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Beau is afraid (2023): El terrorífico espectáculo absurdista de Ari Aster

Si hacemos una lista de los nombres que han generado mayor expectativa en la audiencia cinéfila en los últimos años, tanto comercial como de nicho, es imposible dejar fuera a Joaquín Phoenix y Ari Aster.

El primero cosecha una admirable carrera conocida por su delicadeza al seleccionar trabajos, si bien no todas las películas en que aparece son fantásticas, sus interpretaciones lo son, gracias a su maestría al aproximarse a los personajes con que trabaja. El segundo es un joven director graduado del American Film Institute (AFI) que llamó la atención de internet con su corto de egreso “The Strange Thing About the Johnsons” (2011), que se volvió viral después de filtrarse tras su estreno en el festival Slamdance.

Aquel cortometraje condensa perfectamente los tres pilares fundamentales del cine de Aster. A nivel técnico, una puesta en escena y cámara precisa al detalle, que da cuenta del control espacial que tiene en todo momento y del nivel de preparación que implica cada toma; a nivel de tono, una constante atmósfera de incertidumbre e incomodidad que vuelve aterradores los momentos más mundanos y provoca un extraño aire de humor ácido en sucesos horripilantes, todo esto dando forma a una sensación perturbadora de la que no escapa ningún espectador; por último y su característica más evidente, a nivel narrativo están los conflictos familiares, madres que odian a sus hijos, pérdidas irreparables, abuelas con secretos inimaginables y, en el caso del corto, una abusiva relación incestuosa, la representación constante del trauma de origen familiar como centro gravitatorio de sus tramas.

El aspecto que más llama la atención de sus dos primeros largometrajes (“Hereditary”, 2018 y “Midsommar”, 2019) tras revisar su filmografía de cortos previos, es el cambio del género de comedia en pos del llamado “horror elevado” que ha popularizado la productora A24, hasta ahora, la responsable de sus tres filmes.

Su ópera prima dista a nivel tanto tonal como narrativo, aún sin eliminar el subtono humorístico y perturbador de algunas secuencias, la película opta por una construcción compleja, de ritmo progresivo de los traumas, inquietudes y motivaciones de los personajes y poco a poco les sumerge en una realidad indescriptible que roza el horror cósmico, con entidades que los personajes no logran comprender y cuya influencia termina por absorberles hasta el clímax final. En ambas cintas se repite el motivo familiar, una especie de eterna pesadilla visual que sirve como gatillante y eje central de las historias, la incertidumbre constante genera una sensación de paranoia en los personajes que se siembra como elemento perfilador de sus personalidades y como primer acercamiento a sus determinadas formas de ser. Su segunda película hace un ejercicio similar, pero trasladándose hacia el horror folclórico, haciendo uso de los rituales y costumbres de una comunidad, para entrar en conflicto con aquellas de los protagonistas y dónde el choque cultural toma vital importancia.

Esta particularidad vuelve a su última película llamativa en relación a las anteriores, ya que vuelve a acercarse a los códigos cinematográficos que manejaba en su carrera de cortometrajista. Por su parte, “Beau is Afraid” (2023) se traslada al horror psicológico con mucha influencia de la comedia absurda. Viviendo en lo que parece un futuro inmediato,

Beau (Joaquin Phoenix) es un hombre ansioso en una ciudad sumida en el caos que debe emprender un viaje hacia la casa de su madre, a quien no visita hace mucho tiempo y con quien parece tener una relación problemática. Retomando los motivos ya mencionados, ahora Aster se aventura en los traumas de niñez y los problemas en relaciones filiales.

Lo primero que se hace notar con tan solo la estética del filme, además del despliegue visual y sonoro que desprende la cinta más cara de A24, es la naturaleza absurdista del mundo que presenta. El mundo se entremezcla con los pensamientos y sentires del protagonista y ahora, en lugar de representar la ansiedad a través de la atmósfera u otro dispositivo intangible, el director opta por relatar de forma visual todos los sucesos, la representación queda relegada a la imagen únicamente descriptiva. Pasa del conflicto familiar de “Hereditary” y del conflicto cultural de “Midsommar”, a un desorden mental más específico en donde no da espacio al contexto ni al razonamiento sobre las causas del conflicto interno, éste existe inmanente y la película únicamente describe las sensaciones que provoca de forma literal. La imagen muestra, pero ya no sugiere, como sí hacía en las otras cintas. Lo que vemos es consecuencia de la mente del personaje y, durante la mayor parte de la película, esta afirmación se siente como una excusa para que los personajes no tengan oportunidad de reflexionar. El conflicto interno se vuelve externo y sus implicaciones psicológicas se vuelven físicas. Aunque el interesante relato de familia resquebrajada funciona a primera mención, el momento de profundización llega a la vez que la resolución, como resultado, al conocer los pasados proyectos del realizador, éste último trabajo se siente superficial en su desarrollo de las temáticas luego de casi tres horas de un caos psicodélico que es difícil tomarse en serio.

Aun con lo anteriormente mencionado, “Beau is Afraid” resulta finalmente en un ejemplo digno de estudio en materia de dirección, fotografía y montaje. Es brillante la puesta en escena de ese extraño mundo superficial dominado por personajes extravagantes y peligrosos, la cámara que detalla todo lo necesario, que se mueve por esquinas imposibles y construye espacios inimaginables. Técnicamente es la locura que quiere ser y nada la detiene, pero queda debiendo en la profundidad temática que su guion propone.

Resulta irónico que, en el filme más largo, Phoenix es quien tiene menos tiempo para genuinamente expresar el sentir de su personaje en actos que no sean diálogos o gritos de pavor, considerando que tanto Toni Collette como Florence Pugh tuvieron diversas escenas con las que construir psicológicamente a las respectivas protagonistas de Hereditary y Midsommar. Esta aproximación superficial de los problemas madre-hijo con intenciones de un espectáculo horrífico surrealista funciona en tanto se sumerge en el mundo del absurdo, abraza sus sinsentidos y se deja llevar por la corriente cuasi kafkiana del viaje de Beau, pero falla, en mi opinión de forma grave, al detenerse en el melodrama que sí funcionaba en Hereditary.

Directores de la calidad de Aster hay pocos hoy por hoy (y muchos menos tan jóvenes), cada fotograma refleja un presupuesto infinitamente mayor al real, un trabajo de gestión de recursos en términos cinematográficos que recuerda a la genialidad de un Kubrick. Así como la capacidad de narrar de forma efectiva sin perder un estilo identificable.

En relación a lo anterior, es de extrañar que una película actualmente tenga tan pocos planos-contraplano y sea tan evidentemente hecha con el montaje en mente. Guste o no, y obviando los recortes de duración que la productora obligó a hacer a las cuatro horas originales, las imágenes que vimos son probablemente las mismas que Aster tenía en la cabeza. Aunque como escritor le fui encontrando más contras que virtudes, como arquitecto de secuencias deslumbrantes y organizador de espacio-tiempo cinematográfico Aster parece tener como único límite aquel que separa el sistema solar del espacio profundo, una infinita e indistinguible línea que se aleja cada vez que te acercas, pistas de un talento que deberíamos seguir tan de cerca como sus fanáticos más religiosamente fieles.

“Beau is afraid” está disponible en salas de cine desde el 20 de abril.

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