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“Skinamarink” (2022): Lo liminal, lo terrorífico

Skinamarink (2022) es la ópera prima del director canadiense Kyle Edward Ball. La cinta nos sumerge en una experiencia que juega con los miedos que uno sintió en la infancia. Las sombras de los juguetes en las noches ya no parecen ser amigables. El miedo que tus padres desaparezcan. La casa se vuelve más grande y la claustrofobia de ser pequeño es aún más inquietante. La noche es eterna. El monstruo que vive debajo de nuestra cama va a salir en cualquier momento.

Este film destaca el horror de que la imaginación puede ser nuestro peor enemigo. La película es un acierto en su totalidad. Desde su presupuesto ínfimo hasta la precariedad, fragmentación y repetición de sus planos. Su atmósfera, guion sencillo y que, en su gran mayoría, todo ocurre fuera de cuadro, aportan suspenso a lo que no vemos.

¿Pero de qué trata esta película?  Ambientada en el año 1995. Dos niños, Kevin (Lucas Paul) y Kaylee (Daly Rose Tetreault), juegan con sus juguetes. Kevin tiene un accidente. El padre (Ross Paul) enciende el auto para llevar al pequeño al hospital. Al niño le han puesto puntos en la cabeza, nada tan grave. Avanza la noche y estos dos niños despiertan y se dan cuenta de que su padre y las puertas de la casa han desaparecido. Los diálogos son escasos y los susurros de ellos nos acompañan para hacer el recorrido por el lugar y buscar al padre. Por favor que no aparezca el monstruo.

La única iluminación que existe es la que emana de la televisión, que muestra constantemente monitos animados. En el suelo, hay variados juegos que van desapareciendo en el transcurso de la historia, al igual que las ventanas y que las personas que viven en esa casa.

Pero esta película es mucho más. Su premisa es macabra y uno como espectador intenta descifrar el porqué estos niños están ahí. Inmediatamente, llega el pensamiento enfermizo de que quizás aquel hombre que ha desaparecido no es su padre o que esa casa no es la de ellos. ¿Cuánto tiempo han estado en ese lugar? ¿Será que el director nos invita a observar lo que fue la escena de un crimen? ¿Es la pesadilla de un niño? Hay alguien más en esa casa, pienso que es un hecho, pero luego me confundo.

Ball nos arroja distintos vértices de lo que podría y no podría ser esta historia. Y es que el hecho de que ya dos niños estén aterrados y solos en la noche es demasiado.  Pero es terror y nuevamente uno agradece la experiencia.

Este film experimental, técnicamente es arriesgado y acierta. Sobre todo, en sus tiempos aletargados. Luego de los veinte minutos la historia comienza a erizarte. El director construye un ambiente realista con una propuesta onírica, llena de simbolismos. Los espacios liminales dan la sensación de asfixia. La repetición de imágenes que luego se distorsionan. La cámara digital con un filtro casero noventero va hasta los rincones de la casa y se queda allí tiempos muertos, como si tuviéramos que ver alguna pista para salvar a los niños del cuco, de este ser que los está observando.

La película no muestra rostros. Mantiene el anonimato hasta el final. Las piernas y en algunos momentos las espaldas son lo único que se muestra de nuestros protagonistas. La figura materna, que podría ser una imagen más cálida y protectora para estos niños es una gran contraposición tanto en la narrativa como en la decoración ya perturbadora de Skinamarink. La madre sentada en la cama, dándole la espalda a uno de ellos, padeciendo por alguna situación que desconocemos, pero que podríamos inferir:

  1. A causa del padre de estos niños,
  2. Algún trastorno mental,
  3. El rechazo hacia la maternidad.

Las especulaciones podrían llegar a infinitas, pero, lo que es evidente en la cinta, es que el niño siente miedo de ella y todo se vuelve más terrible y uno espera lo peor cuando llegue el final. En uno de los pocos diálogos que tiene el film, se menciona en los niños, el dañado matrimonio que tienen estos padres. Uno de ellos no quiere hablar del tema, el otro no insiste más. Pero las posibilidades quedan en el aire o pegadas en las sombras movedizas de los juguetes.

Skinamarink es una película tremendamente original. La forma en la que se presenta ante el espectador, con una propuesta amateur. Y ya es considerada una obra de culto. Como lo hicieron los directores Daniel Myrick y Eduardo Sanchéz en el año 1999 con “El proyecto de la Bruja de Blair” con la cámara en mano, dándole mayor realismo a la cinta y la publicidad previa que se le dio que fue todo un fenómeno: La desaparición de tres jóvenes que estaban filmando un documental. O un ejemplo más cercano todavía lo que hizo Ari Aster en el año 2019 con la película Midsommar de contar una historia de terror de día.

Dichos ejemplos son propuestas arriesgadas, pero que han salido a flote y de manera triunfal. Y Skinamarink no se queda atrás. Teniendo una merecida acogida por el espectador hambriento del terror psicológico.

Skinamarink (2022) de Kyle Edward Ball está disponible en la plataforma de streaming MUBI.

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