta retirado que busca recuperar las glorias del pasado por medio del éxito de la mujer, sin premeditar la dureza de su tutelaje. Enfrentando tanto la presión del concurso como la impuesta por su preparador físico, Pearl deberá además afrontar su pasado por medio de la inesperada visita de Ben (Arieh Worthalter), su ex-novio, junto a Joseph (Vidal Arzoni), su pequeño hijo que lleva cuatro años sin ver.

En lo que respecta al desarrollo de esta historia, detalles previos en torno a la asimétrica relación con Al o el vínculo establecido con Ben no son presentados como un elemento fundamental para el progreso del relato. En términos de contexto, hay muchísimo que queda a la imaginación del espectador. Para su entrenador, resulta más importante la imagen que irradia Pearl que su propio mundo interior. Para su ex-pareja, ella no es más que la madre de su hijo. Eso es todo. Si bien hay momentos en donde la ausencia de background le quita peso a ciertos golpes dramáticos propuestos en el largometraje, la decisión narrativa ayuda a empatizar con el golpe de realidad que recibe la atleta, como si el espectador afrontara la dura realidad junto a ella. El gran debate planteado por este crudo drama recae en la decisión de Pearl entre continuar el impetuoso camino por el título Miss Heaven o buscar reconectar con su pequeño hijo, a pesar de la incompatibilidad del mundo del fisicoculturismo con la maternidad.

A lo largo del largometraje, Pearl debe someterse a entrenamientos demandantes, dietas estrictas, e incluso inyecciones de hormonas para evitar su menstruación. En una escena clave del filme, Al encamina a Pearl a una sesión de fotos. Entre sonrisas incómodas e instrucciones superficiales, la mujer comienza a sangrar. En un espacio en donde la pulcritud de los cuerpos lo es todo, la presencia del flujo menstrual se presenta tanto como un impedimento para continuar con los retratos, como su capacidad reproductiva haciéndola consciente de la realidad biológica tradicionalmente asociada a lo que significa ser mujer; la obligatoriedad de concebirse como alguien que concibe. ¿Vale la pena sacrificar el esfuerzo personal por el rol que te asigna la sociedad? ¿Cómo seguir adelante si es que el pasado tocó la puerta de tu departamento y al abrirle te dijo “mamá”? “Pearl” entrega un vistazo a la lucha de una persona que rehuye de su rol de madre para construir su propia identidad. Una atleta que posee una gran fortaleza física, pero que nunca hace uso de ella para resistir los golpes bajos que da la vida. 

En el ambiente del fisicoculturismo competitivo presentado por esta historia se expone un choque entre el sentido de valoración personal de los participantes, y lo que el entorno espera del atleta y de su cuerpo. Así como hay narcisismo, hay fragilidad. A pesar de que la presencia de los varones en su camino influye en ciertas decisiones de nuestra protagonista, en ningún momento pareciera determinarlas. La llegada de su hijo cambia el juego ya que, más que aceptar a otro hombre en su vida, implica enfrentar su pasado por medio de una —¿posible?— maternidad responsable que pone en jaque todo por lo que estaba luchando. En uno de los momentos más enternecedores de esta historia de ficción, Joseph le confiesa a Pearl su fanatismo por Spider-Man, lo que decanta en la visión de su ausente madre como una heroína del día a día; una mujer poderosa. En un relato propulsado por las diferentes manifestaciones de la fortaleza, resulta admirable el simple detalle de que los personajes que acompañan a Pearl en su camino por el título sean interpretados por fisicoculturistas reales, profundizando el acercamiento casi-documental que plantea Amiel al poco-explorado mundo de las mujeres atletas. De hecho, Julia Föry, quien le da vida a la protagonista, es una veterana de este tipo de concursos. “Pearl” es su poderoso debut ante las cámaras. ¿Habrá premeditado sus dotes actorales en algún momento de su carrera? Quién sabe, la vida siempre puede entregar otros caminos. Lo importante es saber cómo afrontarlos.

 

 

Disponible desde hoy —por tiempo limitado— en la plataforma de streaming del Centro Arte Alameda.

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