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“Good Luck to You, Leo Grande” (2022): Emma desencajada por el deseo

“Para mostrarte dónde está tu deseo basta prohibírtelo un poco”.
—Roland Barthes.

 

Ya un personaje, Emma Thompson dio pruebas de un corazón roto para anteponer su sensatez para el bien familiar. Es la misma actriz que, a través de otro rol, le dijo con aplomo a una protagonista “tú no eres una mujer”. También le dijo a una madre ficticia “yo no confío en ti”. Y ahora ella interpreta a quien contrata los servicios sexuales de un hombre mientras nos seduce desencajada¹.

Así, con su Nancy Stokes equilibra contradicciones como la actriz lo ha hecho en películas anteriores. Nancy cumplió durante décadas su profesión y es ahora es ella quien precisa su deseo. La diferencia entre otros personajes y este recae en su íntegra desnudez.

Esa oposición se puede ejemplificar visualmente con el primer plano y el último de “Good Luck to you, Leo Grande” (Sophie Hyde, 2022). Ellos se contraponen de múltiples maneras y también coinciden en dos rasgos. La primera consiste en mostrar incompletos los cuerpos de dos seres. La segunda es la soledad de estos co-protagonistas. Ambos están inconformes con sus entornos si bien buscan integrarse.

Ya ahí comienzan las diferencias. La última imagen encuadra el cuerpo de Emma en un plano medio. Aquí ella muestra su desnudez reflejada en un espejo rectangular. La serenidad del rostro y el asomo de su sonrisa se contraponen al comienzo de la obra.

En este solo observamos en primer plano a Daryl McCormack, de espaldas con su gorro amarillo puesto y sus manos en el cuello. No hay rostro aunque sí la figura de una persona. Por esto ignoramos su expresividad y se refuerza la expectativa: hacia dónde y qué mira. Esto nos indica que para llegar al íntimo final, Leo ignorará el efecto tan hondo que tuvo en Nancy. Y a su vez, ella solo lo entenderá a él desde el reflejo, o sea por su influencia sobre ella.

Hablamos de espejos y vestuario. Por esto, el diseño de producción de Miren Marañón refuerza tales decisiones de sentido junto a partes recurrentes del cuerpo de los amantes. Las manos de ambos protagonistas ejemplifican esto.

Ellas son indicios de deseo por excelencia. Acercamos y alejamos, hacemos y rehacemos con nuestras manos. En este sentido el placer de Stokes en solitario refuerza el inicio y el final. Solo las manos propias alcanzan el deseo aún cuando otras abren las puertas de ese camino.

La realizadora y la guionista, también productoras ejecutivas, saben esto. Para ello ambientan gran parte de las escenas en una habitación de hotel. Qué otro sitio para reflejar con paradoja la naturaleza pasajera y volátil de cada búsqueda, y la utilidad de las partes del cuerpo en tales dinámicas.

En una sola jugada Sophie Hyde respeta el valor de los servicios de prostitución y hace que sea una mujer quien los apoye. Al invertir estos roles sociales y etarios parece que ella solo quiere hacer conciencia de que el placer entre en diálogo, si no con lo terapéutico, sí con lo íntimo, con el sí mismo. Para tampoco engañarnos con la ilusión de un final feliz hay que volver nuevamente a la protagonista.

Su manera descarada de hablar de sus hijos, y sus silencios por encima de las escenas donde es más articulada; complejizan el desencaje con la mirada y el cuerpo de Thompson. Si haciendo de la profesora Trelawney, por poner un ejemplo radical, ella externalizaba lo alocado con el vestuario, el peinado y su gestualidad; acá lo loco está en su intimidad, en la cama que los espera no solo en ese hotel donde se encuentran, y en los diálogos donde se reivindican tropiezos presentes y pasados.

La locura y el desencaje están fuera del plano, en la otra cama que los espera por separado cada noche, como nos espera una a los espectadores. Y esto se siente en la mirada de la actriz y guionista. Sus gestos nos silencian más allá de los logros profesionales dentro y fuera de la ficción. Por ejemplo se puede tomar cuando ella le pregunta a Leo en el primer encuentro: “¿Te importa? ¿Soy… soy una decepción?”, con su mirada insegura y frustrada. Hay otros instantes. La actuación de Emma reafirma que el corrientazo orgásmico¹ nos mantiene despiertos momentáneamente. También lo hace a través de su habilidad interpretativa de dar cuerpo a mujeres que existirán en una pantalla gracias únicamente a ella.

Así entonces hilamos en la obra una anatomía del deseo. Su punto de partida es el cuerpo actoral, sí, y también la separación de este. Para una precisión más exhaustiva de semejante terminología habría que ahondar en una historia y estética eróticas de lo audiovisual.

Podemos estar de acuerdo superficial y teóricamente con que el cine no se rige de la anatomía para hacerse aprehensible. De todas maneras su base para entendernos y, antes que nada, para percibirnos como seres sociales y sentimentales; es íntimamente humana. Y qué puede ser más humano que contemplarse en un objeto especular con dichosa ambigüedad como lo hace Thompson.

 

¹ Este texto y en particular estas palabras surgen gracias a una conversación con Yamileth Ruiz, amiga, colega y psicoterapeuta.

 

 

“Good Luck to you, Leo Grande” (Sophie Hyde, 2022) se estrenó en salas de cines chilenas el 28 de julio de 2022.

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