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Guerra civil

“Guerra civil” (2024): Miradas frías, sangre caliente

Este 18 de abril volvió a cines chilenos Alex Garland, quien es posiblemente el director de ciencia ficción con más reconocimiento en esta generación. De la mano de su equipo habitual, el guionista de “Ex Machina” (2014) vuelve al cine distópico con “Guerra Civil” (2024), luego de una desilusionante aventura en el horror con “Men” (2022).

La nueva película de Garland se desarrolla en Estados Unidos en un futuro cercano, en el que varios estados se alían en una organización paramilitar conocida como las “Fuerzas Occidentales”, con el objetivo de destituir el gobierno autoritario de un presidente ficticio interpretado por Nick Offerman. Este quiebre político desemboca en una guerra civil que remueve todas las aristas de la sociedad norteamericana.

En este contexto, la narración sigue a Lee y Joel (Kirsten Dunst y Wagner Moura, respectivamente), una pareja de periodistas cuyo objetivo es llegar a Washington D.C. para entrevistar al presidente, antes de que sea asesinado por las mencionadas Fuerzas Occidentales. En su viaje se les sumará la presencia del veterano reportero Sammy (Stephen McKinley-Henderson) y Jessie (Cailee Spaeny), una joven que sueña con ser fotógrafa de guerra.

Desde la primera escena, “Guerra civil” presenta la postura desde la cual se abordará el conflicto y la perspectiva en que seguiremos los acontecimientos, ésta será el punto de partida desde el que la audiencia realizará sus respectivas lecturas. Aunque el seguimiento fundamental es al periodismo de guerra, todos los elementos, diegéticos y extradiegéticos, encuentran su punto de inflexión en el aspecto bélico de la cinta, en la violencia creciente y desenfrenada al borde de dominarlo todo.

Al igual que sus protagonistas –aves carroñeras escondidas tras el gafete de prensa a la espera de una buena foto– la cámara mira desde sus escondites la violencia desatada en el territorio, pero no tiene ni el criterio para generar una reflexión, ni la perspicacia de utilizar el material recabado para algo que no sea propagar el miedo u otorgar un shock fútil a sus espectadores. La cámara es tan inconsecuente como sus personajes respecto a su lugar en relación al conflicto, está cerca, muy cerca pero no dentro, o al menos no alcanza a comprenderlo.

Con reminiscencias a otros subgéneros apocalípticos –como el cine de zombies– en las secuencias iniciales, una de ellas parece sacada de “28 días después” (2002), otro guion de Garland; la película genera un diálogo entre el trayecto recorrido y el destino final de los personajes. Primero, muestra un panorama tangencial en el que se desmenuza la información disponible acerca del evento principal de la historia (la guerra civil). Luego, en el tramo final, nos instala de lleno junto a los agentes combativos, pero siempre desde la misma distancia que antes.

Alex Garland deja en claro que no le interesan los equipos competidores ni sus motivaciones, la película no otorga casi ningún precedente a los hechos que se manifiestan. Y así, desde la ceguera moral que implica la ausencia de contexto en un conflicto tan masivo, intenta establecer el diálogo entre ambas circunstancias.

Este diálogo entre imagen tangencial (pasiva) e imagen sustancial (activa), existe; pero quizás en ambas imágenes sus personajes son demasiado inocentes, constantemente se niega a asignarles una responsabilidad ética con la que deberían cargar para hacernos sentir que la manifestación de dicha guerra es más un error humano imperdonable, que un suceso divino imparable.

Pero la película en numerosas ocasiones da el paso atrás, para no arriesgarse en establecer una postura rígida y se escuda siempre en la pantalla del periodista con pretenciosa objetividad. Esta postura se entibia a la par de la temperatura hirviente del tema central, los bandos son extremos desde un inicio y las decisiones son casi siempre de vida o muerte, es entonces que chocan las ideas del guion con la realidad comercial de la película más cara de A24: todo medido con gotero.

Mientras se consume la gasolina de la camioneta que les transporta, se revela que la banalidad de la guerra sigue siendo un concepto que la película pasa por alto. El punto de vista condena siempre a los participantes del conflicto y les separa del grupo protagónico que, aun así, nunca deja de buscar el beneficio propio al final del día. Esta contradicción nacida de la necesidad de tener personajes eternamente simpáticos, desarticula cualquier mensaje crítico que pretenda plantear el guion.

Durante 109 minutos evita detallar el contexto en pos del conflicto inmediato, pero cada conflicto es propio de su contexto y cada contexto se construye de forma circular: el pasado condena el presente y en el presente se hallan ecos del pasado, sin estos ecos solo hay atemporalidad inerte, inhumana. Sin este principio podríamos concluir que la guerra es natural, propia y fundamentalmente humana, me niego a creerlo.

Con Estados Unidos pendiendo de un hilo político a cada instante, “Guerra Civil” remueve las aguas pero no se moja, se queda a distancia segura esperando el momento para sacar la foto precisa para una primera plana.

“Guerra civil” de Alex Garland, se encuentra disponible en salas de cine desde el 18 de abril.

¡Revisa el tráiler de “Guerra Civil”!

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