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Recordando “El tren popular de la cultura” (2015): Lo popular sobre rieles

Al ver la decadencia actual de los ferrocarriles en Chile y las múltiples e incumplidas promesas de reactivación de una red ferroviaria que una de norte a sur los territorios, cuesta imaginar la relevancia cultural que tuvo el tren como medio de transporte en tiempos de otros modelos de sociedad posibles. La mínima expresión a la que hoy están reducidas las líneas férreas en nuestro país atenta contra el recuerdo de esa columna vertebral que recorría nuestra angosta geografía, que se extendía como sistema nervioso en forma de ramales hasta los pueblos más recónditos y apartados.

A 48 años del quiebre democrático en Chile y en tiempos de revisión de modelos de país para la construcción de una sociedad de derechos y no de consumo, el documental “El tren popular de la cultura” de la directora Carolina Espinoza (2014) nos retrotrae al ideario de la Unidad Popular y sus convicciones. Se creía que las y los ciudadanos debían tener acceso de manera igualitaria a todos los bienes de la civilización, no sólo a los materiales, sino a los que alimentaban el espíritu, y que la expansión de la cultura aportaría a la igualdad de derechos entre las personas.

El llamado “Tren de la victoria” fue el medio de transporte fundamental usado en la campaña de Salvador Allende y en cada estación se proclamaba su candidatura, lo que incluía además de las capitales provinciales de entonces, los más alejados poblados que se volcaban a esperarlo en una fiesta democrática. Desde Calera en la entonces Red Norte, hasta Puerto Montt por el sur, el pueblo se congregaba a esperar al Chicho y a escuchar sus propuestas para la vía pacífica al socialismo, lo que probablemente explique el ensañamiento de la dictadura contra la figura de los ferrocarriles, por su alto valor simbólico del imaginario popular y revolucionario. La experiencia histórica de los trenes de agitación durante la Revolución Rusa o la Misión Pedagógica en la segunda república española bien demuestran el poder de los ferrocarriles de llegar con expresiones culturales y educación masiva a sectores alejados de los centros administrativos.

Ya en el gobierno de Salvador Allende, el tren era un símbolo de la medida programática 40 “El Arte para Todos”, que tenía por objetivo la creación del Instituto Nacional del Arte y de la Cultura, además de escuelas de formación artística en todas las comunas del país, que se instalarían en las comunidades mapuche, los centros mineros y pequeños pueblos.

El tren de la cultura que revive el documental fue una experiencia única que alcanzó a realizarse en una ocasión durante el gobierno de la Unidad Popular en 1971, que reunió a más de ochenta artistas y trabajadores de la cultura que se montaban sobre rieles recorriendo las ciudades y poblados, con un fuerte compromiso de cambio social al acercar las expresiones culturales al pueblo.

Primeros bailarines del ballet popular, dúos de guitarra clásica, folcloristas montaban sus espectáculos en las estaciones ferroviarias o en las Plazas de Armas de las ciudades, hasta donde llegaban miles de personas a apreciar el arte que llegaba del centro a las periferias, como ocurrió en la zona minera de Lebu, donde todo el pueblo y el alcalde esperaban a los artistas.

De los 1.000 kilómetros de líneas férreas que había durante la Unidad Popular apenas quedan 500 km de un sistema de transporte desmontado por la dictadura, que el documental de la directora viene a rescatar desde una concepción de la cultura como una expresión de lo popular montada sobre los rieles.

 

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